Excesos y relaciones peligrosas
La reciente aprobación por la Cámara de Diputados del proyecto de ley para suspender por 120 días las ejecuciones hipotecarias, sin el aval del gobierno nacional y del bloque kirchnerista, mereció dispares repercusiones y lecturas.
Para el kirchnerismo es un indicador que da pie a su hipótesis de que tanto las huestes de Eduardo Duhalde como otros sectores opositores buscan desestabilizar al Gobierno.
Esta idea quedó traslucida luego de las declaraciones del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, que aseguró que la aprobación legislativa del proyecto que propicia suspender las ejecuciones hipotecarias demuestra que "en la Argentina existe la máquina de oponerse y de obstruir".
Para el duhaldismo significa una demostración de fuerza para indicarle a la Casa Rosada que sus legisladores pueden complicarle la vida.
Es probable que unos y otros exageren la cuestión.
Aun cuando la Argentina pueda ser considerada un país presidencialista, la división de poderes es un principio esencial de su sistema republicano. Y ese principio implica la necesidad de que el Poder Legislativo no sea dócil frente al Ejecutivo. En consecuencia, no parece justo concebir como una máquina de obstruir una actitud parlamentaria disidente con el pensamiento presidencial.
Calificar desde la Casa de Gobierno como desestabilizadores simples actos de la oposición o proyectos legislativos dista de ser una buena señal para la salud institucional. Puede revelar, en cambio, una grave incultura cívica, cuando no un ejemplo de intolerancia y autoritarismo.
La paradoja se deriva de que muy pocos presidentes de la Nación tuvieron tan pocas complicaciones legislativas como Néstor Kirchner hasta antes de esta semana, en que su divorcio de Duhalde generó las primeras consecuencias prácticas en la Cámara baja. Hasta entonces, con el acompañamiento del duhaldismo, el Poder Ejecutivo no tuvo el más mínimo problema para imponer sus iniciativas ni sufrió obstáculos a su tendencia a legislar por la vía de decretos de necesidad y urgencia.
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Si los kirchneristas creyeran que, a partir de su ruptura con el duhaldismo y de un eventual buen resultado en las elecciones de octubre, la Cámara de Diputados sería un jardín de rosas, cometerían un error de cálculo.
La misma equivocación cometería el duhaldismo si creyese que, tras la demostración de fuerza de anteayer, pasará a tener la sartén por el mango.
En primer lugar, las encuestas de la provincia de Buenos Aires hacen prever una abultada victoria de la lista encabezada por Cristina Fernández de Kirchner sobre la liderada por Hilda "Chiche" Duhalde. Los actuales 33 diputados duhaldistas puros se verían reducidos después del 10 de diciembre. Del mismo modo, es casi seguro que, en función de las proyecciones electorales, los legisladores kirchneristas se consolidarán como primera minoría de la Cámara baja, al tiempo que aumentarán fuertemente su número.
Aun así, de persistir como parece la división del justicialismo, el kirchnerismo estará lejos del quórum propio. Consecuentemente, deberá atar acuerdos con algunos sectores de la oposición, además de asegurarse el apoyo de los justicialistas que se mantienen equidistantes de duhaldistas y oficialistas.
En síntesis, deberá abrirse un período de búsqueda de consensos y de negociaciones, que no será sencillo para el Gobierno, pero que tampoco le complicará la vida.