G-20, trastienda del evento más grande en la historia del país

Después de debatir durante una hora sobre cómo mejorar las estadísticas mundiales de empleo, pobreza y paridad de género, el presidente de Canadá le enrostró a un grupo de mandatarios del G-20 que la economía de su país iba a ser "la mejor" hasta, por lo menos, 2025. Gestos diplomáticos de lado, el jefe de Estado hizo un corte de manga para concluir una discusión que dio por ganada. "¡Tomá!", espetó.

Detrás de él estaba la presidenta de Rusia cruzada de piernas, en posición de yoga, sobre una silla. Se agarraba la cabeza, tratando de encontrarle un cierre con fuerza a su discurso de tres minutos. Su concentración se esfumó cuando la representante de Singapur, invitada al grupo, le hizo un comentario al oído. Sus carcajadas se mezclaron con el murmullo constante y casi ensordecedor de un auditorio colmado de adolescentes que simulaban ser las personas más poderosas del mundo.

Había decenas de alumnos de secundaria divididos en tres grupos. Acá estaban los jefes de Estado, un poco más alejados estaban los ministros de Finanzas y al fondo conversaban los sherpas. La seriedad de algunas declaraciones políticas que no parecían salir de chicos de 16 y 17 años se mezclaba con las bromas inevitables a esa edad. Todos se preparaban, ante la mirada atenta de los profesores, para lo que sucedería 24 horas después: tenían que meterse en la piel de los políticos y representar los intereses del país que les tocó en un modelo del plenario del G-20.

Palabras más, palabras menos, los funcionarios de mentira tenían que hacer lo que harán los funcionarios de verdad a fin de año en Buenos Aires, cuando la Argentina sea anfitriona de la cumbre de líderes, el evento internacional de mayor envergadura, complejidad y exposición internacional que haya organizado el país en su historia.

La Escuela Técnica N° 32 General José de San Martín, en Chacarita, fue sede la semana pasada de uno de los simulacros de la cumbre organizados dentro de la órbita de la Unidad Técnica G-20 -encabezada por Natalia Zang y dependiente de la Jefatura de Gabinete-, que se creó para coordinar la realización de los encuentros durante la presidencia argentina del grupo. Se trató del segundo modelo realizado en conjunto con el Ministerio de Educación, el Instituto Nacional de Juventud y la asociación Minu, después del de hace dos semanas en La Plata y previo a los que vendrán en Jujuy, Corrientes y Entre Ríos.

Los modelos en las escuelas son apenas un ítem a escala de lo que sucederá los días 30 de noviembre y 1° de diciembre en Costa Salguero, para lo que se le exige al país cumplir con los más altos estándares en materia de planificación, logística y seguridad.

La dimensión de la cumbre que traerá al país a figuras como Donald Trump , Vladimir Putin , Angela Merkel y Xi Jinping se mide en cifras. Además de los 20 participantes centrales (más los 15 líderes invitados), la cita de dos días involucrará, al menos, a 8000 personas (entre las que habrá 2500 periodistas de todo el mundo) y se invertirán, solo para esa reunión, $749.820.419. La reunión de líderes supera con creces los $437 millones que se invierten en las 43 reuniones previas (de ministros y sherpas, entre otros), que se realizan a lo largo del año.

Ese monto engloba la totalidad de los gastos, desde el operativo de seguridad, el alquiler del predio y la contratación de intérpretes hasta los souvenirs y el espectáculo de cultura nacional dedicado a los mandatarios. Para ello, se adjudicó la organización de la cumbre de líderes a un consorcio de cuatro sociedades (una alemana, una mexicana y dos argentinas) con experiencia en la realización de eventos masivos, no solo del estilo del G-20, sino también de espectáculos, como el Cirque du Soleil.

Garantizar la seguridad es uno de los mayores desafíos para el Gobierno. De eso dependió la elección del lugar, que terminó siendo Costa Salguero por sugerencia del Ministerio de Seguridad, que conduce Patricia Bullrich .

El predio se impuso en una especie de compulsa interna con la Rural y Tecnópolis. El Gobierno contempló que el espacio mínimo indispensable para la reunión no debía ser menor a 25.000 metros cuadrados cubiertos y puso como referencia la cumbre del G-20 de Brisbane (Australia), de 2014, que contó con ese espacio. La cumbre de Hamburgo (Alemania, 2017) contó con 75.000 metros cuadrados y la de Hangzhou (China, 2016), más de 100.000. Los tres predios cumplen con ese requisito, pero el de Palermo y el de Villa Martelli presentaban complicaciones. Para hacerlo en la Rural, por ejemplo, se debían cortar las calles de buena parte de Palermo, además de suspender el servicio de transporte público por la zona. También se debía censar a todos los vecinos cercanos, como se hizo en Puerto Madero durante la cumbre de la Organización Mundial del Comercio. Por su parte, hacerlo en Tecnópolis iba a demandar interrumpir el tránsito en la avenida General Paz por dos días.

