La salida se precipitó cuando el Presidente se sintió desafiado
No bien cruzó la puerta del despacho presidencial, Roberto Lavagna se enteró por Néstor Kirchner que ya no era el ministro de Economía. Fue un diálogo breve y distante, con muchos sobreentendidos.
En 10 minutos, el Presidente ejecutó una de las decisiones más trascendentes de su mandato; un plan proyectado desde antes de las elecciones, pero que se adelantó varios meses a partir de que, la semana pasada, el ministro denunció maniobras irregulares en las licitaciones de obras públicas.
"Lo de Roberto fue un desafío inexplicable a la autoridad presidencial", dijo una alta fuente del Gobierno, de los pocos que llama por el nombre de pila al ministro saliente.
¿Por qué se enojó tanto Kirchner? Coinciden en la Casa Rosada en que cuando el ministro habló de "cartelización" y sobreprecios en obras de infraestructura sabía que estaba exponiendo un dato inexacto. Una semana antes, él mismo había dicho ante un foro empresarial que el propio Presidente frenó una serie de contratos cuestionados por el Banco Mundial.
Pero el martes pasado, en la Cámara de la Construcción, Lavagna obvió esa aclaración. Sus dichos sonaron como un golpe a su histórico rival en el Gabinete, el ministro de Planificación, Julio De Vido. "Sobreprecios suena a corrupción y, en realidad, los informes del Banco Mundial señalaban casos de valores más altos que lo presupuestado, que es algo muy distinto", indicó otra fuente del gabinete nacional.
Kirchner lo sintió como un ataque personal. El mismo martes le preguntó por qué lo había hecho. La explicación no le resultó convincente, dicen allegados al Presidente. Nunca habían tenido una reunión tan cruda. Un día después reprochó con duros términos a los dueños de supermercados por el aumento del costo de vida. Esperó a ver la actitud del ministro.
El último hilo
Pasaron 48 horas entre rumores y tensión interna. El viernes Lavagna se presentó en el Coloquio de IDEA, que estaba presidido por el principal blanco de la diatriba presidencial, Alfredo Coto. Ese día se cortó el último hilo que unía a Lavagna con el Gobierno. No sólo se mostró conciliador con los ejecutivos a quienes Kirchner había atacado, sino que eludió sin disimulo respaldar los dichos del Presidente.
Crecían las versiones de salida y la falta de diálogo entre los protagonistas profundizaba las diferencias. Aun así, el fin de semana todavía existía en la primera línea del Gobierno la convicción de que Lavagna seguiría en el cargo hasta entrado 2006, y de que él iniciaría la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Quienes conocen al Presidente cuentan que acumulaba enojo con Lavagna desde la campaña electoral. Nunca digirió que el ministro de mejor imagen pública se hubiera declarado neutral, sobre todo ante la pelea que dividió al peronismo. Se lo echó en cara en la reunión de ayer, según dos fuentes que escucharon la versión oficial.
"La salida tenía fecha: marzo o abril. Pero así no se podía seguir", dijo un hombre de confianza de Kirchner. Había diferencias que se ahondaban, sobre todo respecto de las políticas para controlar la inflación y para mejorar la distribución de la riqueza.
En Economía, sostienen que el viernes por la noche el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, llamó al ministro para citarlo a una reunión relacionada con la gestión, prevista para ayer. En la Casa Rosada insisten en que la falta de diálogo fue total desde que Kirchner le reprochó en persona la denuncia de "cartelización".
Kirchner se encerró el fin de semana en Olivos a analizar cómo sería el nuevo gobierno. Sólo habló por separado con unos pocos colaboradores: el secretario legal y técnico, Carlos Zannini; el subsecretario general de la Presidencia, Carlos Kunkel; el jefe de Gabinete y casi nadie más.
Su enojo con Lavagna era notable en esas horas. El sábado todavía se especulaba con una "salida elegante", posterior al cambio obligado de los ministros que se van al Congreso.
El anuncio figuraba en la agenda para el jueves o el viernes. Pero la decisión de remover a Lavagna para cortar de un tirón el ruido interno aceleró el reloj de todos los cambios.
Felisa Miceli se enteró el domingo que sería la persona elegida para manejar la Economía. ¿Qué vio en ella Kirchner? Una postura favorable a un papel más activo del Estado y un perfil sin ambiciones de figuración política importante, como las que se le atribuyen a su antecesor.
Sólo faltaba comunicar la medida. Kirchner quiso decírselo en persona a Lavagna. Lo recibió a las 11, una hora antes del anuncio. Sin ironías, cerca del Presidente dicen que fue todo un gesto: a Gustavo Beliz, el primer ministro al que despidió, ni siquiera lo había llamado por teléfono.