La resurrección de Kirchner
"Si hay miseria, que no se note." Así de simple –y de candorosa– es la estrategia de Néstor Kirchner para conjurar los malos presagios que aparecen en el firmamento económico. Convertido más que nunca en primer ministro en las sombras del gobierno de su esposa, el ex presidente se comunicó en las últimas 24 horas –en persona o mediante Julio De Vido– con los principales dirigentes industriales y sindicales del país para que evitaran dar señales de que la economía local enfrenta una crisis.
"¿Vamos a anunciar un paquete de medidas, algo que nunca hicimos, para dar la idea de que estamos en problemas?", explica Kirchner a sus interlocutores, mientras descarta también constituir un gabinete de crisis. De Vido recorrió el listado de dirigentes de la UIA para protestar por el comunicado que divulgaron anteayer: "¿Cómo se les ocurre decir que estamos igual que en 2001? No siembren el pánico. Si hay problemas específicos, avisen, y los trataremos de solucionar de a uno". Carlos Tomada reiteró ayer el mensaje a sindicalistas y empresarios.
La realidad parece tener otras ideas. Cada automotriz vende, promedio, 50 autos menos por día. La industria siderúrgica se prepara para absorber esa caída alargando las vacaciones por las Fiestas. En el sector petroquímico suspenden las ventas. Las cadenas de distribución quieren deshacerse rápido del stock antes de que bajen los precios. En la construcción aumentan los despidos, en parte por la paralización de la obra pública. Con la soja a US$ 315, las perspectivas para el campo son también inquietantes. Fue en este contexto que la UIA emitió su comunicado. Hugo Moyano, más perceptivo que Juan Carlos Lascurain, les dijo a los sindicalistas que lloran sus males en el consejo directivo de la CGT: "Es mejor hablar entre nosotros, pero callar ante la prensa".
Sergio Massa quedó de nuevo a contramano de las instrucciones que llegan desde Olivos. El comité de crisis que había imaginado sesionó una sola vez. Kirchner, que supone que cualquier conciliábulo puede degenerar en complot, ordenó disolverlo. ¿Cuánto durará el acuerdo económico-social, nuevo experimento del jefe de Gabinete?
Inducidos por Massa, empresarios y sindicalistas garabatean un pacto que supone el pago, a fin de año, de una suma fija para todos los empleados. A cambio, en 2009 habría paritarias por única vez, sin reapertura. Los industriales festejaron la convocatoria, que les permitiría reclamar una devaluación del peso. Fue refiriéndose al tipo de cambio real que la cúpula industrial habló de una regresión a 2001. Ese acuerdo es aún una entelequia. Massa deberá convencer a sus amigos banqueros. Jorge Brito, presidente de Adeba, sugirió a varios industriales: "Ni se les ocurra seguir hablando de devaluación". Teme una corrida, claro.
La otra limitación de ese hipotético pacto es que el Gobierno debería contribuir a él con un programa que vuelva previsible el comportamiento de la economía. Nada más ajeno a la psicología de Kirchner, fóbico a que un compromiso le ate las manos.
El ex presidente confía en una receta característica de las demagogias. Comienza por evitar la comunicación de malas noticias y pronto le echa la culpa de todos los males a un factor externo. Ese lugar comienza a ocuparlo Brasil. Cristina Kirchner ya habló de "salvaguardias" para aplicar a lo que se importa desde ese país. Toda una dificultad, ya que el Mercosur es una unión aduanera. Ya habrá tiempo de discutirlo el próximo 27, cuando se reúna en Brasil el Consejo del Mercado Común. Hasta ese día, Lula estará pendiente de la campaña por la segunda vuelta electoral de las principales ciudades del país, donde no tiene todas las de ganar.
Las divergencias internas del gobierno argentino frente al proceso recesivo tienen como trasfondo un conflicto, todavía larvado, entre Kirchner y Massa. El intendente de Tigre vio facilitada su expansión en el gabinete por la cuarentena a que debió someterse el esposo de la Presidenta tras su derrota frente al campo. Kirchner se propone salir de ese letargo –su conjetural candidatura bonaerense es una de las vías para hacerlo— y recuperar atribuciones en la gestión. Massa, cuyo sueño de autonomía superó al de Alberto Fernández, corre el riesgo de convertirse en la primera víctima de esa resurrección.
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