El Escenario. Jorge Messi, el cerebro en los negocios del "10"
Tres años atrás el diario El Mundo sacudió a España con un contundente título en primera plana y a cuatro columnas: "Messi ensucia su imagen al hacer trampas para evadir impuestos". Fue el inicio de la etapa más amarga en la vida pública del delantero, porque una cosa es que en tu país un porcentaje de los hinchas dude de tu compromiso con la selección, y otra muy diferente convertirse en eje de un debate en España con una pregunta tan excesiva como demoledora. ¿Debe ir preso Messi?
"De la plata se ocupa mi papá." La frase, de lograda y empática simpleza, fue el argumento central de la defensa de los Messi durante aquel juicio iniciado en 2013 y que se cierra el mes próximo. "Mi hijo se ha dedicado siempre y solamente a jugar al fútbol", complementó Jorge.
De no ser por el empuje de su padre, Messi no sería hoy uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos. Modesto empleado de una compañía siderúrgica en los 80, Jorge se encontró años después como cabeza de una de las empresas más rentables del planeta.
Hasta septiembre de 2009, los negocios de Leo Messi fueron manejados en familia: papa Jorge y un hermano del jugador, Rodrigo. Eran las épocas en las que el zurdo promocionaba una marca de calzoncillos sin glamour y rehuía las grabaciones de avisos publicitarios . Todo comenzó a cambiar con el ingreso del español Pablo Negre, ex directivo en Nike, que sugirió la fórmula ideal: crear la Fundación Leo Messi.
Cuatro años más tarde, la ropa interior de Messi ya era de Dolce&Gabanna. Hoy es Armani. Al negocio ya no lo frena ni daña nada. Excepto, quizá, noticias como las de ayer. En 2013, los Messi debieron recurrir al auxilio del mejor lobbista del mundo del deporte, el británico Mike Lee, cerebro de la campaña de Buenos Aires para obtener la sede de los Juegos Olímpicos de la juventud de 2018 y clave para que Río de Janeiro ganara los de 2016 y Qatar el Mundial de fútbol de 2022, Lee organizó de urgencia un viaje de periodistas a Senegal para que vieran al futbolista como parte de un proyecto para combatir la malaria. Había que cuidar la imagen de Messi en medio de la peor crisis económica en décadas en España.
Esta vez, la reacción probablemente deba ser aún más imaginativa, porque Messi es ya desde la noche del domingo eje de un debate tan apasionado como visceral. Contribuye a ello la eterna tensión entre Madrid y Cataluña, pero esta vez las críticas podrían potenciarse ante lo que muchos entenderán como reincidencia, definición que llegado el caso corresponderá a un juez.
Jorge Messi ofreció "colaboración" para "contribuir al completo esclarecimiento de los hechos", que incluían empresas en paraísos fiscales como Belice, Uruguay, Suiza o el Reino Unido con nombres como Jenbril SA, Forsy Corporation o Sports Consultant Ltd. Eran siete en total, ahora habría una octava. A través de ellas circulaba el dinero de los jugosos contratos publicitarios del jugador.
Messi padre -duro y desconfiado negociador- acusó a Rodolfo Schinocca, socio suyo en los años jóvenes de Leo, de "palmaria deslealtad" y de haberse "apropiado del control" de las compañias creadas en el extranjero. No sirvió de mucho: la cifra que debieron pagar los Messi por consejo de sus abogados superó los 15 millones de euros entre impuestos atrasados de 2007 a 2009, declaraciones impositivas complementarias de 2010 y 2011 y alcanzaría los 20 si se los multa.
Aquel juicio iniciado en 2013 llegará a su fin el 31 de mayo, tres días después de la final de la Champions que el Barcelona quiere jugar y cuatro antes del inicio de la Copa América que la Argentina busca ganar. La fiscalía dirige la acusación sólo contra Jorge, pero la Abogacía del Estado, que representa al Ministerio de Hacienda, quiere a Leo en el banquillo. No irá a la cárcel, pero probablemente ya esté revisando una frase que dejó en 2015: "Si lo dice mi papá, firmo con los ojos cerrados".