Kirchner espera a Chávez como a un salvador
Ordenaron luz y sonido para presentar a las viajeras que alentarán la campaña de Cristina Kirchner esta semana. El álbum internacional sumará dos nuevas fotos. Una con Susan Segal, presidenta del Council of the Americas, que sesionará en Buenos Aires. La otra, con María Teresa Fernández de la Vega, que hará una escala porteña en su recorrida regional, dirigida a preparar la Cumbre Iberoamericana. Fernández de la Vega es la vicepresidenta del gobierno de España y, creen algunos, la eminencia gris detrás de José Luis Rodríguez Zapatero. Supermartes, entonces, para quienes exaltan a la candidata oficial exhibiéndola con figuras de civilizaciones avanzadas.
Más allá del glamour, no son éstas las visitas que Néstor Kirchner espera con ansiedad.
Para el presidente argentino es mucho más importante la llegada de Hugo Chávez, que hoy entrará de nuevo en Olivos. Kirchner hablará con el líder bolivariano acerca del financiamiento externo y de la falta de energía, los dos problemas que más desafían a la administración. Al Gobierno se le han complicado tanto esos frentes que, si no fuera porque se programó hace semanas, se podría pensar que la del venezolano es una visita de emergencia.
De las damas se encargará Alberto Fernández. Pero la agenda con Chávez la preparó Julio De Vido y su delegado ante Caracas, Claudio Uberti, negociador todoterreno que pasó la última semana en esa capital. A la Cancillería, es sabido, le está vedado inmiscuirse en este vínculo. Algo que tal vez Jorge Taiana festeje cada vez que sueña con un futuro tranquilo.
El problema más inquietante que se tratará con Chávez en Olivos es el del financiamiento del Tesoro. Las turbulencias de los mercados internacionales dañaron de manera grave a la Argentina. Las fuentes convencionales se cerraron. Entre la semana pasada y la actual, el Tesoro está recurriendo a sus excedentes de liquidez, depositados en el Banco Nación y el Banco Central, para hacer frente a los US$ 3000 millones que necesita el subsecretario de Finanzas, Sergio Chodos, para pagar Boden y compromisos con organismos multilaterales.
El cimbronazo es generalizado. Pero llama la atención que el costo del crédito, que se expresa en el índice de riesgo-país, haya subido para la Argentina el doble que en Brasil o Uruguay. Este detalle inspira en los expertos más sofisticados un interrogante múltiple. ¿Por qué los mercados desconfían más de la solvencia del país que de la de sus vecinos? ¿Se trata del pésimo efecto que tuvo sobre los inversores la manipulación del Indec? ¿O se está poniendo en tela de juicio un lugar común hasta ahora firme: que Kirchner cuenta con un superávit fiscal consistente en el mediano plazo?
La obsesión de Kirchner por no reprogramar la deuda si no era a tasas muy convenientes puede haber sido, a la luz del nuevo contexto, una imprudencia. Ahora debe recurrir a cajas no convencionales. Una podría ser el Banco Central, aun cuando sus Adelantos Transitorios al Tesoro estén muy regulados.
La otra, los generosos aportes de Chávez. En los últimos días se insistió en que desde el emirato bolivariano llegarán US$ 1000 millones. Pero hay actores relevantes del sistema financiero que no apuestan a una compra de bonos por más de US$ 500 millones.
Una mala noticia para los bancos y fondos amigos de Caracas: es vox pópuli que alrededor de los títulos argentinos existe en Venezuela un espectacular negocio. Consiste en colocarlos en algunas entidades, valuados según la cotización oficial del dólar, para después venderlos en el mercado secundario de EE.UU. con la cotización comercial. El mecanismo no sólo permite evadir el control sobre los movimientos de divisas. Las diferencias que se hicieron con esta operación llegaron en algunos casos al 30%. Delicias del "socialismo del siglo XXI".
La otra herida que Kirchner expondrá ante Chávez es la energética. Las restricciones en la provisión de gas serán severas por mucho tiempo. A tal punto que comienza a ser un enigma el motivo por el cual se ampliarán gasoductos por US$ 2000 millones. En Olivos se hablará de construir en el Gran Buenos Aires una planta de licuefacción. Esa tecnología es el último hit de la industria petrolera, ya que permite el transporte marítimo del gas, convertido así en una commodity.
La crisis financiera y la energética se rozan en un punto. La restricción de los mercados de crédito amenaza la operación a la que el Gobierno dedicó más atención durante los últimos dos meses: la venta del 25% de YPF a Enrique Eskenazi, propietario del Banco de Santa Cruz. Si persisten las dificultades, acaso Kirchner deba considerar de nuevo una oferta que, para curiosidad de varios ideólogos del estatismo, el Gobierno desalentó: la compra de las acciones de YPF por parte de Enarsa, asociada esta vez con Pdvesa, la petrolera venezolana.
La dependencia del Gobierno respecto de Chávez explica por qué los Kirchner han tomado para sí la defensa internacional del bolivariano con tanto empeño, como se vio en España y en México. Ilumina también un aspecto menos conocido de la administración: el afán del Presidente por garantizar ante la comunidad internacional -en rigor, ante los Estados Unidos- que su relación con el régimen venezolano no está contaminada por ingredientes que inquieten la seguridad global.
Hay que prestar atención al sector nuclear, donde la Casa Rosada se ha propuesto reformar la Comisión Nacional de Energía Atómica y configurar un nuevo mercado para la extracción y enriquecimiento de uranio: una reforma del Código de Minería impediría, en 2008, comerciarlo fuera del país. Homenaje a Washington que se envolverá en una retórica nacionalista.
Las dos preocupaciones que el Presidente despachará con su amigo caribeño se unen en un punto más inquietante que la "argentinización" de YPF a través de manos amigas. La necesidad de ampliar la oferta energética ya resulta obvia hasta para los distraídos. Y el Gobierno ha decidido que el protagonista de ese proceso sea el Estado. Si se repasan todos los últimos anuncios de De Vido, el Tesoro debería destinar más de US$ 11.000 millones en los próximos tres años para financiar las nuevas centrales térmicas, nucleares e hídricas. Si las dificultades de financiamiento persisten, el Tesoro ya no tendrá forma de solventar las obras.
Salvo que revise el rol que la iniciativa privada ocupa en su modelo, Kirchner avanza hacia una opción delicada: superávit fiscal o cobertura energética. Es, tal vez, la encrucijada más traicionera que dejará a su esposa, si ella lo hereda. Y Chávez lo sabe.
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