La paciencia social, el aliado inesperado del Gobierno
La metáfora gastronómica de uno de los hombres de consulta del Presidente no podría ser más elocuente: "Es verdad, solo hay sopa. No hay lomo ni salmón, pero todos los días podés tomar sopa". Es la admisión de lo que pasa con la economía, pero también con la política nacional. Nada cambia ni mejora mucho, pero para el Gobierno esa es hoy una buena noticia.
Las últimas encuestas que circulan por el mundo político, y que miran en la Casa Rosada, muestran un fin demasiado apacible para un verano que empezó con clima de guerra en las calles porteñas. El oficialismo está hoy en la mejor situación a la que podría aspirar para el complejo momento que atraviesa la economía. El combo de salarios viejos con tarifas y precios nuevos, cuentas de vacaciones que todavía siguen llegando y gastos escolares que no se pueden obviar suele ser un combustible peligroso para el ánimo social.
Sin embargo, los sondeos de fin de marzo de diversas consultoras, como Poliarquía e Isonomía, confirman no solo que se detuvo la caída en la aprobación del Gobierno, sino una recuperación que viene haciéndose tendencia en el último bimestre. Menos amables para el oficialismo son los números de la consultora M&R, del exdirigente sciolista Gustavo Marangoni, aunque también confirman que la imagen presidencial se estabilizó en los últimos dos meses, aunque subraya la caída interanual.
Si este fuera el momento más crítico del año, como asegura el Gobierno , no están nada mal esos números para enfrentar el desafío de pasar el otoño, en medio de las fragilidades financieras y económicas y de un frente externo que no deja de deparar preocupaciones, con la ilusión de que luego llegará el repunte siempre prometido y tantas veces postergado.
En el escenario interno, la inflación sigue siendo el gran punto débil, y no solo en lo económico, como coincidieron los expertos consultados por LA NACION en la nota publicada ayer. En términos políticos, las perspectivas de índices por encima de lo previsto para el bimestre marzo-abril son una luz roja para el oficialismo: según la última encuesta de Isonomía, hace siete meses que crece sostenidamente la percepción de que el Gobierno no sabe cómo controlar la suba generalizada de precios. En ese período, la confianza en que podría dominarla bajó de 57% a 36%. Abismal. Insólitamente, en ese sondeo la imagen positiva de Macri está en torno del 55% y recuperó ocho de los diez puntos perdidos a fin de año.
Algo similar surge de la encuesta de M&R: el 49% de los consultados dijo que con los ingresos familiares no le alcanza para consumir lo que habitualmente consumía y solo el 14%, que puede consumir y ahorrar. Los indicadores de consumo masivo lo confirman.
Más allá de las fronteras locales, la situación de Brasil vuelve a inquietar tras la tumultuosa detención (fruto de una polémica condena) del expresidente Lula , cuya popularidad, aunque muy lejos de sus años de gloria, lo ubicaba como el candidato con las mayores chances de volver a la presidencia. La continuidad o no de la recuperación económica del principal socio comercial no es un factor neutro para la economía y el empleo nacional. Un ejemplo reciente habla por sí solo: el 25% del aumento registrado en la producción automotriz en marzo hay que agradecérselo, en buena medida, a la reactivación del mercado brasileño.
En tanto, abren interrogantes los efectos que podría tener la guerra comercial entre Estados Unidos y China . Mientras algunos ven amenazas, otros sueñan con oportunidades, sobre todo para el precio del principal producto de exportación agrícola que es la soja, de cuya recuperación depende que el impacto de una sequía histórica no sea tan gravoso tanto para las muy necesitadas arcas públicas como para la actividad económica privada, sobre todo del interior del país.
Por eso, como no logra hacerlo con la economía, el Gobierno trata de sostener su imagen y su base de sustentación con la política y la obra pública, que no es lo mismo, pero es igual. Como se advierte en la mayoría de las encuestas, la percepción de que el Estado está haciendo obras crece sostenidamente. Según la consultora de Marangoni, la visibilidad subió de 35% en abril del año pasado a 48% este mes. Paliativos (o placebos) para la paciencia social.
