Los contrastes de la ciudad más cara del mundo
Una hamburguesa a 23 dólares y un café a 7. Una buena cena puede superar tranquilamente los 100. La compra de un departamento de tres ambientes en el precario barrio de Sao Paulo se ofrece desde un inmenso cartel a 240.000 dólares. Y el alquiler, a 4000 por mes.
Son precios disparatados para un país en el que casi la mitad de su población vive con menos de 2 dólares diarios.
Luanda fue elegida en 2010 y 2011 como la urbe más cara del mundo. Así lo reveló un estudio pormenorizado de la consultora internacional Mercer, cuyo trabajo de campo se desarrolló en 214 ciudades.
¿Por qué es una ciudad tan cara? La principal razón es que casi la totalidad de los productos son importados. La descolonización portuguesa y la guerra civil devastaron a las industrias locales, que de a poco se van reconstruyendo. Aquí hace falta capacitación y las herramientas que den el impulso para activar el resurgimiento. Por eso es una ciudad de paso para ingenieros y expertos en industrias alimenticias, y, claro, para los petroleros y los amantes de las joyas.
En la calle, a veces, intentan engañar a los turistas con la venta de un diamante que bien puede ser un pequeño vidrio hecho añicos.
El hombre común de Angola no accede a estos precios de locos. Para nada. Vive con mucho menos dinero y por lo general subsiste gracias a la venta ambulante, que abunda por todas partes. Se moviliza en candongueiros , unos minibuses en los que viajan apiñados a cambio de un dólar por trayecto. Y compran la comida en los pulmones comerciales que se montan al aire libre en los grandes barrios de Luanda. Está claro que ellos no son parte de la demanda.
"Es una ciudad de acceso para una elite con dinero y poder, que está condicionada sobre todo para los petroleros. El progreso social llegará muy de a poco. En quince años será otra cosa", dice a La NACION el diplomático Eduardo Sguiglia, quien abrió en 2005 la embajada argentina en Luanda.
La mirada de un sacerdote argentino que vive aquí hace seis años es aún más ilustrativa.
"Hay dos ciudades diferentes: la del Sur y la bahía, y la del Norte.
En la primera son pocos, y en la otra son muchos", expresa Roberto Musante, uno de los curas del Complejo Don Bosco.
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