Iglesias, un economista atípico de trato amistoso con la Argentina
Preside el BID por cuarta vez consecutiva; ayudó al país en los momentos críticos
Enrique Iglesias es, quizás, el último amigo sincero de la Argentina. O el primero. El presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) no ocultó jamás su cariño por el país, pero tampoco evitó exponer de manera reservada sus críticas a los funcionarios. Como lo hace un buen amigo.
Electo al frente del BID por cuarta vez consecutiva, algo nunca visto antes, Iglesias seguirá presidiendo la entidad hasta el 31 de marzo de 2008.
Cuando termine su mandato habrá cumplido veinte años en uno de los enclaves decisivos para cualquier economía de América del Sur. Y de más ayuda para nuestro país en los peores días del colapso económico, político y social que comenzó a fines de 2001.
"Muchos aquí y en el extranjero presagiaban lo peor para el país, pero había una voz que se alzaba y que nos decía que había que resistir el temporal y esa voz era la de Enrique Iglesias que recordé en la soledad propia de momentos difíciles", recordó Eduardo Duhalde, al condecorarlo con la Gran Cruz del Libertador General San Martín, la máxima distinción para honrar a un visitante ilustre.
No fue el primer reconocimiento a Iglesias, pero sí el más explícito, tras años de buenas relaciones. "Es un amigo de la Argentina. Es fino, es educado, es culto. Desde que está en Washington se erigió en un representante del Cono Sur ante los Estados Unidos, aunque con la sensibilidad suficiente como para descifrar los intereses en la región de la Casa Blanca", recordó un ex funcionario de la gestión alfonsinista.
De aquellos años proviene el respeto de muchos. "Fue el canciller del primer gobierno tras la restauración de la democracia en Uruguay, con Sanguinetti (Julio María) como presidente -detalló el ex funcionario-. Pero además, el año pasado, cuando éramos los parias del mundo, fue el único funcionario pesado que salió a apoyarnos en lo que pudo."
El BID es la institución destinada al desarrollo más antigua y poderosa de América del Sur y el Caribe. Su capital ordinario asciende a US$ 101.000 millones, mientras que el Fondo para Operaciones Especiales (FOE), a US$ 10.000 millones. Su presidente es, sin embargo, un fiel exponente de una de las características soñadas para la región: el ascenso social.
Su padre era un almacenero asturiano, tierra en la que nació, aunque se crió en Uruguay, nacionalidad que adoptó. Se graduó en economía y administración de empresas en la Universidad de la República en 1953 y cursó estudios especializados en los EE.UU. y en Francia.
"Tiene una memoria, una facilidad para captar y recordar detalles que es pasmosa. A eso le suma una capacidad de trabajo increíble. Estudia y repasa en los aviones, se involucra en los proyectos del BID y en la evolución de los países como un integrante más de sus equipos técnicos, y tiene una tendencia natural a involucrarse en la resolución de las transiciones democráticas que se desarrollan en América latina. Todo eso lo catapultó al BID", afirmó un profesional uruguayo.
Su foja de servicios es fiel reflejo de su personalidad. Antes de ser canciller, entre 1985 y 1988, Iglesias fue secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) entre 1972 y 1985. Y antes, entre 1966 y 1968, presidente del Banco Central del Uruguay.
Pero su currículum ganó una foja casi mítica en 1986, cuando presidió en Punta del Este -el balneario en el que acostumbra descansar- la conferencia ministerial que originó la Ronda Uruguay de negociaciones multilaterales. Esa reunión condujo a la creación de la Organización Mundial de Comercio. Todavía hoy, el Fondo Monetario Internacional (FMI) intenta avanzar en esa línea, sin mayor suerte.
"Mucho de lo que él es se debe a su don de gentes. Tiene un gran trato humano. Cada vez que ingresa al edificio del BID en Washington saluda a todos. Desde los personajes de primera línea hasta a los porteros. Es amigo del rey de España (Juan Carlos de Borbón), pero también de las asociaciones de negros uruguayos que pelean por sus derechos", ejemplificó un fiel conocedor.
Al recibir la Gran Cruz del Libertador, Iglesias reafirmó sus vínculos con la Argentina. "En el mundo había muchas casandras anunciando el cataclismo y la desaparición de este país, pero nosotros rechazamos esta visión apocalíptica porque sabíamos que la Argentina saldría", dijo, como buen conocedor de los defectos y de las posibilidades del país. Como un amigo.