- Hay que llamar la atención sobre la fuerte e ininterrumpida caída de la imagen positiva del presidente Alberto Fernández. Y no solo por el derrumbe en sí, que es inédito. También porque, junto con la caída de su imagen positiva, está experimentando una evidente pérdida de la autoridad y del poder, que en el caso de su jefe de Estado, por lo menos en la Argentina, es prácticamente lo mismo. Es altamente peligroso lo que está pasando.
- Este martes, Román Lejtman, en Infobae, escribió que el lunes Cristina Kirchner y Alberto Fernández cenaron juntos, en la quinta presidencial de Olivos. Y terminaron de acordar una nueva embestida contra el jefe de gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta. Parece que también se pusieron de acuerdo en cómo terminarían de desplazar a los jueces Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y Germán Castelli. Me leí la crónica completa, y no podía creer lo que leía. Es, de verdad, la agenda del odio y del resentimiento. ¿En serio se pasaron toda la cena hablando de cómo iban a destruir al principal líder opositor, y cómo iban a terminar de cocinar a tres jueces, cuyo único pecado fue actuar de acuerdo a derecho? ¿No hablaron, por ejemplo, de la desocupación, de la pobreza, del dólar, de la brutal caída de la economía en el segundo semestre del año?
- Algunos analistas políticos están fascinados por el nivel de determinación de la vicepresidenta. Porque no duda. Porque no se detiene. Porque persigue sus objetivos de manera obsesiva y constante. Me sorprende que minimicen las reales consecuencias de su conducta. Será muy rica para su análisis, pero es suicida para el resto del país.
- ¿No tiene idea, Cristina, quien ya gobernó dos veces, que la economía se derrumba hora tras hora, minuto a minuto? ¿No registra que la política de la cuarentena contra la pandemia ya tocó un límite y el malhumor, la angustia y la bronca que vienen acumulando la mayoría de los argentinos está creciendo peligrosamente? ¿Están tan metidos dentro de sus obsesiones que lo único en lo que piensan es en no perder el poder que conquistaron a través de una jugada electoral de ingeniería? Y volviendo a Cristina ¿supone que lo que está haciendo, le hace bien a la Argentina? ¿Considera que así está ayudando al Presidente a gobernar? Porque lo está esmerilando. Lo está deteriorando a una velocidad inusitada. Le está haciendo tremendamente mal. Ya sabemos que ella tiene un capricho. Ser reivindicada por la historia. Que todos quienes informamos sobre los hechos de corrupción que la involucran terminemos desahuciados, descalificados y, si es posible, presos también. Pero como eso no termina de suceder, todos los días se le ocurre una maldad nueva. Porque es una jugada política maestra. Son maldades. Es pura fabricación de un nuevo enemigo cada día. Y no es que quiera quitarle responsabilidad al Presidente. Pero a veces no termino de entender qué tiene en la cabeza Cristina Fernández de Kirchner.
- ¿Acaso piensa que si la imagen de Alberto Fernández se termina de derrumbar ella se va a salvar del naufragio? ¿Que ella, Máximo Kirchner, Axel Kicillof y todos los que la obedecen sin chistar van a ser las figuritas de recambio para este desastre que estamos viviendo?
- Pero ahora quisiera detenerme solo un momento en Alberto Fernández. Hay mil teorías sobre su metamorfosis. Algunas de esas teorías fueron explicadas y comentadas por él mismo. La más recurrente es que el Frente de Todos es una coalición y que en una coalición conviven distintas miradas. Pero cada vez que se ponen en juego los temas relevantes resulta que el Alberto Fernández modelo 2020 parece una persona distinta a la que atacaba con furia a la propia Cristina. Pero aún si quisiéramos, en nombre de la convivencia democrática y el progreso del país, olvidarnos de todo lo que dijo y lo que hizo en su momento contra la vicepresidenta no podríamos dejar pasar: que antes de ser elegido presidente podía ser considerado un capitalista de centro. Y ahora, por las cosas que dice, debería ser considerado un precapitalista. Que antes tranquilizaba, con su discurso, no solo a los empresarios sino también a los sectores de la CGT que representan a los trabajadores del sector privado y, ahora, los espanta. Que antes tenía un discurso muy claro contra la inseguridad y en defensa de la propiedad privada, y ahora no se le entiende lo que quiere decir ni, a sus ministros, lo que quieren hacer. Que, como si esto fuera poco, inauguró un nuevo concepto, que es el desprecio por el mérito, el esfuerzo y el sacrificio.
- Durante los últimos años de la vida política de Juan Domingo Perón, los Montoneros y otros sectores de la izquierda peronista abonaron la estrategia del entrismo. Como lo consideraban viejo, enfermo, y un tanto gagá creyeron, durante años, que podían entornarlo y usarlo como una especie de trampolín para llegar y ejercer el poder. No tengo ninguna necesidad de recordar que Alberto Fernández no es Perón y los chicos grandes de La Cámpora tampoco son los Montoneros. Pero sí me parece evidente que al Presidente lo entornaron. Y si no lo entornaron debería estar sufriendo un fuerte trastorno de personalidad. Igual, no subestimaría la teoría del entrismo. El liderazgo de Cristina no es el de una organización política, sino el de una secta.
- Comparémoslo brevemente con el del expresidente Mauricio Macri. A Macri, en Juntos por el Cambio, se lo discute y se lo contradice. Incluso se discute si es el mejor líder que puede tener la oposición. A Cristina, como le adjudican haber dicho en diferentes oportunidades a Oscar Parrilli y a Carlos Zannini, no se la discute. Se la obedece. Y ni siquiera se la mira a los ojos. Detrás de Cristina hay un ejército de personas organizadas, disciplinadas y dispuestos a hacer casi cualquier cosa por ella. Durante los ocho años que gobernó, ella y su organización incondicional cometieron demasiados errores.
- Ahora se equivocan cada vez menos. Y dudan cada vez menos. No están preocupados por la economía. Ellos viven de la política. Es decir: de los impuestos que seguimos pagando nosotros. Ellos ocupan todas las cajas, y todos los casilleros imprescindibles, donde se encuentra el poder de verdad. A ellos no les importa el Covid-19, ni el PBI, ni Alberto Fernández, ni el progreso real de los argentinos. Lo único que pretenden es acumular más poder. Porque ya aprendieron que entre el poder y el llano no hay nada. O todavía peor: puede estar la cárcel y el desprecio social. Volvieron peores, pero más organizados. Y siguen jugando con fuego.
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