En la Corte aumenta el enojo con Kirchner
Un creciente malestar es fácilmente perceptible en los integrantes de la Corte Suprema de Justicia por la indefinición del Poder Ejecutivo sobre la integración del máximo tribunal del país.
El fastidio se profundizó recientemente cuando los jueces se enteraron de que el presidente Néstor Kirchner dejará para “otro presidente” la tarea de integrar la Corte. Esto es: no piensa decidir sobre esa cuestión durante el mandato que terminará en diciembre del próximo año, por lo menos.
El gobierno de Kirchner se vio ingratamente sorprendido por la independencia que mostró el tribunal en varias decisiones que tomó. A partir de esas resoluciones, Kirchner cortó todos los contactos con los jueces de la Corte, aunque, en verdad, tampoco éstos querían mantener tratos frecuentes con el Poder Ejecutivo. Con su visión de la política, que separa rápidamente a los amigos de los supuestos enemigos, Kirchner consideró a la Corte “no amiga”.
La no integración de la Corte significa, en los hechos, una notable parálisis del tribunal. Sus miembros –o algunos de ellos– barruntan que detrás de la indefinición de Kirchner se esconde el propósito de anestesiar a la Corte. Sucede que, tal como están las cosas, una resolución del tribunal requiere cinco votos cuando hay sólo siete ministros de la Corte. Cinco sobre siete es una mayoría mucho más difícil de conseguir que cinco sobre nueve.
Debe computarse también el caso del juez Carlos Fayt, un hombre de avanzada edad que se ocupa de algunas pocas causas. En resumen, deben habilitarse cinco votos sobre seis jueces en la mayoría de los casos. Casi la unanimidad para un cuerpo que debe decidir por mayoría simple.
Los jueces de la Corte han recibido la información, fehaciente pero no oficial, de que Kirchner ha decidido dejar que un "próximo presidente" se ocupe de la Corte.
Eso significa que no cubrirá las dos vacantes que existen y que tampoco enviará al Congreso un proyecto de ley para reducir el número de jueces de la Corte a siete.
De esta última forma, la mayoría necesaria sería de cuatro sobre siete. Un número más fácil de alcanzar. La constitucionalidad de la pesificación, por ejemplo, podría resolverse tal como están ahora las posiciones de los jueces.
"No sabe qué hacer"
El argumento del Poder Ejecutivo es que Kirchner "no sabe qué hacer con la Corte". También se explicó que el Presidente supone que cualquier cosa que haga podría prestarse a una comparación con la gestión de Carlos Menem, que nombró a una abrumadora mayoría de jueces cercanos a él.
"Estos jueces no son cercanos", le subrayó un miembro de la Corte a un ministro de Kirchner ante ese argumento. "Ya lo sabemos: son demasiado independientes", fue la corta y seca respuesta del funcionario político.
La actual composición de la Corte Suprema es realmente independiente, gusten o no sus resoluciones. Kirchner parece haberse equivocado, según el criterio actual, cuando buscó personas con prestigio y trayectoria en la Justicia. Precisamente esos antecedentes hacen imposible su dependencia política del Ejecutivo.
La Corte tiene una coincidencia natural con el Gobierno, por la formación de sus miembros, en cuestiones de derechos humanos, pero suele tomar rápida distancia de Kirchner en temas institucionales, económicos y sociales. El reciente fallo sobre el aumento a los jubilados dejó al Gobierno en una situación incómoda: pecaría de insensible si lo ignorara o debería prescindir de gran parte del atesorado superávit de Kirchner si lo cumpliera.
La igualmente cercana resolución sobre la contaminación del Riachuelo descolocó al gobierno argentino en sus posiciones frente a Uruguay por el conflicto de las papeleras que se construyen en Fray Bentos. Las aguas del Riachuelo terminan también en el caudal del Río de la Plata, otro afluente compartido con Uruguay.
Actos de independencia
Esos gestos de independencia son tomados como actos agresivos por el Poder Ejecutivo. "Es independencia y no enemistad, pero esto no se entiende", explicó un ministro de la Corte.
En rigor, el único reproche que se les puede hacer a algunos de sus miembros es la predisposición a opinar públicamente sobre temas que no han llegado todavía a la consideración del tribunal y que, seguramente, provocarán la recusación de ellos si tales cuestiones debieran resolverse en la Corte.
Las experiencias del mundo señalan que los tribunales superiores de justicia sólo explican públicamente el alcance de sus propias resoluciones y, por lo general, por boca de su presidente.
El presidente de la Corte, Enrique Petracchi, desistió de presentarse a una posible reelección como titular del cuerpo. Su mandato como presidente vencerá en noviembre próximo. "Es necesario hacer esta clase de gestos en un clima político donde sólo se habla de reelecciones", dijeron muy cerca de Petracchi. Otro mensaje político a Kirchner y al kirchnerismo en las provincias.
Petracchi adelantó que dará su voto a Raúl Eugenio Zaffaroni para que asuma la presidencia del cuerpo, porque lo considera con los pergaminos suficientes como para estar al frente de la Corte Suprema. Sin embargo, es el propio Zaffaroni quien ha expresado que no aspira a ocupar ese cargo.
Los posibles sucesores de Petracchi como presidente de la Corte son, por ahora, Elena Highton de Nolasco o Ricardo Lorenzetti. Sin embargo, y tal como sucede con sus resoluciones como tribunal, también en este caso los números cambian o vacilan.
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