La afiliación masiva, base del clientelismo
SAN SALVADOR DE JUJUY (De un enviado especial).- El homicidio del militante radical Ariel Velásquez y las denuncias del radical Gerardo Morales pusieron en el debate público la forma de construcción de poder de Tupac Amaru, la agrupación dirigida por Milagro Sala que mantiene una estrecha vinculación con el kirchnerismo. Morales apuntó a ese grupo por constituirse en un Estado paralelo sobre la base del clientelismo y la violencia. Los dirigentes de la Tupac Amaru rechazaron esas acusaciones.
Sí reconocen que en sus diversas actividades dan empleo directo a unas 4600 personas, número que puede triplicarse si se toma en cuenta el trabajo indirecto generado por la construcción de viviendas. Los convenios con la Casa Rosada, el gobierno de Jujuy y las municipalidades de esta provincia entregan a la agrupación de Sala no sólo una enorme cantidad de recursos económicos para asistir a personas humildes, sino una incomparable ventaja estratégica frente a contendientes políticos.
Desde 2013 sus dirigentes decidieron pasar de la estructura cooperativista a la búsqueda del poder político. Fue entonces cuando afiliaron masivamente en sus emprendimientos con la idea de causar un impacto inicial. Entregaron a la justicia electoral 90.000 fichas de afiliación, más de 20.000 fueron rechazadas por tratarse de personas que no figuraban en el padrón provincial, como extranjeros y trabajadores golondrina. Sólo necesitaban la aprobación de 3000, por lo que quedó constituido el partido Soberanía Popular. Su sede central está a unas diez cuadras de la gobernación, en un nuevo edificio de tres plantas que recibe a los visitantes con imágenes de campaña de Cristina Kirchner y Daniel Scioli. Otro edificio similar se ubica enfrente y alberga su escuela principal.
A los establecimientos escolares de todos los niveles bajo conducción de la Tupac Amaru concurren unos 5500 alumnos. Entre ellos, estaba Ariel Velásquez. En su ficha de ingreso a esa escuela, en 2014, figura una pregunta sobre la afiliación a la Tupac. Velásquez dejó impreso ahí que estaba afiliado. Los dirigentes de la Tupac aseguran que esa consulta no implica una posterior afiliación compulsiva para participar de las actividades.
En la agrupación de Sala aseguran que con los fondos recibidos se construyeron 8000 viviendas, en las que trabajaron los propios moradores. Una de las acusaciones apuntó a la carencia de títulos de propiedad para aquellos que toman posesión de esas casas. Según referentes de la Tupac Amaru, esas viviendas se realizan en tierras fiscales, tras acuerdos con la gobernación y los municipios, por lo que la entrega de títulos de propiedad no es función de su organización, sino que corresponde al Estado. De todas maneras, aseguran que esa falta de garantía no representa riesgo para los ocupantes, que no serían afectados por decisiones políticas posteriores a la entrega de la vivienda.
La Auditoría General de la Nación presentó informes con importantes críticas a la forma en que se maneja el dinero estatal en esas obras y al resultado del programa de viviendas.
Más allá de esos emprendimientos con mayores recursos económicos disponibles, el núcleo fuerte de la Tupac en su trabajo barrial es muy similar al usado por los grupos piqueteros a finales de los años 90. Entonces se concentraba la actividad política alrededor de la olla popular, hoy esa penetración en los asentamientos se genera con la llamada "copa de leche", la asistencia alimentaria para menores. La organización maneja 900 de esos lugares de comida.
Al igual que aquellos piqueteros, la Tupac procura dotar de una identidad colectiva a sus adherentes mediante la participación en marchas, con columnas férreamente organizadas.
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