Las elecciones provinciales, sin Cristina ni Macri en el cartel
Solo los gestos delatan a Cristina Kirchner. Históricamente renuente a anunciar su candidatura con anticipación, las pequeñas decisiones son las que anticipan qué hará en las elecciones. Acaba de retirarse de los comicios provinciales por venir después de dos sonoras derrotas, en Neuquén y Río Negro, donde el cristinismo esperaba batir a partidos provinciales amigables con Mauricio Macri. Por ahora, no participará de las elecciones en Córdoba y Misiones. La decisión de no continuar exponiéndose al desgaste de eventuales derrotas provinciales significó una señal clara de que ella se imagina candidata presidencial. En el micromundo informado de la política pocos dudan de que la expresidenta será candidata en octubre, aunque se trata más de lógicas deducciones que de información. De hecho, hasta su hijo asegura que carece de una información veraz sobre lo que hará su madre. "No sé. No habla de candidaturas", responde Máximo cada vez que alguien lo sorprende con la pregunta.
De todos modos, una pregunta sobresale después de lo que sucedió en varias provincias. Si en algunas Cristina perdió la posibilidad de gobernarlas y en otras renunció a la posibilidad de hacerlo, ¿dónde conseguirá los caudillos territoriales que necesitará para alcanzar el 35 por ciento de los votos que anuncian las encuestas? ¿Dónde estará la sociedad que decidió, explícita o implícitamente, no votarla en las provincias o, para ser más precisos, no votar a sus representantes?
Si bien se mira la geografía electoral, Cristina Kirchner sigue arrinconada en el monumental conurbano bonaerense, donde es imbatible. Es el problema que comparten Mauricio Macri y María Eugenia Vidal. Ahí no llegan ni los ecos de los escándalos por corrupción ni hay memoria del historial autoritario de la expresidenta. Es la necesidad del día a día lo que define las preferencias políticas de sus vulnerables pobladores.
Sea como fuere, Cristina Kirchner sigue teniendo problemas en los seis grandes distritos del país. También en la provincia de Buenos Aires, donde solo una inverosímil alquimia peronista podría poner en riesgo la continuidad de Vidal. ¿Un único candidato a gobernador de todas las fracciones peronistas? ¿Marcelo Tinelli como candidato a gobernador de Sergio Massa? Por lo pronto, el conductor televisivo se apresta a inaugurar su nuevo ciclo de televisión que dura por lo general hasta diciembre. ¿Conductor de un programa televisivo y candidato al mismo tiempo? Improbable.
Cristina declinó participar de las elecciones en Córdoba, que se harán el próximo 12 de mayo. Córdoba es el segundo distrito electoral del país, aunque lejos del primero: la provincia de Buenos Aires. El probable ganador de esa elección es el actual gobernador, Juan Schiaretti, sobre todo después de que el radicalismo decidiera dividirse entre los puristas y los aliancistas. El radicalismo puro lo liderará la candidatura del actual intendente de Córdoba, Ramón Mestre, y el candidato por la alianza Cambiemos será el diputado Mario Negri, también radical. La decisión de Mestre de llevar el enfrentamiento con Negri hasta la virtual ruptura indica que no carecen de razón los que dicen que el radicalismo es un partido suicida.
Muerto quien fue el jefe real del peronismo cordobés, José Manuel de la Sota, nunca el radicalismo había tenido una oportunidad mejor de retomar el poder en Córdoba, donde gobernó durante 16 años desde 1983. La división parece haber provocado el naufragio de esa posibilidad. Schiaretti, con todo, no es un gobernador hostil para Macri. Tienen momentos de acercamiento y de distancia, pero siempre prevalece en ellos una buena relación personal que lleva más de 20 años.
Lo único cierto es que Schiaretti tomó una larga distancia de Cristina. Formalizó una alianza con el socialismo santafesino y con Margarita Stolbizer. El probable candidato a gobernador peronista de Santa Fe, Omar Perotti (se supone que le ganará la interna a María Eugenia Bielsa), ya adelantó que no trabajará para candidaturas nacionales; es decir, ni para Cristina ni para Macri.
En la Capital es donde vive el núcleo anticristinista más numeroso del país; ahí Cristina solo tiene un destino de derrotas. Todas las encuestas indican, por ahora, que en Mendoza se impondría el candidato provincial de Cambiemos. Solo en algunas provincias del Norte (Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero, sobre todo) Cristina Kirchner conserva algún predicamento.
La situación de Macri no es muy diferente. Los que ganaron en Neuquén y Río Negro son partidos provinciales dispuestos a colaborar en la gobernabilidad del Presidente, pero no jugarán, abiertamente al menos, a su favor en las elecciones presidenciales. En los comicios bonaerenses tendrá probablemente un duelo cara a cara con Cristina y en igualdad de condiciones. En Córdoba, Schiaretti es su amigo para tiempos tranquilos, pero no puede esperar de él un apoyo electoral decidido. En Santa Fe, el cisma entre el radicalismo y el socialismo (que compartieron el poder provincial durante muchos años) los aleja a ambos del triunfo. En el norte, el Presidente solo puede contar con Jujuy. Las otras provincias norteñas se irán decidiendo entre variantes peronistas de acuerdo con la evolución de las encuestas.
Hay, sí, un factor que beneficia a Macri. Es él quien tiene el control político del Estado nacional, del bonaerense y del de la Capital. En una campaña electoral que se anuncia austera (¿qué empresario aportará a campañas electorales después de los arrepentidos en la causa de la cuadernos?), el que tiene el manejo del Estado cuenta con una ventaja de la que los otros carecen.
El Partido Justicialista y el Frente Renovador de Sergio Massa deberían tomar nota de su experiencia rionegrina. Todos ellos, y muchos grupos y subgrupos kirchneristas, acompañaron la candidatura del cristinista Martín Soria. Hubo una sola excepción peronista: el senador Miguel Pichetto, que eligió una alianza con el partido provincial que ganó las elecciones. Peronistas y massistas terminaron embarrados en la derrota del cristinismo.
Podría leerse esa lección como una advertencia para las elecciones nacionales. El peronismo alternativo y el cristinismo no juntan más votos. Es el cristinismo el que termina reduciendo al peronismo no kirchnerista a su techo electoral, ciertamente alto. El primero que debería aprender de esa experiencia es Massa, porque es el más ambiguo de los alternativos en la relación con Cristina Kirchner. Ni Pichetto ni Juan Manuel Urtubey ni Schiaretti se imaginan compartiendo un destino electoral con la expresidenta. Massa piensa, en cambio, que podría ser su heredero electoral si ella desistiera de la candidatura.
Hasta ahora, al menos, la provincias bailan solas en el paisaje de las elecciones nacionales de octubre. Ni Cristina ni Macri pueden decir de antemano que tendrán el apoyo de numerosas provincias. La mayoría de las provincias resolverá sus candidaturas locales antes de las nacionales. La mayoría, también, se decidirá por una opción cuando el resultado esté más claro de lo que indican las contradictorias encuestas de siete meses antes.
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