Las frecuentes visitas del Presidente y sus principales ministros al interior, sumadas a las reuniones con legisladores nacionales, no solo van en el mismo sentido, sino que también se apalancan en las obras que se realizan en las provincias. No importa que muchas veces las principales figuras del Gobierno, incluido Macri, aparezcan al lado de algunos de los que han identificado como lo peor de la vieja política a la que venían a ponerle fin. Para el recuerdo quedará la foto del viernes pasado con Gildo Insfrán, como parte del anuncio de obras que hará la Nación en Formosa. Cualquier vinculación con los salvoconductos que le dio el senador formoseño José Mayans al ministro de Finanzas, Luis Caputo, durante el interrogatorio en el Congreso no es pura coincidencia. Mucho había hecho el ministro del Interior, Rogelio Frigerio , para pavimentar ese camino.
Lograr que Caputo zafara ante los legisladores de la compleja situación en la que se encontraba por sus vínculos con sociedades offshore, sobre los que aún tiene cosas por aclarar, y por los niveles de endeudamiento externo era uno de los objetivos de todo el Gobierno para coronar el fin del verano. Para eso trabajó con el "peronismo racional", como les llaman en la Rosada a los dialoguistas encabezados por Miguel Pichetto . Lo que nunca imaginó fue que contarían con la ayuda de una cristinista intensa como Gabriela Cerruti. La diputada porteña logró desviar la atención de la cuestión central con un escándalo que solo alimentó memes y parodias en las redes.
Tampoco es casual que Marcos Peña haya invitado a comer en la Rosada, junto a Frigerio, a los presidentes de los bloques de senadores opositores el día antes del interrogatorio a Caputo. La escena se repetirá próximamente con los titulares de las bancadas de Diputados, aunque no habrá un solo encuentro, sino varios, dada la fragmentación y la complejidad que exhibe la Cámara baja.
El rol político del jefe de Gabinete no deja de crecer, al igual que su influencia sobre cada vez más áreas del Poder Ejecutivo. No importa que a veces se superponga con Frigerio, el ministro político. El instinto de supervivencia suele facilitar hasta las convivencias más difíciles.
La pax política hacia afuera también es fruto de las vulnerabilidades ajenas. Como dijo uno de los hombres más cercanos a Macri, con quien comparte su afición por el golf: "Nosotros solo hacemos pares, pero los demás no hacen un birdie ni por equivocación". La imagen golfística es simple, el gobierno juega a no perder porque percibe que sus adversarios no saben, no pueden o no tienen con qué ganar.
La impasse en que entró la CGT el jueves pasado en su proceso de reorganización es un buen ejemplo de que el Gobierno del cambio suele celebrar que se mantenga el statu quo. Parafraseando a Beatriz Sarlo, el cálculo se impone a la audacia cada vez con más frecuencia.
El cierre de una buena mayoría de negociaciones paritarias sin mucho ruido dentro de los parámetros que pretendía imponer el Gobierno es otro logro para esta etapa de aspiraciones austeras. También es un éxito que se le atribuye al hasta hace nada escorado ministro de Trabajo, Jorge Triaca, quien desde la gestión silenciosa y eficaz viene recuperando terreno velozmente en la consideración gubernamental.
Que él y Caputo sigan a flote es una noticia que Macri celebra. El Presidente ha dicho muchas veces que para ellos no tiene reemplazo. Lo mismo ha manifestado respecto de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Difícil determinar en estos casos la rigurosidad del cálculo, pero no se puede decir que le falte audacia cuando los defiende, a pesar de los cuestionamientos que han generado algunas de sus acciones por parte de la opinión pública.
También es una demostración de que las turbulencias del verano van quedando atrás y el otoño acaba de comenzar con un clima menos inclemente que el que se podía pronosticar. Pero todavía falta demasiado para la primavera.
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