A continuación, sus principales conceptos:
- Alberto Fernández se propone como el primer presidente feminista. Un peronista-feminista, digamos. Ayer encabezó el acto de apertura por la Semana de la Mujer Trabajadora en el CCK, como parte de la conmemoración del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Con la economía estancada y la ausencia de un plan económico, lo cierto que no pudo, hasta ahora, poner plata en el bolsillo de la gente. Como compensación, propone un proyecto de alto valor simbólico para la agenda progresista: la legalización del aborto.
- La Iglesia le contestó con una movilización a Luján para el 8 de marzo, algo que ni siquiera hizo durante el gobierno de Macri, al que criticó muy duramente.
- Que el peronismo lidere el feminismo en la Argentina configura, por lo menos, un malentendido: si bien fue durante el gobierno de Perón que se sancionó el voto femenino, en 1947, todo el discurso político de Evita –en la Razón de mi Vida, por ejemplo- es el de una mujer que está detrás de un hombre, el general, que lo es todo para ella. Si en el feminismo una mujer dice: "Yo soy la mujer de mi vida" (en el sentido de que soy la protagonista de mi propia película), Evita dirá en cambio: "Daría mi vida por Perón". En la pareja de Néstor y Cristina Kirchner.
- También había una disparidad de poder: él era claramente el jefe político y personal, el que mandaba, mientras que la ahora vicepresidenta mantuvo una férrea posición antiabortista durante los ocho años de su mandato en los que tuvo un poder casi absoluto.
- Fernández pretende convertir la legalización del aborto en una bandera de su gobierno, como lo fue el matrimonio igualitario durante la época de Néstor Kirchner y el divorcio vincular, en la de Alfonsín. Detrás de ambas iniciativas -aborto y matrimonio gay- está la misma mujer, Vilma Ibarra, quien fue pareja de Fernández durante 9 años. Vilma Ibarra se enfrentó duramente a Cristina Kirchner, sobre la que escribió un libro muy crítico, y suele contar que ni Cristina ni Néstor Kirchner apoyaban inicialmente el proyecto del matrimonio igualitario. Recién lo hicieron cuando se dieron cuenta de que les iba a traer un rédito electoral.
- Pero a pesar de que se propone como un presidente feminista, Alberto Fernández solo tiene cuatro ministras sobre un elenco de 21 casilleros.
- El paradigma de la meritocracia –esforzarse por un objetivo, perseguir un sueño y alcanzar una meta como fruto de la propia capacidad- es un motor muy potente que hace avanzar a las sociedades. Sin embargo, cuando se aplica al tema género puede llevar a inequidades porque la cancha está muy desequilibrada.
- En los temas de género operan prejuicios culturales automáticos que distorsionan los ojos de quienes perciben. Durante el gobierno macrista, por ejemplo, los prejuicios negativos del kirchnerismo les impedían "ver" las obras que Macri estaba haciendo en el conurbano bonaerense. Con las mujeres sucede algo parecido: los prejuicios machistas pueden impedir "ver" sus capacidades. Eso significa que, a la hora de elegir cargos políticos, se opte por un varón.
- Eso, además de lo más obvio: la carga horaria que las mujeres dedican a tareas de cuidado. El hogar es, aún, responsabilidad principal de ellas.
- Todo ese entramado hizo que, antes del cupo femenino, una ley que se sancionó en los noventa, la proporción de mujeres en el Congreso era casi inexistente. Es decir: sin cupo en política, las mujeres no llegan.
- En 2017 se produjo un hito en el tema al sancionarse por ley la paridad de género para las listas de cargos electivos y partidarios. En 2019, la primera elección con paridad, la Cámara baja queda conformada por un 41,2% de mujeres total, mientras que el Senado tendrá una participación femenina del 40,3% sobre el total.
- Cristina Kirchner volvió a demostrar esta semana que tiene un enorme poder para la narrativa y la tergiversación de los hechos. Tal vez su verdadera vocación debería haber sido la de guionista. Validó su talento esta semana cuando volvió a la carga con su relato del lawfare que el propio presidente Alberto Fernández, su socio, descree. ¿Cómo que descree, si él mismo hizo un video hablando de esto?
- Miremos los hechos y las palabras. El lawfare, es decir, esta idea de que existe un "plan sistemático" de persecución, a nivel global, contra gobiernos populares, del cual formarían parte los medios de comunicación, el gobierno de Mauricio Macri, la Justicia y Estados Unidos. Si seguimos esta narrativa, concluimos en que Ricardo Jaime es inocente, que los 9 millones de dólares de los bolsos revoleados por José López no existieron. Tampoco existieron los 70 millones de dólares que Daniel Muñoz, el secretario de Kirchner, sacó del país. Y Lázaro Báez, Julio De Vido o Boudou –los dos últimos condenados- serían, apenas, víctimas.
- ¿Cree Alberto Fernández en esto? Definitivamente, no. Cualquier periodista que haya hablado con Alberto Fernández cuando era jefe de Gabinete de Néstor y Cristina sabe lo que él pensaba sobre Jaime, López, De Vido: eran sus enemigos dentro de ese gabinete y sabía perfectamente que la corrupción pasaba por ellos. Y siguió pensando eso. Y cuando le tocó hablar, ya como candidato de presidente del Frente de Todos, afirmó que solo creía en la inocencia de Cristina. Es más: cuando era jefe de campaña de Massa o de Randazzo jamás mencionó la existencia de un mecanismo como el lawfare. Recién empezó a utilizar esa palabra cuando se reconcilió con Cristina.
- Es obvio que el relato del lawfare parece tener como fin último la impunidad. Si todo fue una ficción armada por los medios, Macri, la Justicia y Estados Unidos, no hubo delito. Y si no hubo delito De Vido, Jaime, Boudou, López, y el resto de los acusados –y en algunos casos, condenados como el propio Boudou y De Vido- deberían estar libres.
- De hecho, es lo que sucedió. Esta semana quedó libre De Vido, un emblema de la corrupción kirchnerista, según el consenso de los periodistas que lo investigaron y los jueces que lo condenaron.
- Entonces, ¿la promesa de Alberto Fernández ante la Asamblea Legislativa de desterrar los "sótanos del poder" era para sanear la Justicia o para manipularla? Los hechos de esta semana no solo inclinan la respuesta hacia la segunda opción sino que opacan el anuncio presidencial sobre una reforma judicial que el último domingo parecía buena.
- Pero la sociedad argentina no votó a Alberto Fernández por su agenda progresista sino para que reactive la economía, cosa que por ahora no está sucediendo. No hay un incremento sustancial del consumo. La generación de derechos no fue acompañada por la generación de dólares genuinos para garantizarlos. 20 millones de personas cobran del Estado argentino, en un país que le pone trabas a la exportación y a la vez no genera la confianza suficiente para atraer inversiones.
- La actividad industrial viene cayendo fuerte desde 2011, en la misma sintonía que el resto de la economía que hace diez años está estancada: la misma torta, pero para mucha más gente. La salida de ese laberinto es, por ahora, incierta.
La trama del poder
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