Las urgencias de la política para 2022: la inflación, la negociación con el FMI y las internas en el Gobierno y la oposición
Cuatro analistas consultados por LA NACION proyectan sobre el aumento de los precios, la negociación de la deuda externa y las tensiones que surcan tanto al Frente de Todos como a Juntos por el Cambio
Pese a no ser un año electoral, 2022 promete ser clave. Es que muchas de las cuestiones que están hoy abiertas comenzarán a tener un desenlace en el trascurso de los próximos meses, con la mira puesta en los comicios presidenciales de 2023. LA NACION consultó a distintos analistas para que den su mirada acerca de algunos de los grandes temas que tendrán en vilo a la política argentina a lo largo del año que acaba de comenzar. Desde el aumento acelerado de los precios hasta la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), pasando por la interna que surca a Juntos por el Cambio y los idas y vueltas en la relación entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
Inflación
“La variable económica más sensible políticamente del 2022″. Así define a la creciente preocupación por la inflación el director de la consultora Synopsis, Lucas Romero. Según indica el politólogo, a partir de sus últimos sondeos, el 47% de la sociedad considera que el aumento de los precios es el principal problema que afecta al país. Sin embargo, si el foco se circunscribe al universo de votantes que optaron por el Frente de Todos en las últimas elecciones legislativas, ese porcentaje asciende a un 62,5% “Por eso, no creo que sea correcta la afirmación, bastante generalizada entre los economistas, de que al Gobierno le conviene una inflación alta porque así licúa el gasto”, matiza Romero, para después agregar: “Si hay un sector al que le afecta con mayor fuerza la inflación, ese no es el de mejor poder adquisitivo, sino el de menores recursos, la base de apoyo del oficialismo”.
Para Romero, a diferencia de lo que podía ocurrir hace una década, Alberto Fernández está hoy mucho más atado de manos para contener el daño que hace la inflación en los sectores más vulnerables, ya que el Estado carecería del margen suficiente para protegerlos con algún tipo de transferencia de ingresos. “Si bien parece la vía más fácil para ir ajustando el desequilibrio de las cuentas públicas, el aumento acelerado de los precios es muy perjudicial políticamente y no existe mucho margen para que la gente pueda seguir soportando el deterioro de su poder adquisitivo”, agrega el consultor.
En esa apreciación coincide Shila Vilker, de la consultora Trespuntozero, quien plantea que una devaluación brusca de la moneda, aunque signifique un alivio para el fisco y sea una carta a mano para jugar en las negociación con el FMI, se traduciría, como siempre, en un golpe al bolsillo de los ciudadanos. “El año pasado se creció alrededor de un 10%. Se puede hablar de una recuperación económica pospandémica, pero la pregunta es si alcanza”, se interroga la especialista. Y responde: “A mí me da la impresión de que no. Aunque hay algunas buenas noticias, el crecimiento no alcanza para corregir el gran desfasaje entre el costo de la vida y el salario que lleva al fenómeno, cada vez más extendido en la Argentina, de personas que trabajan y que al mismo tiempo están por debajo de la línea de pobreza”.
Negociación con el FMI
Vilker es clara al precisar cuáles serían, a su entender, los únicos dos temas que “abren futuro” hoy en el debate público argentino: “uno es el 2023 y, el otro, la negociación con el Fondo Monetario”. En ese sentido, señala: “La pregunta que está en danza es si se puede encarar el problema de la deuda sin ajustar. Esa es la tensión gruesa. Y parece un poco difícil imaginar un acuerdo sin algo de ajuste, a menos que lo que se logre sea patear la pelota de los vencimientos para adelante”.
“El Gobierno parecía tener tomada la decisión de acordar a como dé lugar. Pero primero se decía que iba a ser a fin de año, después en los primeros días de enero, ahora ya se empezó a hablar de marzo”, continúa Vilker, quien no duda en caracterizar la situación como “un escenario de procrastinación”, con un oficialismo “trabado” porque se propuso “arrancar” recién una vez que se diera vuelta la página del FMI. “Yo intuyo que todo va a terminar en una especie de acuerdo parche, es decir, sin un acuerdo general. Hoy por hoy, no veo a todo el arco político acompañando. Y en situaciones como estas, lo que se necesitan son consensos para encarar un programa de pago. El tema es que nadie quiere cargar ese costo político sobre sus espaldas”, analiza.
“Me parece que la idea del Gobierno es hacer el ajuste antes de cerrar con el Fondo, para así decir, al momento de acordar, ‘ellos no nos piden nada’”, suma, por su parte, el sociólogo Carlos De Angelis. Y, en referencia a la “procrastinación” señalada por Vilker, agrega: “Creo que las razones de la postergación del acuerdo están en que desde Washington piden mucho. Aunque en el oficialismo ya tienen el mapa de cómo va a ser la recomposición energética a partir de la quita de los subsidios a las tarifas”.
