El laberinto político. Los enigmas que rodean los cargos de Néstor Kirchner
En política, resignar espacios puede ser suicida. Y si algo demostró Néstor Kirchner en los últimos meses es que no está dispuesto a atravesar esa muerte elegida. Desde que dejó el poder formal en manos de su mujer, coqueteó con tres sitiales clave: su banca de diputado nacional, la presidencia del PJ y la secretaría de la Unasur. En todos los casos, el santacruceño hizo gala de esa particular combinación de misterio, coqueteo, rechazo y aceptación, que maneja con astucia.
El enigma alrededor de su candidatura a diputado duró meses. Casi tantos como el que montó en 2007 con la repetida fórmula de "pingüino-pingüina". Sólo al filo del cierre de las listas, cuando se escurrían las últimas horas del 9 de mayo del año pasado, se supo que encabezaría la lista del Frente para la Victoria. Hasta el día de las elecciones fue el más férreo defensor de las candidaturas testimoniales.
En una entrevista con Oscar González Oro tres días después de la oficialización de sus planes electorales defendió la postulación de hombres y mujeres que nunca pisarían el Congreso con un renovado ataque a la prensa. "Son una conceptualización mediática", dijo sentado en su despacho de Olivos sobre las mentadas testimoniales. Añadió que Daniel Scioli, Sergio Massa, Nacha Guevara y 45 intendentes bonaerenses eran "la cara de la transformación". Pronto quedaría claro que eran exactamente eso: sólo las caras, figuras de alto impacto en busca del famoso "efecto arrastre" para los nombres que venían detrás.
Cuando el 3 de diciembre pasado asumió en la Cámara de Diputados, una vez más después de meses de versiones cruzadas sobre si se haría cargo del puesto (difundidas por su propio entorno), Kirchner cambió la candidatura testimonial por la diputación testimonial. Estuvo en el recinto tres veces: para jurar, el día que la Presidenta abrió las sesiones ordinarias y la madrugada del miércoles pasado cuando, después de seguir el último tramo del debate por el matrimonio gay desde su despacho, bajó a tiempo para votar. El vacío de su banca saltaba a la vista entre los papeles, carpetas, teléfonos y tazas de café a medio tomar atiborrados a su alrededor en las mesas de los diputados reunidos desde hacía horas.
Voy y vuelvo. Transcurrían días caldeados del conflicto con el campo, mayo de 2008. Se había convocado a un acto en la cancha de Almagro para ungirlo como presidente del PJ. Kirchner asumió ante una multitud y puso fin a su días de "primer caballero". Atrás quedaban también su búnker en Puerto Madero y la promesa, siempre incumplida, de pasar sus horas en un café literario.
Además, el santacruceño cerraba definitivamente los años de transversalidad, radicalismo K y otras alianzas circunstanciales. Volvía a buscar refugio en las anchas espadas del justicialismo.
Sin embargo, el 29 de junio de 2009, cuando habían pasado menos de 24 horas desde el revés en las urnas, sorprendió en una conferencia de prensa. "Voy a renunciar indeclinablemente a la conducción del partido a nivel nacional", dijo casi golpeándose el pecho en un mensaje grabado en Olivos.
Menos de seis meses después de esa retirada ya estaba en marcha un nuevo operativo clamor para que retomara las riendas. La pérdida del poder hegemónico en el Congreso, la crisis con el Banco Central y la rebeldía en aumento de los gobernadores cansados de los rigores de la billetera manejada desde la Casa Rosada lo hicieron volver. "Vamos a gobernar hasta 2020", prometió en Resistencia. La frase no sólo marcó el retorno a la conducción partidaria. También sepultó el paso al costado con el que Kirchner había intentado descomprimir la derrota de junio y reactualizó sus aspiraciones de cara a 2011. Ya no quedaron dudas de que su operación de carótida produciría cualquier efecto (hasta un repunte en las encuestas) menos su alejamiento del centro de la escena política.
Pero, ¿dónde estará Kirchner en 2011? Cuando el martes último atravesó las puertas del Congreso para votar a favor del matrimonio gay llevaba pocas horas con un nuevo cargo en su haber: ya era secretario general de la Unasur. Fernando Lugo, Sebastián Piñera y hasta Hugo Chávez, cada uno a su modo, se ocuparon de recordarle que estaba aceptando un puesto que le exigía dedicación exclusiva. El ex presidente escuchó sin inmutarse y abrazó un compromiso internacional, de esos que siempre le provocaron urticaria y aburrimiento. Ahora se prepara para dejar su banca de diputado. Todavía no está claro si pedirá licencia, con lo que retendrá los fueros parlamentarios, o si renunciará para dejarle el lugar a Dante Dovena. Como sea, se sacará de encima una obligación que no cumplió del todo.
¿Y dónde estará Kirchner dentro de dos años? Recién en mayo de 2012 podrá dejar la Unasur en manos de su sucesor. Antes de eso, ¿intentará volver a la presidencia en 2011? ¿Estará al frente de la campaña de otro peronista? ¿Dedicará sus horas todas a la Unasur? ¿Dejará la secretaría del bloque antes de tiempo?
Por lo pronto, esta semana se comprometió a "asegurar el proceso de integración sudamericana". Sin dejar de sonreír, Rafael Correa le recordó que, si llegara a fallar, serán los propios presidentes de la región quienes le demanden "las exigencias del presente". Sólo el tiempo dirá cómo resonará la sutil advertencia del ecuatoriano en la memoria de Kirchner cuando, en unos meses más, tenga que decidir sus próximos pasos.
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