Gobierno-empresarios: una noche de catarsis y promesas
Transcurrían los primeros minutos de la comida en la residencia de Olivos y no había pasado nada fuera de lo previsible.
Sesenta empresarios de primer nivel escuchaban otro discurso de la Presidenta sin novedades ni sobresaltos. Se sentaron en ocho mesas redondas con el ex presidente Néstor Kirchner y varios ministros intercalados entre ellos. La jefa del Estado se paró delante del atril del quincho presidencial y marcó el tono de lo que sería la noche.
Con tono amable, con varias alusiones elogiosas hacia algunos de los presentes, con indudable intención de generar empatía, buen clima, con un evidente esfuerzo personal por caer bien, la Presidenta empezó destacando recientes anuncios privados de inversión mientras exhortaba a los invitados a apostar por el país y a seguir invirtiendo.
Hasta ahí, nada nuevo. Sus palabras sonaban conocidas, era apenas un atril más. Algunos comensales empezaron a bajar la mirada hacia sus platos, señal inequívoca de que la expectativa sobre tan importante convocatoria empezaba a diluirse con cierto grado de desencanto.
Fue cuando la Presidenta lanzó la que sería la frase más relevante de la noche: "Yo quiero que hablemos, que me digan las cosas, pero no a través de los medios de comunicación, sino entre nosotros. Así podemos conciliar y articular posiciones".
Eran las 22.10. Ahí empezó otra reunión.
Mañana, en la edición impresa de LA NACION, los entretelones de la reunión de Cristina y los empresarios.
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