Opinión. Multitudinaria pasión por un proyecto común
Jaime Sorín Para LA NACION
Compartiendo el dolor y la desolación con la manifestación espontánea que llena el centro de la ciudad, no pude menos que recordar las palabras de Scalabrini Ortiz: "Era la muchedumbre más heteróclita que la imaginación puede concebir".
Solamente el afecto que provoca una figura excepcional, hoy cercana y a la vez originalmente extraña, de lenguaje ecléctico y siempre renovador, podía recrear esta multitudinaria pasión por un proyecto común, un nuevo relato histórico que reemplaza al que los penosos y oscuros años de dictadura y destrucción del tejido social, cultural y económico nos impusieron.
Néstor Kirchner llegó en 2003 rodeado de conflictos y gobernó sin negarlos, sin rendirse a la lógica de corporaciones que pretendían sepultar nuevamente las demandas de recuperación de la dignidad, de la lucha por la igualdad, de la emergencia de los derechos de los olvidados. Fue consciente desde el primer instante de que era momento para transformaciones y que para ello había que reconquistar el papel de la política; supo transmitirnos su impulso irrefrenable por reinventarla, por resolver siempre en la dirección menos sospechada que para sorpresa de tantos era la que íntimamente deseábamos.
Entendió que la democracia es el lugar para confrontar y desechó la falsedad de los consensos de conveniencia, polarizando porque comprendió que la construcción de una nueva realidad no es posible sin el vértigo de la decisión.
Utilizó el simbolismo de la acción para mostrar el rumbo: bajó retratos repudiables y abrió el camino de la verdad y la justicia, rompió con el FMI enlazándonos con el sueño de la patria latinoamericana, puso al Estado como motor para la recreación de las fuentes de trabajo y a la puja redistributiva en el centro de la economía abriendo las discusiones salariales y reconociendo los derechos jubilatorios de millones de excluidos.
No podemos olvidar la ley de educación que elevó el presupuesto al 6% del PBI ni el aumento del presupuesto universitario y de los salarios docentes olvidados durante años.
Terminó su mandato cumpliendo la promesa de no reprimir las manifestaciones sociales y pasó la posta a Cristina, no solamente su compañera en los afectos sino en las convicciones como núcleo central de una relación entrañable. A ella le tocó enfrentar las batallas de la comunicación, de las retenciones, del sistema previsional, de la asignación por hijo. Recuperó Aerolíneas y el Banco Central. Compartió actos y actitudes, no transigió.
No fueron años lineales. El resultado de las elecciones de 2009 lo demuestra; algunas carencias, una realidad heterogénea, alianzas inestables: Néstor Kirchner era fundamental en la construcción de una alternativa que profundizara el rumbo. Cristina Fernández hereda el compromiso militante, lo ha compartido desde siempre; ha demostrado que no le faltan ideas ni actitud. A los humildes que la reconocen, a los jóvenes que se reencuentran con la política, a los que agradecemos a Néstor Kirchner su irrupción en nuestras vidas nos corresponde sostenerla.
lanacionar