Los isleños: de la desconfianza a convicción de que el operativo "valió la pena"
Valió la pena. Con esas palabras se refirió Teslyn Barkman, miembro de la Asamblea Legislativa de las islas Malvinas, a la visita de los familiares de los soldados argentinos caídos en la guerra. "Se necesitó mucho esfuerzo para organizarlo pero valió mucho la pena poder darle la oportunidad a las familias de ver la identificación de sus seres queridos sobres sus tumbas", dijo la funcionaria a LA NACION.
En línea con el comunicado que difundió el gobierno de las islas mientras se desarrollaba la ceremonia de honor en el cementerio de Darwin, en la que se destacó el deshielo en las relaciones bilaterales entre la Argentina y el Reino Unido, Barkman subrayó que "lo correcto es que los problemas políticos puedan ser puestos a un costado para hablitar una visita humanitaria" y remarcó que la asamblea quedó "complacida" al ver que la visita fue "respetuosa y bien coordinada".
La conformidad que demostraron los isleños tras el viaje se contrapone con la postura que tenían hace apenas unos meses, cuando la misión del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) todavía estaba lejos de concretarse.
No fue fácil convencerlos. La desconfianza de los habitantes de las islas frente a la Argentina después de años de distanciamiento y confrontación durante los gobiernos kirchneristas se hizo evidente cuando le transmitieron a la Cruz Roja sus preocupaciones sobre cual creían que podría ser el verdadero objetivo detrás de la identificación de los cuerpos.
"Se preguntaban si esto era una operación humanitaria, si las familias estaban realmente preocupadas o si esto era algo más político, ligado con una iniciativa del gobierno argentino", había contado a este diario Laurent Corbaz, el jefe del equipo de forenses y técnicos que viajaron a las islas el año pasado. Más tarde, después de explicarles que la iniciativa partía de un acuerdo entre los gobiernos argentino y británico, y que ya se tenía en aval de los familiares, los isleños dieron el visto bueno a la llegada de los equipos.
"[El gobierno de las Malvinas] colaboró mucho. Nos ayudaron a organizar todo en el lugar de trabajo, que está muy aislado. Sin esa ayuda no hubiéramos podido establecernos allí con los contenedores, la electricidad, el soporte legal y el resto de la logística", indicó, en pleno operativo.
Tras despejarse las dudas, el rechazo pronto pasó al desinterés. Incluso, mientras los forenses estaban trabajando en Puerto Argentino, los isleños se mostraban ajenos a lo que estaba ocurriendo a unos pocos kilómetros de Puerto Argentino.
"No es un tema del que hablemos, para nada. No tenemos nada que ver con el cementerio", había dicho Alex Olmedo, un chileno que vive en las islas hace décadas y que se autodenomina un "new falklander". Él incluso creía que los cuerpos debían ser trasladados al continente para terminar con las visitas de los excombatientes "que han causado problemas".
"Que hagan su trabajo y listo. No es algo nuestro", cuestionó Susan, cajera de un supermercado.
Otros, como el mécanico Steve, estaban más cerca de la respuesta de Barkman y apoyaban la misión detrás de la identificación: "Lleva consuelo a las familias".