En la Capital se impuso Elisa Carrió
Como en los últimos cuatro años, los porteños votaron a quien identificaron como un líder opositor; la Coalición Cívica se quedó con las dos bancas por la mayoría en el Senado y el kirchnerismo, con la minoría; el macrismo quedó muy lejos
Es probable que, a estas alturas, la Capital sea algo así como un karma para los Kirchner. Aquí, donde antes habían ganado Ricardo López Murphy y Mauricio Macri, ayer se impuso Elisa Carrió. Se advierte una línea de conducta en el voto porteño de los últimos cuatro años: en todos los casos, el adversario identificado como principal opositor del oficialismo nacional resultó preferido por la sociedad.
A pesar de que hubo un alto nivel de corte de boleta, el efecto arrastre que provocó la victoria de Carrió sobre sus listas de senadores y diputados permitió que la Coalición Cívica obtuviera las dos bancas que le corresponden a la mayoría en la Cámara alta (serán ocupadas por María Eugenia Estenssoro y el filósofo Samuel Cabanchik). Daniel Filmus, del Frente para la Victoria, consiguió el escaño de la minoría en el Senado.
Al cierre de esta edición, las 12 poltronas que renovaba la ciudad en Diputados quedaban distribuidas así:
Coalición Cívica: 3 (Patricia Bullrich, Fernando Iglesias y María Fernanda Reyes).
Frente para la Victoria: 2 (Carlos Tomada y Vilma Ibarra).
Partido Socialista: 2 (Roy Cortina y Fernanda Gil Lozano).
Pro: 2 (Federico Pinedo y Cynthia Hotton).
Diálogo por Buenos Aires: 1 (Miguel Bonasso).
Proyecto Sur: 1 (Claudio Lozano).
UCR: 1 (Silvana Giudici, que peleaba con Susana Rinaldi, de Diálogo).
De confirmarse la tendencia, el bloque más damnificado sería el de Pro, que renovaba cuatro bancas. El Frente para la Victoria mantendría los dos escaños que ponía en juego, y renovaban el economista independiente Claudio Lozano, el kirchnerista crítico Miguel Bonasso y la radical Silvana Giudici.
En el otro extremo, el espacio más reforzado era el de la Coalición Cívica, que, como no debía renovar, sumaba las cinco bancas que obtenía.
Una cuestión de oposición
Hace cuatro años que la ciudad de Buenos Aires se opone casi sistemáticamente al poder central. El último vencedor oficialista fue la Alianza, en 2001. Luego, las elecciones locales de 2003, con el duelo Aníbal Ibarra-Mauricio Macri, se plantearon como un debate ideológico entre los postulantes más que como una referencia de la política nacional. Ibarra, curiosamente, tenía entonces el apoyo de Carrió y de Kirchner.
El espacio que conduce el actual presidente perdió siempre. En las presidenciales de 2003, Kirchner llegó tercero, detrás de López Murphy y Carrió. En las legislativas de 2005, el candidato del kirchnerismo, Rafael Bielsa, repitió el lugar: tercero, detrás de Macri y de Carrió. En la elección de jefe de gobierno, este año, Macri superó a Filmus en un enfrentamiento analizado como un choque de lectura nacional. Ahora, Carrió obtuvo más votos que Cristina Kirchner y la Coalición Cívica logró las bancas por la mayoría en el Senado.
A pesar de esto, el kirchnerismo puede darse ánimo con un dato concreto: mejoró siempre el resultado de la elección previa. Kirchner obtuvo el 19,46%, en 2003; Bielsa, el 20,49%, en 2005; Filmus alcanzó el 23,77%, en junio pasado (el 39% en el ballottage), y Cristina Kirchner superaba el 25% ayer.
El resultado en la Capital no sólo confirmó la dificultad que el distrito presenta para el poder nacional, sino que advirtió sobre el derrame de votos inducidos por los líderes. Un ejemplo claro: Mauricio Macri, después de ganar por una diferencia aplastante en junio, no consiguió transmitirle a la sociedad la identidad de su espacio.
El Pro, con Carlos Melconian (Senado) y Federico Pinedo (Diputados), pasó de los 45 puntos de hace cuatro meses (son 61 si se toma en cuenta la segunda vuelta) a algo más de 10 ayer. Si se lo analiza desde la postulación presidencial de López Murphy, el descenso resulta más alarmante: del 45% pasó al 4 por ciento.
El caso de López Murphy también puede tomarse de manera individual: el jefe de Recrear ganó en 2003, pero luego no logró armar una estructura y una propuesta que lo consolidaran como un líder de distrito. Su capacidad de penetración en la sociedad porteña se diluyó en cuatro años.
La Capital, en definitiva, volvió a mostrarse esquiva con el poder nacional, pero también envió un mensaje a la dirigencia local: los votos de los porteños no tienen dueño. Alguna vez, hace no mucho, apoyaron a López Murphy. Más cerca en el tiempo, a Macri. Ayer se alinearon con Carrió. Todo puede suceder en la ciudad.