Miles de personas recordaron un nuevo aniversario del golpe
El presidente Néstor Kirchner se llevó gran parte de los aplausos de toda la jornada; los actos se desarrollaron con normalidad aunque hubo incidentes dentro de uno de los edificios
A las 11 de la mañana, en el interior del predio de la ESMA todo era tranquilidad. Por las angostas calles internas sólo circulaban unos cuantos funcionarios públicos que se preparaban para el momento de la firma del convenio para la creación del Museo de la Memoria entre el presidente Néstor Kirchner y el jefe de gobierno porteño, Aníbal Ibarra.
Afuera, contra las rejas, los pañuelos blancos de las madres de Plaza de Mayo esperaban con la consigna autoimpuesta de no entrar. A su lado pendía una inacabable fila de fotos de desaparecidos. Todos los edificios del interior del predio estaban cerrados.
Pero cuando el Presidente llegó hasta el improvisado escritorio montado al aire libre frente a las puertas de la ESMA para firmar el convenio, personal de seguridad de civil habilitó la entrada y madres, abuelas, hijos y particulares que participaron del acto con claveles rojos se dirigieron hasta uno de los edificios, el Instituto Naval, el único que de repente apareció con sus puertas abiertas. Allí adentro instalaron una especie de santuario con imágenes de desaparecidos y flores a sus pies.
Fue en ese momento cuando el mayor centro clandestino de detención de la última dictadura militar pareció perder para siempre su pertenencia a las Fuerzas Armadas y la gente, en multitud, se abalanzó hacia el interior del predio. Ya eran más de las 13.
Mientras tanto, y fiel a su estilo, el Presidente recorría por fuera los alrededores de la ESMA, donde lo esperaba una gran cantidad de gente que intentaba saludarlo, escoltado por la seguridad de los piqueteros pertenecientes a la agrupación que lidera Carlos D´Elía. La caminata presidencial hizo demorar el comienzo del acto realizado afuera del predio -sobre la calle Comodoro Rivadavia— ya que su recorrido de tan sólo dos cuadras le llevó más de 20 minutos realizarlo.
La primera dama, Cristina Fernández, que acompañó a su marido durante la firma del convenio al igual que los ministros del gabinete nacional y sólo dos gobernadores del PJ, Carlos Rovira y Sergio Acevedo, y el radical Julio Cobos, de Mendoza, evitaron el calor y apretujamiento y tomaron otro camino para llegar hasta el escenario montado a un costado de la ESMA.
Reticentes a hablar, muchos integrantes del Gobierno se mostraban emocionados por los hechos y el recuerdo de viejos amigos y compañeros que ya no están.
Desde un balcón frente a la ESMA, un vecino colgó un improvisado lienzo pintado con aerosol a modo de bandera donde se leía "Viva la Armada", y que por supuesto levantó la ira de las miles de personas que se acercaron hasta la avenida del Libertador al 8200 hasta obligarlo a retirarla con gritos y abucheos.
Durante el acto, el clima fue tranquilo, como de fiesta familiar. Cánticos como "Castigo a los culpables" no dejaron de escucharse en ningún momento, y sólo se interrumpió con algún abucheo dedicado al discurso de Aníbal Ibarra, o cuando María Isabel Prigione Greco, hija de desaparecidos y nacida en la ESMA, nombró a Carlos Ruckauf, Carlos Menem o Domingo Cavallo durante su exposición.
De un lado del público, en sillas blancas se sentaron los ministros del gabinete nacional y los escasos funcionarios que asistieron; del otro, las madres y abuelas que con miradas de emoción, de recuerdo y de tristeza escucharon de pie el recital brindado por Joan Manuel Serrat, Víctor Heredia y León Gieco. La gente nunca dejó de aplaudirlas.
Incidentes
Una vez finalizados los actos y mientras la gente se desconcentraba, un grupo ingresó en uno de los edificios de la ex ESMA y descolgó cuadros que reemplazó luego por fotos de desaparecidos, rompió algunas sillas y tiró papeles en la planta baja y el primer piso.
Además, los manifestantes pintaron las paredes con marcadores con consignas contra los militares como "Nunca más", "Nulidad de los indultos", "Massera mandale saludos a Aramburu", "Montoneros no nos han vencido".
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