Veinte años después de la crisis del Beagle: (Nota III y última). Moncayo convenció al Vaticano para que mediara en el conflicto
En los hechos, el hombre encargado de convencer a las autoridades vaticanas de la necesidad de la mediación fue Guillermo Moncayo.
En noviembre de 1978, a los 49 años, había sido convocado como asesor especial de la comisión argentina que debatía con los chilenos la soberanía de las islas del canal de Beagle. Había sido magistrado, docente e investigador en derecho internacional, y dio cursos en la Academia de Derecho Internacional de La Haya.
Al frente de un pequeño equipo de especialistas integrado por Susana Ruiz, Federico Mirré y Hortensia Gutiérrez Posse, Moncayo fue el hombre que piloteó las negociaciones con el Vaticano, y la tarea no fue fácil.
"El 17 de diciembre de 1978 llegué a Roma por la tarde, y a la mañana del día siguiente me reuní por primera vez con el cardenal Agostino Casaroli. La reunión la había organizado el embajador Rubén Blanco y fue la primera de las dos que tuvimos". El horario de la cita era auspicioso porque era la última del día en la agenda del cardenal. "Blanco me dijo: ÔEsto es bueno porque estamos seguros que no nos van a interrumpir´".
Con Casaroli, en el despacho, estaban el cardenal Silvestrini y el padre jesuita Fiorello Cavalli, que sería el hombre más difícil de convencer: Cavalli no quería que Juan Pablo II se comprometiera en la mediación, porque pensaba que el conflicto era inevitable y saldría desprestigiado.
Moncayo recuerda así aquella reunión: "Hablé con la perentoriedad que me daba el saber que la guerra era inminente. Historié el conflicto, les hice ver la situación prebélica en que estaban los dos países, pero hice hincapié en las posibilidades de solución que había. Argumenté que los dos pueblos eran católicos, y cité al propio cardenal Casaroli, quien había dicho que la Iglesia debía intervenir en situaciones como ésa".
Los interlocutores más razonables de Moncayo y el equipo negociador, eran el presidente Videla, el comandante del Ejército Viola y el canciller y el subsecretario de Relaciones Exteriores Pastor y Walter Allara. "Ellos claramente no querían la guerra, y se oponían a un grupo de generales entre los que estaban Menéndez, Camps, Vaquero y Suárez Mason, que sí la querían."
Aunque Moncayo no lo dice, La Nación pudo saber que durante una reunión en medio de las negociaciones de paz, el general Ramón Camps llamó aparte a un miembro de la comisión, y le dijo: "No sabe lo fácil que es chuparse a un embajador".
Hoy, 20 años después de aquella historia, las corridas, las tensiones y las angustias son apenas un mal recuerdo tapado por la satisfacción de haber contribuido a evitar la guerra.
Pero el susto, para Guillermo Moncayo fue mayúsculo: "Hasta el último momento tuvimos miedo de que la mediación saliera cuando ya se hubiese iniciado el ataque".
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