Nemazee sólo demuestra cautela
El posible embajador de los EE.UU. espera que el Senado de su país lo designe para viajar a la Argentina.
WASHINGTON.- Mientras aprende español con sus inconfundibles derivados argentinos, Hassan Nemazee ya aprobó el curso que dicta a los futuros embajadores el Foreign Service Institute. Todo en silencio, hasta tanto su designación como virtual sucesor del cargo que dejó vacante en diciembre de 1996 el ex diplomático James Cheek, sea confirmada por el Senado.
De ahí que Nemazee, un banquero exitoso con oficina en Park Avenue, en la zona de Manhattan, no pueda emitir palabra, por ahora, sobre su nominación ni sobre su eventual destino ya que, como dijo a La Nación una fuente del Departamento del Estado, todo lo que diga podría ser usado en su contra.
El legajo de Nemazee fue cerrado el miércoles último, en Buenos Aires, con el visto bueno del gobierno argentino a su candidatura.
Esto significa que la Casa Blanca, ya concluidos los trámites de rigor, debe enviarlo al Senado, en donde la Comisión de Relaciones Exteriores, manejada por el republicano Jesse Helms, evaluará si reúne los requisitos para representar a su país en uno de los destinos más preciados de América latina. Esto, según el vocero oficial, podría suceder en enero próximo, mes en el que, casualmente, el presidente Carlos Menem visitará a su par norteamericano, Bill Clinton.
El anterior candidato a embajador en Buenos Aires, James Dobbins, no contó con el aval de Helms por las dudas que despertó su gestión como coordinador especial en Haití y, aunque haya abrigado durante un tiempo la esperanza de volver a ser nominado, asumió desde entonces como director de América latina en el Consejo Nacional de Seguridad.
Era un hombre del riñón de la administración Clinton. Nemazee, a diferencia de él, es uno de los grandes contribuyentes del Comité Nacional Demócrata. Entre otras cosas, pagó 50.000 dólares por un café en la Casa Blanca durante la campaña por la reelección de la fórmula Clinton-Gore, en 1996, piedra de toque de investigaciones y de reproches al gobierno norteamericano por haber usado instalaciones oficiales para recaudar fondos partidarios.
"El fuerte de Nemazee son los temas económicos y los negocios internacionales en momentos en que la globalización así lo requiere", definió a La Nación el director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown, Arturo Valenzuela, ex funcionario del Departamento de Estado y, en los últimos tiempos, materia dispuesta para asesorar al candidato a embajador.
Con Clinton y Gore
Sería la primera vez que Nemazee ocuparía un cargo en el gobierno (no sólo en el servicio exterior), ya que, hasta ahora, se manejó como el presidente de un "holding" con base en Nueva York, Nemazee Capital Corporation, que no vaciló en respaldar económicamente tanto a Clinton como al vicepresidente Al Gore, posible candidato a la presidencia en el 2000.
Nemazee nació en 1950 en Washington DC, pero, por su ascendencia iraní, estuvo ligado desde siempre con el país de sus mayores.
"Es una persona de una gran amabilidad, de un gran trato personal, de una finura notable, de grandes cualidades, exitoso como banquero y como inversor, que mantiene vínculos con Irán", afirmó Valenzuela, sin ahorrar elogios.
Pero advirtió de inmediato: "Los problemas que tiene la Argentina con ese país (a raíz de las voladuras de la embajada de Israel y de la AMIA) no influyeron para nada en la decisión de la Casa Blanca, ya que a una persona de su nivel podría haberle tocado cualquier otra embajada en el mundo".
Hombre de confianza
Por regla general, todo embajador político necesita en su destino un encargado de negocios que actúe como su brazo derecho. Es, según Valenzuela, el caso de Manuel Rocha en Buenos Aires, concepto que compartió el vocero del Departamento de Estado.
En realidad, Nemazee, egresado de la Universidad de Harvard y dedicado en sus comienzos a los bienes raíces, no tuvo, hasta ahora, mucho contacto con América latina, sino, en especial, con Irán, Medio Oriente y Asia.
Su mano estuvo presente, al parecer, en los gestos de reconciliación que hubo entre los jugadores de fútbol de Irán y de los Estados Unidos que, después de regalarse flores, se enfrentaron en el último Mundial de Fútbol, jugado en Francia, y en el discurso que pronunció Clinton ese mismo día.
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