Loris Zanatta: "Hay una lucha entre los políticos para ver quién es el más papista de todos"
El historiador italiano analiza los beneficios y los riesgos para la Argentina de tener un papa nacido en su propia tierra
La existencia de un papa argentino puede tener efectos positivos y negativos en su país: si por un lado puede favorecer una transición política no traumática, ante las elecciones de 2015, por otro puede significar "una lucha de todos contra todos para ver quién conquista la legitimidad conferida por el Papa, para ver quién es el más papista de todos".
Así lo afirmó el historiador italiano Loris Zanatta, uno de los mayores expertos en el estudio de los populismos e historia de la Iglesia en América latina, autor de diversos libros sobre el peronismo y de una biografía de Eva Perón.
Durante una entrevista con LA NACION en una cafetería de Piazza Navona, Zanatta, profesor de historia de América latina en la Universidad de Bologna, al margen de analizar las "potencialidades positivas y peligrosas" de Francisco, advirtió que uno de los efectos más preocupantes del kirchnerismo es el trabajo hecho sobre las nuevas generaciones a través del llamado "relato".
"Lo viví en carne propia en uno de mis viajes a Buenos Aires, cuando vino a entrevistarme a mi hotel un joven muy simpático que, después de acomodar su grabador y anotador, me dijo que trabajaba para la agencia Paco Urondo y que era un periodista militante. «¿Militante de qué?», le pregunté. «Del kirchnerismo», me contestó. «Pero un periodista por definición es crítico del poder», le dije. Y él me contestó: «Los poderes son otros, nosotros somos una colonia», y yo me quedé boquiabierto", contó Zanatta.
-¿Qué efecto puede tener un papa argentino en su país?
-Un papa argentino tiene hoy potencialidades positivas y potencialidades peligrosas a la luz de la historia argentina. Positivas, porque la Argentina se encamina hacia una transición política que no será simple. El año que viene hay elecciones muy importantes, Cristina Kirchner no se puede presentar, el peronismo está divido y el kirchnerismo ha sido, además, un fenómeno de tal envergadura que estas elecciones no se pueden pensar como normales. El kirchnerismo se autorrepresentó como un nuevo orden y, cuando termina un nuevo orden, es normal que la transición sea especialmente tensa. Tener una figura de enorme prestigio como el Papa puede ayudar a una transición no traumática...
-De hecho, no hace otra cosa que decirles a los políticos que lo visitan en el Vaticano que "cuiden a Cristina", para que haya una transición serena...
-Sí, porque hay riesgos fuertes, hay un clima muy pesado, y porque este tipo de fenómenos políticos como el kirchnerismo dividen, crean climas de odio-amor muy profundos.
-¿Y las potencialidades peligrosas de tener un papa argentino?
-Sí, es un peligro gigantesco. Por razones históricas, la Argentina tiene problemas para separar la esfera espiritual de la esfera temporal, y para pasar de un orden unanimista a una democracia pluralista moderna. Si es así, y fue funcional el mito de la identidad común católica, se hace especialmente difícil consolidar lo que fue con el retorno de la democracia recuperar el Estado de Derecho y separar estas esferas. Es muy difícil seguir haciéndolo cuando en un hombre, en una figura espiritual y política, se concentran la autoridad espiritual de toda la catolicidad y el depositario del mito nacional argentino, de la nación católica. El riesgo es que la política argentina, que se siente débil, comience a desencadenar una lucha de todos contra todos para ver quién conquista la legitimidad conferida por el Papa, quién es el más papista de todos.
-Cosa que pareciera que ya está ocurriendo...
-¡Por supuesto! Todos tratan de legitimarse a través del Papa, viajan a Roma, se sacan la foto con el Papa. ¡Pero ése es un paso atrás, es un peligro enorme! Significa que se sigue pensando que por arriba de las instituciones hay algo superior. Es como si la esfera política de la Argentina no lograra emanciparse de la tutela religiosa. Como si nadie tuviera el coraje de decir, por ejemplo: "Yo estoy de acuerdo en hacer una reglamentación sobre la ley del aborto", sin que nadie me acuse de ser un antiargentino, un antipueblo, un anticatólico. Con una clase política que se siente débil y combatiendo entre ellos para ver quién parece más cercano al Papa, se limita la autonomía de la esfera política y esto es muy preocupante. Y es un riesgo que no depende del Papa.
-La década del kirchnerismo parece haber resucitado una mística del peronismo muy fuerte en la juventud...
-Es lo que más me asusta, el trabajo sobre las nuevas generaciones. Hay una manipulación de la memoria. Paradójicamente, es uno de los efectos de la dictadura: entre los varios desastres, la violación de los derechos humanos, la guerra, la destrucción del Estado, la bancarrota económica, han creado heridas tan profundas que hoy esta narración histórica, el famoso relato, ha podido conquistar una gran legitimidad en una parte de las nuevas generaciones, a las que se le cuenta una historia que no es muy distinta de la que les contaron a las generaciones sucesivas a la caída del peronismo, que empezaron a mitizar al peronismo clásico. En esta generación pasa algo similar con los movimientos armados y no, revolucionarios y no tanto, de los años 60-70. Es una historia "inventada", como nos enseñó Hobsbawm. Uno parece haber regresado a un clima de los años 70. Y esto no le hace bien a la Argentina, porque el mundo no es más el de los años 70 y es muy claustrofóbico. Este debate tan ideológico acompaña a modelos económicos nacionalistas autárquicos, como el de Cristina Kirchner, a políticas exteriores que aún piensan al mundo como si estuviéramos en la Guerra Fría, donde hay que combatir a Occidente... Hablar de Occidente en el siglo XXI ya no tiene sentido. Me parece una forma claustrofóbica de un país que vive el pasado como un eterno presente.
-Para usted, ¿se trata de uno de los efectos más preocupantes de la "década ganada"?
-Sí. Aunque no sabría cuantificarlo. Porque al final en estos movimientos como La Cámpora también hay mucho oportunismo, clientelismo... Y, además, los jóvenes crecen y muchos después piensan con su cabeza. Pero, sí, es una herencia complicada, porque impide analizar históricamente el pasado y discutir libremente sobre el pasado.
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