Guerra de espías en el juzgado de Dolores
Una de las batallas de las guerras secretas de los espías en la Argentina se libra por estos días en el juzgado federal de Dolores.
Allí se presentó detenido y declaró durante todo el fin de semana y hasta ayer al mediodía el exespía de la AFI Rolando Hugo Barreiro, de 37 años, que dijo que quiere ser arrepentido y tener protección a cambio de contar sus trabajos en la misma célula de espionaje que integró el falso abogado Marcelo D'Alessio.
D'Alessio está preso por extorsionar al empresario Pedro Etchebest.
La AFI ya confirmó oficialmente que Barreiro era su agente entre 2012 y 2016, y vaya si habló: dijo que espió a los jueces de la Corte Carlos Rosenkrantz y a Horacio Rosatti, y que el fiscal Juan Ignacio Bidone era parte de la organización de espionaje. Indicó que la célula se valía de los contactos de una abogada administrativista para llevar y traer información judicial.
Cuando dejó la AFI, Barreiro dijo que trabajaba para D'Alessio como inorgánico, pero que la organización tenía terminales que llegaban a la cúspide de la inteligencia en la Argentina. De hecho habría mencionado a Silvia Majdalani.
El señalamiento que hizo de los jueces de la Corte indignó a los altos magistrados. Barreiro dijo que debió hacer una "investigación integral de ellos". No está clara la época, pero se trataría de cuando fueron propuestos por Mauricio Macri para la Corte. Alarmado, Rosenkrantz sigue atentamente el asunto. Y si se corrobora que Barreiro lo tuvo como uno de sus objetivos, no dudará en presentarse como querellante en Dolores, mientras mira alrededor en busca de quién del mundo del espionaje podía tener interés en espiar su vida.
Por lo pronto, en el allanamiento a la casa de Marcelo D'Alessio en el country Saint Tropez de Canning se encontró un listado de entradas y salidas del país de su exsocio en el estudio jurídico, Gabriel Bouzat. El juez Ramos Padilla lo citó como testigo para que el jueves le diga si había advertido que era objeto de espionaje y quién supone que había encargado que lo investigaran.
Rosatti, a su vez, no olvida la visita que dicen que Gustavo Arribas hizo a la Corte. Él no lo recibió.
Barreiro dijo que había periodistas que recibían información que ellos producían, pero indicó que no eran parte de la organización. Dijo que trabajó para llevar datos a diputados. El espía pidió declarar como arrepentido. El sábado fue indagado y comenzó a hablar. Lo hizo hasta el domingo y concluyó ayer a la noche con su catarata de revelaciones. El fiscal Juan Pablo Curi dijo que para considerarlo arrepentido debe primero definirse la competencia del juzgado de Dolores, pedir a la AFI que lo releve del secreto y el acceso a las pruebas. Pero para el juez Ramos Padilla esto no sería necesario porque se estaría frente a la contradicción de pedir permiso a la AFI para revelar las operaciones secretas e ilegales que confiesa uno de sus agentes.
Barreiro dijo tener miedo. Después de todo era la pieza mas débil de la organización. A la intemperie, con D'Alessio preso, al igual que los jefes a los que reportaba, Aníbal Degastaldi y Ricardo Bogoliuk, su situación era frágil y quedaba a merced de quien quisiera callarlo. Degastaldi, exjefe de la bonaerense, no estaban en la nómina de la AFI oficialmente. Bogoliuk sí.
Miradas de lejos, las declaraciones que se suceden en el expediente se parecen a misiles de una guerra de espías, en que las internas se dirimen con operaciones cruzadas. Después de todo, estos hombres son especialistas en mezclar en dosis justas verdad y mentira.