Una creciente fuente de ingresos: en la ciudad de Buenos Aires. La industria cultural no para de crecer
En los últimos tres años se expandió más del 26%; hoy genera negocios por $ 8000 millones y da empleo a 125.000 personas
La producción y distribución de libros, discos, películas y programas de televisión, así como el desarrollo del diseño de moda y de muebles, y las actividades como el teatro y los espectáculos musicales son la base de las "industrias culturales" (IC) -un rubro constituido exclusivamente por la actividad privada-, en las que la ciudad de Buenos Aires, y toda la Argentina, aspira a ser un jugador importante en el nivel mundial.
Según cifras del gobierno porteño, desde 2003 hasta lo que va de este año, las IC crecieron un 26,2% y ya aportan el 8,2 por ciento del producto bruto interno de la ciudad, lo cual representa alrededor de 8000 millones de pesos y trabajo para 125.000 personas.
"Es un área de una importancia similar a la del turismo", se entusiasman en la Subsecretaría de Industrias Culturales de la Ciudad, que dirige la socióloga Stella Puente.
El impacto económico se nota en el nuevo organigrama del gobierno porteño: Puente pasó de Cultura a depender directamente de Enrique Rodríguez, ministro de la Producción. "Industrias Culturales será de vital importancia para este ministerio; vamos a estimular a las pymes que hacen producciones gráficas, audiovisuales y contenidos de Internet. Vamos a ampliar el diseño de políticas para la producción de bienes y servicios, y promover la exportación de bienes culturales", prometió Rodríguez.
Según los números que maneja Puente, en la ciudad, las industrias editorial y audiovisual generan $ 4600 millones al año. Si se toma en cuenta teatro, Internet y publicidad, se llega a los mencionados 8000 millones.
Las IC están muy concentradas en la Capital Federal, donde se encuentra un 60% de las editoriales y se editan las dos terceras partes de los libros que se hacen en la Argentina. En la ciudad además se editan 15 diarios, funcionan cinco canales de TV abierta y más de 250 productoras audiovisuales.
Los primeros en acuñar el término "industrias culturales" fueron, en 1944, Max Horkheimer y Theodor W. Adorno, dos teóricos de la escuela de Francfort, pero con una connotación negativa, ya que entendían que la reproducción masiva de las obras de arte se asociaba con la vulgarización estética y la dominación social.
Nada más lejos de la actual concepción en la Argentina y en el mundo, ya que las IC aportan tanto a la economía como a la diversidad cultural y a la inserción social. "En los países desarrollados este rubro aporta entre un 4 y un 6% del PBI; para las economías subdesarrolladas representa entre el 1,5 y el 3%", afirma Natalia Calcagno, coordinadora del Laboratorio de Industrias Culturales, dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación (ver Pág. 19).
Para Calcagno, "lo fundamental es incentivar el desarrollo de las industrias culturales en todo el país; eso genera arraigo a través de nuevas fuentes de empleo, y fomenta el desarrollo cultural y la identidad de cada región". En el nivel nacional, el Laboratorio de Industrias Culturales está trabajando, en conjunto con el Indec, en la creación de "cuentas satélites" dentro de la medición general del PBI, para saber exactamente cuál es el aporte económico de cada actividad.
También se está diseñando un mapa para vincular indicadores sociodemográficos con culturales y así relacionar su impacto; por ejemplo, el acceso a bibliotecas públicas en zonas pobres.
Panorama en el interior
Otro eje es la gestión cultural en conjunto con las provincias para ayudar al desarrollo en todo el país. "Gestión cultural significa brindar las herramientas para que se apliquen en cada lugar. Más que en una política de subsidios, creemos que hay que capacitar a las pymes para que se asocien; por ejemplo, una editorial o un pequeño sello discográfico con una distribuidora que les permita llegar a todo el país o incluso a exportar", dijo Calcagno.
"Mucho depende de cómo se asocien las empresas locales para crecer", culminó.
En Córdoba se está organizando una Incubadora de Industrias Creativas (con fondos privados y públicos), mientras que Rosario tiene una interesante producción editorial. La provincia de San Luis, por su parte, definió una política de subsidios a la industria televisiva y cinematográfica.
Las IC no escapan a las generales de la ley: exceptuando las grandes editoriales, productoras de cine o discográficas, en su mayoría son pymes, con poco o nulo acceso al crédito, que sufren falencias de management o problemas en la estrategia comercial. Según Puente, "lo fundamental es apoyar la cadena que permita llegar desde el productor/autor, pasando por el distribuidor comercial hasta el consumidor".
El gobierno porteño tiene una línea de subsidios no reembolsables de hasta 30.000 pesos. El total del presupuesto disponible es de un millón de pesos al año, que, según la funcionaria, está buscando ampliar. Con esos subsidios, el Ejecutivo porteño financia hasta el 70% del proyecto presentado. Las propuestas tienen que ser factibles desde el punto de vista económico y, por supuesto, también son evaluadas desde el punto de vista cultural.
El gobierno de la ciudad puso en marcha el Centro Metropolitano del Diseño (CMD), una especie de "incubadora" de pequeños emprendimientos de diseño textil, de Internet, mobiliario y otros. "Al principio lo pensamos sólo como una incubadora de proyectos nuevos, pero más tarde nos dimos cuenta de que se necesitaba mucho apoyar a aquellas empresas que ya tienen un poco de desarrollo y que se enfrentan a los típicos problemas de crecimiento", dijo Puente.
También desarrollaron BAset, que es el programa de fomento a la industria audiovisual, así como un programa para asistir a los sellos discográficos locales, acompañándolos en exposiciones en el exterior, haciendo programas de capacitación y avalando nuevos lanzamientos. "Tanto el cine como la industria editorial son los que están más afianzados", destaca Puente, "lo que falta apuntalar son las discográficas y el desarrollo del diseño en sus distintos aspectos".
El CMD brinda un espacio físico para la producción, además de asesoramiento sobre líneas financieras, documentación legal para llevar adelante la empresa, y el desarrollo de una bolsa de trabajo para unificar oferta y demanda en distintas especialidades. "Creo en la diversidad; para que alguien diga que el cine nacional es malo tiene que poder verlo. Igual pasa con los libros de escritores locales o con los discos. El Estado tiene que equilibrar el mercado permitiendo que se desarrollen las pymes", concluyó Puente.