Muestras de un mayor alineamiento argentino con los Estados Unidos
El gobierno de Eduardo Duhalde ha decidido que la Argentina regrese a un estrecho alineamiento con los Estados Unidos y ésta es, por ahora, la principal novedad que deparó la visita a Washington del canciller, Carlos Ruckauf.
Tanto las expresiones públicas del ministro como la cruda carta del presidente argentino a George W. Bush, remarcaron que la administración se colocaba más cerca de la política que instauró Carlos Menem en su momento que la que continuó luego Fernando de la Rúa.
Existen constataciones más fuertes que una suposición: Ruckauf habló al menos un par de veces con el embajador norteamericano, James Walsh, y con el propio Duhalde para definir una agenda política y una posición que contaran con la aprobación del Departamento de Estado. El canciller escribió luego una síntesis para expresar ese realineamiento cercano a Washington y le pidió a Duhalde que lo aprobara explícitamente. El Presidente lo hizo.
En la carta de Duhalde a Bush pueden rescatarse dos referencias que son ilustrativas: casi clama para que se lo deje de considerar un intervencionista de la economía (papel que se lo adjudica a su predecesor De la Rúa, al que le hace la más implacable crítica que le haya dedicado hasta ahora), y ratifica la condición de la Argentina de aliado extra-OTAN de Estados Unidos, una categoría que la administración del presidente radical no había recordado nunca en público.
El rigor histórico indica, sin embargo, que De la Rúa y su canciller, Adalberto Rodríguez Giavarini, defendieron siempre una posición política próxima a los intereses de Washington, aunque muchas veces quedaron muy solos dentro del gabinete y del propio partido radical. Los límites que tuvieron eran demasiado ostensibles.
El "caso Cuba" es una referencia insoslayable de la relación entre la Argentina y Washington. Casi siempre la Argentina se había abstenido cuando se debatió en las Naciones Unidas la condena al régimen de Fidel Castro por las denuncias de violaciones a los derechos humanos.
En su segundo mandato, Menem cambió esa posición por el voto a favor de la condena al gobierno cubano, postura que continuó bajo la administración de De la Rúa, a pesar de las airadas protestas del radicalismo. El Departamento de Estado avanzó ahora un paso más y le reclamó a Ruckauf que la Argentina fuera patrocinante del próximo proyecto de condena a Castro. Aunque no hay definiciones todavía, el canciller se inclina hacia una aceptación de ese pedido.
Fuentes inmejorables de la cancillería han dicho que esa cartera es consciente de que los vínculos políticos con los Estados Unidos ayudan, pero no definen un respaldo a la economía argentina, que es el aspecto más crítico y sensible de la crisis nacional. De hecho, la relación política de De la Rúa con Washington nunca fue mala, pero el Departamento del Tesoro decidió cortar la ayuda a su administración en diciembre último.
El sistema político de Washington contiene reglas que crean compartimentos estancos. Si bien una relación política desastrosa difícilmente podría tolerar decisiones de ayuda económica por parte del Tesoro, lo cierto es que ambas agencias del gobierno norteamericano tienen intereses y puntos de vista a veces diferentes.
Un economista que trabajó en los gobiernos de Raúl Alfonsín (cuando había serías divergencias con Ronald Reagan por el trato al gobierno sandinista de Nicaragua) y con De la Rúa, que prefería coincidir con las posiciones políticas de los Estados Unidos, no encontró grandes desigualdades en la relación de fondo con el Tesoro. "Ni nos fue más difícil con Alfonsín ni más fácil con De la Rúa", explica.
Han influido ahora, para impulsar una posición más moderada por parte de Washington, la comprobación de las graves consecuencias sociales de la caída de la Argentina, y el temor a que termine predominando aquí una política populista en condiciones de contagiar a la región. Ningún gobierno latinoamericano cuenta en estos días con importantes índices de aceptación social, tras la recesión mundial y la fuga de inversiones.
Con todo, el nuevo alineamiento sirve para abrir las puertas, como estos temores son útiles para flexibilizar el diálogo, pero la política no hará nunca el trabajo rezagado de la economía argentina.