La vida de Pochetti en prisión: perfil bajo y cuidado estético
Carolina Pochetti vivía en una mansión de 1000 m2 en una zona residencial de Capital Federal. Solía caminar por Parque Saavedra, pero últimamente viajaba tanto al exterior que era difícil ubicarla en Buenos Aires. Incluso había encontrado pareja después de la muerte de Daniel Muñoz , el exsecretario privado de Néstor Kirchner , que la hizo millonaria, pero también la enredó en los cuadernos de las coimas .
Pero la vida de Pochetti cambió en octubre: fue detenida, acusada de formar parte del esquema que ocultó US$70 millones fuera de la Argentina. Dejó los lujos en el penal de Ezeiza, aunque mantuvo su afición por cuidar su figura. Inteligente y respetuosa, fueron algunas de las definiciones que recogió LA NACION entre distintas fuentes que la frecuentaron en sus días de prisión. No se cansa de repetir en su entorno que se siente "aliviada" desde que tomó la decisión de convertirse en arrepentida.
Nunca le escuchan quejas sobre las condiciones de su detención en el penal de Ezeiza. Lleva buena conducta y mejor relación con sus compañeras, pero quienes la conocen sostienen que fueron estos meses en la cárcel los que motivaron su cambio de postura ante la Justicia, que culminó con su confesión ante el juez Claudio Bonadio. "Como ya les pasó a muchos empresarios, ella siente que le cambiaron la vida completamente, pero ya lleva tres meses así", resumieron desde su entorno.
Calzas anaranjadas, zapatillas con plataformas y una camisa de jean. Maquillada y peinada, como siempre, caminó escoltada por el cuarto piso de Comodoro Py. Pochetti, 42 años, despertó la mirada intrépida de algún hombre a pesar de llevar varias semanas detenida. Según pudo reconstruir LA NACION, la viuda de Muñoz le dedica varias horas por día a la actividad física en Ezeiza. Nunca descuidó su estética.
"Se queja porque extraña a su familia y se pierde los cumpleaños y esas cosas, pero nada más", relató alguien de su entorno ante este diario, pero insisten en que está "contenida". Su vida social en la cárcel se limita prácticamente a sus 12 compañeras, pero recibió la visita de algunos familiares y un par de amigas, las encargadas de mantener al día la tintura de su cabello.
En esa contención se apoya para resistir unos días más detenida, si hace falta, para no arriesgar que el precio de su confesión sea demasiado alto. ¿Por qué? A pesar de convertirse en arrepentida, todavía sigue presa. Si apura los trámites y apela su excarcelación ante la Cámara Federal, otro revés podría mantenerla en Ezeiza hasta el final del juicio. En cambio, espera que su ayuda en el expediente sea compensada por Bonadio cuando en los próximos días defina la situación procesal de todo el entorno de Muñoz.
Mientras permanece detenida en Ezeiza, la mansión de Pochetti en Saavedra sigue ocupada por su familia, excepto cuando la familia se fue de vacaciones a Punta del Este. Uruguay es un destino que Pochetti conoce de memoria: hizo 24 viajes exprés entre agosto de 2008 y diciembre de 2016. Nueve de ellos, incluso, fueron en un jet privado.
Son pocos los momentos de rabia que se le escapan a la hora de hablar sobre los cuadernos de las coimas. "Le da mucha bronca que [Elizabeth] Municoy y [Sergio] Todisco [dos supuestos testaferros de su difunto marido] se la llevaran de arriba. Que declararon y enseguida salieron", resumieron desde su entorno. Municoy y Todisco, acusados de ser testaferros de Kirchner, fueron los primeros arrepentidos de ese grupo. En cambio, Pochetti primero negó cualquier vínculo con los negocios de su esposo, pero a última hora ingresó como arrepentida.
Su confesión todavía es un misterio, aunque por haberse subido al final del tren de los arrepentidos tendría que haber aportado información sensible sobre las operatorias de Muñoz o sus relaciones políticas para haber sido aceptada como colaboradora. Su testimonio es clave porque acompañó a Muñoz mientras el exsecretario privado construía la red offshore para sacar los millones de dólares del país, una de las pocas pistas firmes para recuperar dinero en los cuadernos de las coimas.
A Muñoz lo llama Daniel, a secas. Aclara que el exfuncionario era una persona reservada que le pedía expresamente que no le preguntara sobre sus negocios. Su exmarido no es tema de conversación recurrente en Comodoro Py, a pesar de que el exsecretario privado de Kirchner está acusado de estar detrás de esta red que ocultó US$70 millones provenientes de la corrupción. "Solo se refiere a Muñoz si alguien le pregunta puntualmente", dijo una fuente judicial.
Conocer a Muñoz le cambió la vida y su herencia, que se extendió por las costas de Miami y las zonas más caras de Nueva York, también. Si hasta se compró un piso en el tradicional Hotel Plaza de Manhattan por US$11 millones. La Justicia sospecha que su rol cobró protagonismo con la muerte de su marido, cuando aceleró los viajes por el mundo.
Los primeros indicios de su rol en el entramado fueron aportados por LA NACION en los Panama Papers, días antes de la muerte de Muñoz. El exsecretario privado, ya desligado de la función pública por las acusaciones de enriquecimiento ilícito, apareció como accionista de la sociedad offshore Gold Black Limited, acompañado por la entonces desconocida Pochetti. Querían comprar una propiedad en Estados Unidos allá por 2010. Y vaya si lo lograron.
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