Escenario. La eterna lucha por tener mayoría legislativa
No será Néstor Kirchner la excepción. En el mejor de los escenarios electorales, el Presidente seguirá sin tener una mayoría propia de legisladores en el Congreso, como ocurrió hasta ahora y como también sufrieron en algún momento sus antecesores Carlos Menem, Fernando de la Rúa o Eduardo Duhalde.
Las proyecciones electorales que se hicieron en las últimas horas dan cuenta de que con una victoria arrasadora del oficialismo, y de mantenerse la pelea con el duhaldismo, Kirchner no llegará a tener una bancada en la Cámara de Diputados superior a los 100 legisladores. Sólo con un bloque del Frente para la Victoria que agrupe a los kirchneristas no peronistas podría superar esa cifra. En caso contrario, le faltarán 29 escaños para contar con quórum propio.
De este modo, Kirchner no correrá con la misma suerte que en 1983 y en 1985 tuvo Raúl Alfonsín, que contaba con un bloque de 129 diputados que le facilitaba la aprobación de sus iniciativas en el Congreso. Esto, por ejemplo, le permitió al ex presidente radical aprobar las controvertidas leyes de obediencia debida y punto final.
En 1987, el radicalismo disminuyó su número de diputados. Las elecciones de ese año fueron un golpe duro para el alfonsinismo, que quedó con 114 diputados y perdió la mayoría propia. Pero el traspié más grande de la UCR fue en 1989, cuando redujo su bloque a 90 diputados, mientras que la victoria electoral le permitió al PJ sumar 112 escaños y convertirse en la primera minoría.
En julio de 1989, tras la salida anticipada de Alfonsín, los dos grandes partidos tuvieron que recurrir a una alquimia legislativa para que el entonces presidente Menem transcurriera sus primeros meses de mandato de transición sin sobresaltos en el Congreso. El entonces jefe de la bancada de diputados de la UCR, César Jaroslavsky, selló un acuerdo con su par del bloque peronista, José Luis Manzano, para instar al radicalismo a retirar a sus legisladores de la sesión una vez que se llegaba al quórum. Esto le permitía al PJ votar sin problemas las leyes propuestas por el Gobierno.
En los comicios de 1993, el PJ logró llegar a 124 escaños, gracias a lo cual, con el acuerdo de los diputados provinciales y de algunos bloques de centro, Menem logró aprobar las polémicas leyes de privatizaciones. No todo resultó tan simple para el PJ, ya que para la aprobación de la privatización de Gas del Estado necesitó un "diputrucho" y provocó un escándalo institucional.
En 1995, merced a la ola reeleccionista de Menem, el PJ logra su mejor performance electoral, con más del 50% de los votos, y obtiene de esta manera un bloque de 132 diputados. Fue el apogeo del peronismo en términos numéricos en la Cámara baja. Claro que esto no le duró mucho: en los comicios de 1997 el PJ comenzó a transitar un camino descendente que lo llevó a disminuir de 119 diputados en aquel año a 100 en 1999. En la última etapa de Menem, el duhaldismo representó un escollo legislativo porque se oponían al proyecto reeleccionista del entonces presidente.
De la Rúa llegó a la Casa Rosada con un bloque de 102 diputados, fruto de la alianza radical-frepasista. El presidente aliancista no tenía quórum propio, pero se valió de los partidos provinciales o de algunos bloques de izquierda para aprobar leyes.
En 2003, el PJ volvió a tener un bloque de 114 escaños, que se acercan a sus números históricos, aunque buena parte de este bloque se fragmentó ese año por la pelea entre duhaldistas y kirchneristas. Y lo más probable es que esa ruptura perdure en el futuro inmediato.
Hegemonía en el Senado
El Senado nunca fue una traba para el peronismo. Allí, tanto Menem como en su momento Duhalde o el propio Kirchner contaron con un bloque mayoritario y dispuesto a brindar todo tipo de apoyo. No obstante, cada gobierno peronista siempre tuvo un mínimo grupo de senadores críticos del presidente de turno y es probable que ello se repita en los próximos años.
Desde 1995 hasta ahora, el PJ cuenta en el Senado con una mayoría propia de más de 40 escaños que le permite aprobar las leyes reclamadas por la Casa Rosada sin inconvenientes.
El radicalismo nunca superó en la Cámara alta los 22 legisladores. En épocas de Alfonsín o de De la Rúa, los radicales intentaban ingresar sus leyes por la Cámara de Diputados, que les resultaba más favorable. El Senado siempre fue un dolor de cabeza tanto para Alfonsín como para De la Rúa. No es casual que el escándalo de sobornos por la ley laboral estallara durante el gobierno aliancista en el Senado.
En estos comicios, Kirchner pone en juego su propio poder y se enfrenta, como lo hicieron sus antecesores, a la eterna lucha por tener una mayoría propia en el Congreso.
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