La balanza, entonces, se inclinó por Costa Salguero. El espacio no queda en una zona de alto tránsito como las anteriores, no hay viviendas cercanas y se espera que el perímetro de seguridad que se establezca antes, durante y después de la cumbre no genere mayores trastornos, aunque algunos no se podrán evitar debido a los cortes obligados por el traslado de los funcionarios, que, además, mantendrán a las posibles protestas de grupos antiglobalización alejadas. De todas maneras, el Gobierno evalúa decretar asueto para el viernes 30 de noviembre para descomprimir la ciudad.

Fue determinante, además, que el predio contara con la mitad de su superficie bordeada por el río, que servirá como vía de escape ante eventuales emergencias. La ausencia de estructuras altas cercanas, por su parte, favorece la vigilancia, que se descuenta será terrestre, aérea y acuática. A modo de ejemplo, durante la Cumbre de las Américas de 2005, que se realizó en Mar del Plata y de la que participó George W. Bush, Estados Unidos envió dos buques que se sumaron al operativo.

Sí sufrirá alteraciones la actividad de Aeroparque, adyacente a Costa Salguero. Se espera que la aeroestación sea utilizada por los 50 aviones que traerán las delegaciones extranjeras. Es probable que haya derivaciones en los vuelos, pero aún no está confirmado, así como tampoco se definió qué ocurrirá con la actividad usual del predio y los trabajadores. El lugar estará alquilado por un mes.

El ítem de la seguridad debía ser resuelto antes de continuar con el resto de la organización. Una vez que se eligió el predio comenzaron a ajustarse las especificaciones establecidas en el pliego de la licitación, que tiene detalladas hasta las medidas de las mesas que se usarán.

Ese documento contempla que se van a necesitar 80 intérpretes para cubrir los 15 idiomas que comprenden el G-20. Deberá haber tres intérpretes simultáneos para cada idioma durante las reuniones plenarias y su trabajo será independiente de los traductores propios que traigan las delegaciones y que participarán de las reuniones bilaterales.

Se traducirán al inglés -y viceversa-, español, árabe, turco, portugués, mandarín, francés, holandés, alemán, hindi, indonesio, italiano, japonés, ruso y coreano.

La organización también deberá garantizar el traslado de los participantes de la cumbre. Para ello, se contratará, al menos, a 400 choferes y se pondrán a disposición 140 vehículos de alta gama (60 blindados), 100 vans, 80 micros, 42 minibuses y 40 rodados eléctricos similares a los carros de golf para traslados internos.

Los aspectos técnicos del detrás de escena del G-20 se mezclan con el tinte social que el Gobierno quiere imprimirle a la presidencia argentina del grupo. Ya sea desde los simulacros de plenarios en las escuelas hasta el espectáculo que presenciarán los 35 líderes, sus cónyuges (que tendrán actividades particulares en el país) y las delegaciones en una de las noches que estén en Buenos Aires.

Según supo la nacion, el presidente Mauricio Macri puso especial énfasis en que se debe lograr un encuentro que exponga con el mayor detalle posible la cultura e identidad argentinas a través del canto, la danza y la producción audiovisual. El show, que aún no tiene lugar confirmado, estará protagonizado por figuras conocidas del mundo del espectáculo local, pero también habrá participación de artistas de todo el país que serán elegidos a través de un casting en el interior. La búsqueda, que todavía no empezó, fue bautizada internamente como "Tierra de talentos".

La Casa Rosada busca también que la fuerte impronta local se haga notar hasta en el catering. Si bien aún no se definió el menú de la cumbre de noviembre, durante las 25 reuniones que hubo hasta ahora se prepararon platos típicos. En la cumbre de sherpas, que tuvo lugar en Ushuaia el mes pasado, los funcionarios degustaron variedades de carnes a la parrilla, cordero, empanadas, flan casero, tarta de dulce de leche y chocotorta, acompañados por vinos locales.

El mismo criterio se mantiene para los obsequios que se entregarán a las delegaciones. Los presentes -que deben ser pequeños para poder ser trasladados- son producidos por organizaciones sociales o cooperativas de rubros diversos de todo el país. Durante las reuniones que ya se realizaron se entregaron bolsas ecológicas producidas en La Rañatela, un taller mendocino donde trabajan 50 personas con discapacidad, y alfajores de la Cauqueva, una cooperativa que comercializa manufacturas de agricultores de la Quebrada de Humahuaca, en Jujuy. En los próximos encuentros el protagonista será el chocolate.

Con una espátula, una joven vestida con guardapolvo y gorro blanco trabajaba con maestría el chocolate recién hecho y todavía derretido. En la misma mesada de granito había dos planchas enormes con bombones negros, blancos, azules y rojos. Algunos, los más grandes, tenían forma de corazón y brillaban como espejos bajo los tubos de luz.

En Albricias, el emprendimiento de contención social de la fundación San José Providente, en José C. Paz, se prepararon hace unos días los prototipos de los chocolates que se entregarán en los próximos encuentros. Pequeñas y cuadradas, las tabletas llevan pegados en su envoltorio distintos diseños del colorido logo del G-20. Sergio Alba Posse y Oscar Serrano, que trabajan allí, sonríen cuando se les recuerda que esos chocolates terminarán en manos del poder. En el piso de abajo, en el comedor, 330 chicos de bajos recursos esperan para comer arroz con pollo, como todos los días.