En esa línea, Romero subraya que un eventual acuerdo con el FMI le otorgaría al Gobierno algo de lo que el presidente Alberto Fernández siempre renegó: un programa económico. “Este Gobierno nunca tuvo un programa, que es, ni más ni menos, el hecho de asumir un compromiso público acerca de cuáles serían las pautas orientadoras de la política económica de un país”, apunta el director de Synopsis.
“Sin embargo, da la sensación de que, por ahora, no se juntan los dos extremos que se tendrían que juntar: las condiciones mínimas que exige el Fondo para un programa consistente y el umbral de lo tolerable por Cristina Kirchner”, plantea Romero. Y advierte acerca de algunos síntomas que indicarían que “Cristina no descarta que la cosa se complique y tenga que ir hacia una discusión más política, por eso la mención que hizo durante su discurso del 10 de diciembre pasado, acerca de que el Fondo tumba presidentes, y los movimientos de Oscar Parrilli en el Senado buscando modificar la mayoría necesaria para solicitar un plebiscito”.
Según el analista, la vicepresidenta está convencida de que el programa que firmó Mauricio Macri con el FMI en 2018 fue en el marco de un acuerdo político, lo que la lleva a reclamar el mismo trato. “Cristina quiere un acuerdo político. Y un acuerdo político es lo contrario de lo que quedó plasmado en la evaluación ex-post que expuso el Fondo. ¿Qué sería un acuerdo político? Básicamente que el FMI haga la vista gorda y que le permita al Gobierno tener un programa light, uno que impulse la demanda sin afectar la recuperación económica”, evalúa Romero.
Las tensiones en el oficialismo
“Veo la situación general del Gobierno muy complicada”, define, ante la consulta de LA NACION, Mariel Fornoni, de Management & Fit. “El oficialismo carece de un apoyo significativo de la opinión pública, no tiene gestión y sufre una crisis en la alianza de gobierno que se traduce en un vacío de poder”, desarrolla. En ese sentido, Fornoni considera que el Frente de Todos debería poder “centralizar las decisiones”, algo que en sus primeros dos años de gestión estuvo lejos de ocurrir. “La alianza de poder cruje, y va a crujir más todavía en la medida en que empiecen a hablar al interior del oficialismo acerca de cuáles serán las alternativas para jugar en el 2023″, señala.
“El tema central es que Cristina se quedó sin candidato. Aunque no habría que subestimar: en 2019 tampoco lo tenía y sacó a Alberto Fernández de la galera. Pero me parece que las apuestas de ella, tanto en la provincia de Buenos Aires como a nivel nacional, se le pincharon, como eran su hijo Máximo y Axel Kicillof”, agrega Fornoni, quien, por otro lado, afirma: “La idea de Alberto de ir por su reelección tiene que ver, ante todo, con un intento suyo por tratar de frenar el vacío de poder. No veo ahí una jugada estratégica”.
La interna opositora
A diferencia de la caracterización que hace del oficialismo, Fornoni ve a la oposición mejor parada de cara al futuro. Aunque, desde la elección del 14 de noviembre a esta parte, considera que el desempeño de Juntos por el Cambio fue “muy pobre” y que eso le va a terminar trayendo consecuencias. “Ahora estamos en una época especial por el período de fiestas y las vacaciones, pero creo que se va a empezar a ver una desilusión de parte de quienes pusieron expectativas en que el resultado electoral iba a permitir frenar al kirchnerismo y que ahora, por un motivo o por otro, notan que eso no ha ocurrido”, sostiene.
Para Romero, en tanto, uno de los problemas principales de Juntos por el Cambio es que “hay en la discusión pública un reclamo para que exista una sola oposición, cuando en la práctica es muy difícil que eso ocurra”. Y menciona que esa demanda, a su vez, está cruzada por las dificultades que tiene la coalición opositora para lograr definir un liderazgo. “Al no haber una conducción centralizada que permita delinear una estrategia a seguir, se seguirán dando situaciones como las que se vieron en estas últimas semanas”, comenta el director Synopsis, en alusión al fallido freno de la suba de Bienes Personales por la ausencia de tres diputados y la aprobación de la re-reelección de los intendentes en la Legislatura bonaerense, con acompañamiento opositor.
“Vemos que comenzó una tensión por el poder al interior de la coalición, aunque sin una discusión conceptual. Se debaten figuras, no se discuten modelos”, observa, por su parte, Vilker, para quien el reto que tiene Juntos por el Cambio por delante es que su disputa interna no genere la imagen de que “al final son todos lo mismo”. “No deben perder de vista la fuerza que comenzaron a tener los espacios más antipolíticos, algo que les debería significar una advertencia”, señala la analista.
En ese sentido, Romero identifica el principal desafío de la coalición opositora de cara a 2023 en el hecho de lograr conglomerar distintas demandas. “Tiene que juntar a votantes que piden cosas distintas, agruparlos detrás de una única propuesta electoral. ¿Por qué digo que es el principal desafío? Porque cuando se analiza el universo de votantes opositores, uno se encuentra con demandas muy heterogéneas”, precisa el politólogo, para después sintetizar: “Las diferencias que se ven en la dirigencia opositora no son ajenas, en definitiva, a las diferencias que se encuentran en el grueso de sus votantes”.
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