Menem y los Kirchner: ¿parecidos o distintos?
El vaso está medio lleno, medio vacío. Un año atrás, ¿quién hubiese imaginado sucesivos ajustes? El escenario económico disruptivo es menos probable, pero el orden macroeconómico está lejos de ser consistente.
Las tres décadas de democracia en la Argentina mostraron una economía pendular, con urgencias que priorizaron el corto plazo. Este período de marcada adolescencia permite proyectar un futuro esperanzador, aunque sin certeza respecto del tiempo que insumirá la reparación de la economía.
Casi el 75% de la nueva democracia habrá sido gobernada por dos apellidos: Menem y Kirchner . Ambos provienen del justicialismo, aunque uno fue de centroderecha y el otro de centroizquierda. Uno recibió el gobierno en hiperinflación, el otro inició su gestión con altos desempleo y pobreza. La sociedad pedía a gritos en los años 90 estabilidad y en esta última década solicitó crecimiento. La contundencia del requerimiento de la población se evidencia con las reelecciones conseguidas. La de Menem, en 1995, con un país en recesión, pero que garantizaba estabilidad inflacionaria. Cristina logró su reelección tras dos años de crecimiento, aún con inflación elevada y creciente.
El gobierno de Menem tuvo un sesgo ideológico y un accionar opuesto al de los Kirchner. Privilegió la estabilidad cambiaria, al extremo de modificar, si fuese necesario, el signo monetario. La adopción del dólar como referencia venía acompañada del beneficio de equiparar la inflación argentina con la estadounidense. Ahora bien, la estabilidad cambiaria era prioridad, más allá del desequilibrio comercial, de las escasas posibilidades laborales y del financiamiento externo que el país necesitaba.
Néstor Kirchner primero y Cristina después captaron la emergencia laboral y priorizaron, también de modo extremo, la expansión económica. El modelo de tipo de cambio competitivo y superávits gemelos era de Roberto Lavagna. El matrimonio se empecinó con el crecimiento, bajo cualquier receta. El deterioro del modelo (superávits decrecientes) deterioró la calidad del crecimiento que empezó a ser acompañado por inflación. El cambio de modelo, desde 2010, con atraso cambiario y la política monetaria y fiscal cada vez más expansiva aceleró a la inflación con un incremento de la actividad que duró muy poco (2010/11), pero lo necesario para que Cristina logre la reelección. Hoy, la Argentina crece sólo en inflación, la economía está estancada, con un riesgo social cada vez mayor, y una urgencia que es minimizar la pérdida de reservas para llegar sin explosiones al final del mandato.
Menem priorizó estabilidad inflacionaria y los Kirchner buscaron maximizar el crecimiento, dos objetivos nobles, pero que sin consistencia macroeconómica terminan siendo efímeros. Ambos decidieron el atraso cambiario y el desequilibrio fiscal, pecaron de extremismo económico, confundieron consecuencias con causas (la inflación y el crecimiento son efectos), tuvieron demasiado poder, enfermedad que lleva a desafiar la ley de gravedad e impide salir del cortoplacismo.
El próximo gobierno seguramente alcanzará una mezcla más sana de crecimiento-inflación. Resulta natural la búsqueda del equilibrio macroeconómico. De un lado, una política monetaria y fiscal "prudente"; del otro, una política cambiaria "realista" serán guías imprescindibles para balizar los precios de la economía, con relaciones mucho más racionales y previsibles.
La gran duda es saber con qué herencia comenzará su gestión. Lo ideal sería que el gobierno saliente deje la casa en orden. Acá hay ejemplos en ambos sentidos: Menem dejó el terreno minado; Eduardo Duhalde sinceró y reacomodó la economía. Habrá que ver hasta dónde llega la generosidad de la Presidenta. A favor del optimismo juega el sano legado que recibió su esposo Néstor Kirchner.
Carlos Pérez
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