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A continuación, sus principales conceptos:
Hay una relación incierta siempre entre la política y la economía. En Estados Unidos se celebran elecciones hoy, y la incógnita va a ser, centralmente, esa: si lo que va a predominar es el boom económico que está experimentando la sociedad americana, o las consignas políticas anti-Trump.
En la Argentina, la discusión es la misma: cuánto va a pesar en la política el proceso recesivo en el que estamos inmersos.
La política se rige muchas veces por la economía, y los actores principales de la política elaboran sus estrategias a partir de hipótesis económicas.
¿Cuánto va a durar y qué profundidad va a tener la recesión? Esta es la pregunta que se hace hoy no solamente el mercado, no solamente los operadores económicos, no solamente la gente común, sino también quienes diseñan sus estrategias políticas para el año que viene.
El Gobierno tiene una hipótesis: esta recesión va a ser corta y va a tener un rebote que va a permitir ver una recuperación -lenta, pero constante- a partir de enero y hasta las elecciones de octubre.
Desde el oficialismo piensan la secuencia como si fuera un camino de vuelta del dramático recorrido en el que no metimos hasta llegar a la posibilidad de un default.
En el Gobierno piensan que ahora no prometerán nada porque ya no les creen, entonces irán en busca de afirmar su credibilidad sobre prestaciones devengadas: va a haber una baja de la inflación –calculan, muy importante-, con las paritarias de fin de año va a producir un leve incremento del salario real, según razonan en Casa Rosada. Y como el crecimiento económico está determinado por el consumo, la rueda de la economía se podrá ir reanimando.
Eso va a caracterizar todo el proceso electoral todo el próximo año, y como el electorado no compara su situación con el momento de esplendor sino con los últimos tres meses, la recuperación va a permitir un cambio de expectativas.
Esto va a llevar no a que la economía haga ganar las elecciones al Gobierno, pero sí que no se las haga perder.
Esta idea está en el centro de la estrategia del Gobierno, pero dentro de Cambiemos hay ideas discordantes con este planteo. Es decir, en el oficialismo -más allá de la casa de Gobierno- no hay una visión similar de lo que será el proceso económico.
Debe suponerse que, cuando la crisis por recesión o la inestabilidad no esté en el power point de los economistas, sino en la realidad es probable que el ruido dentro de Cambiemos empiece a escucharse.
En realidad, ya se escucha. Desde el radicalismo dicen que este no es el curso de acción que esperan como política oficial en vistas de la recesión.
Empieza a haber ruidos respecto de este programa económico, y el Gobierno va a tener que hacer una tarea de convencimiento dentro de las filas de Cambiemos para persuadir a los radicales de que va a haber una recuperación rápida.
Hay otra pregunta para hacer, y es una que tiene que ver con una ventaja del Gobierno: ¿Cuánta recesión necesita el peronismo para resolver la crisis en la que está metido?
El peronismo tiene una crisis de liderazgo, y ese problema afecta especialmente a los peronistas: hoy no está claro dónde está el jefe. Cristina Kirchner ejercía una jefatura de consenso prácticamente unánime, que ahora se perdió.
El problema que plantea el liderazgo de Cristina es que, si bien no garantiza el regreso del peronismo al poder, controla la base principal de ese partido que es la base que ese partido tiene en las zonas más desamparadas del conurbano bonaerense.
El apuro central de peronismo es qué hacer con Cristina, pero hay otro problema conceptual: ¿cuál es la esencia del peronismo? ¿La lucha contra la corrupción? No. ¿El pluralismo interno? No. Entonces, ¿qué define a ese grupo? Una idea de la distribución del ingreso, un programa económico social. La pregunta, entonces, es: cuando lo ve hablar a Sergio Massa, se lo escucha a Juan Manuel Urtubey o se ven ciertas restricciones que tiene para votar en el Congreso Miguel Pichetto, ¿las propuestas conceptuales de estos exkirchneristas se diferencian mucho del discurso central de Cristina Kirchner?
¿No será que Cristina Kirchner sigue siendo la líder conceptual de todo ese grupo, que se diferencia de ella por razones estéticas, pero no por las razones que rigen el voto peronista?
Una pregunta central para el año que viene y, en el fondo, el principal activo de Mauricio Macri.
¿Esa distinción alcanza? El peronismo está viendo que carece de un candidato alternativo a Cristina al votar el presupuesto sin chistar.
Un presupuesto que el Gobierno tuvo que negociar a dos frentes, con el FMI y con el peronismo.
Pero hay otra señal de que este peronismo no kirchnerista tiene expectativas electorales muy bajas: casi todos sus gobernadores están adelantando sus elecciones para asegurarse su relección sin quedar atados a un candidato electoral que todavía no está.
¿Alcanza con esto para Macri? ¿Alcanza con que los otros sean peores? ¿Alcanza con que él, a pesar de prestaciones económicas mediocres, sea distinto y tenga otro estilo? ¿O necesita de un programa? ¿O necesita una explicación de cómo se va a salir de este momento de emergencia?
Es difícil que el oficialismo pueda resolver estos interrogantes cuando están tan atrapados por las cuestiones cotidianas de una economía en emergencia.
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