Tras el triunfo peronista en Córdoba. Opiniones
Corach: "Menem conserva su poder" De la Rúa:"No quedó afectada la Alianza Cavallo: "Tomaron nuestras banderas"
En unos comicios ejemplares, que constituyeron una memorable jornada cívica, el electorado de Córdoba confió a José Manuel de la Sota y a Germán Kammerath la responsabilidad de gobernar la provincia los próximos cuatro años.
Más allá de la lectura de los resultados de las urnas, creo importante subrayar que la votación fue el corolario de una campaña en la que los candidatos ganadores escogieron presentar a los ciudadanos sus propuestas y programas sin apelar al lamentable atajo del agravio o de la descalificación personal del adversario.
No dudo de que tan elogiable proceder ha sido tenido en cuenta por los hombres y las mujeres llamados a ejercer el voto. Tuve asimismo oportunidad de tomar parte de los actos con los que fue celebrado el triunfo del binomio justicialista en la capital de la provincia, y allí fue también notorio que ninguno de los dirigentes estaba dispuesto a confundir alegría con espíritu de revancha. Los candidatos electos reiteraron a la multitud su intención de gobernar sin sectarismos, con la atención puesta estrictamente en los intereses de la provincia y de su gente, y convocaron a toda la sociedad cordobesa a sumarse al desafío.
El presidente Menem, por su parte, ratificó con énfasis ese criterio y tuvo además un gesto de hidalguía que no pasó inadvertido: recordó y reconoció la gestión del gobernador Mestre, principal derrotado en la puja electoral. No es frecuente tener en cuenta al vencido en los festejos por una victoria.
Para De la Sota, este resultado favorable representa el premio a una trayectoria consecuente, en la que la perseverancia y la fe en los propios ideales superaron contingencias adversas. Esa convicción, sumada a un afinado sentido de las necesidades del pueblo y a una inteligente campaña proselitista, le valió este éxito cuya legitimidad no admite reparos.
Otro protagonista fundamental fue el Presidente, que en forma permanente hizo campaña en la provincia, con lo que quedó demostrado que, después de casi diez años de ejercer el gobierno y transformar el país, conserva intactos su poder de convocatoria y liderazgo.
El tercer protagonista ha sido la ciudadanía de Córdoba, cuya expresión mayoritaria supo soslayar algunas predicciones antojadizas y atender exclusivamente el dictado de su conciencia. Acaso esta contundente respuesta a ciertos intentos de inaceptable manipulación sirva para que, de aquí en más, quienes deseen el voto de la gente comiencen por respetarla mucho más en los hechos. Córdoba ha votado. Gracias a Dios, por quinta vez consecutiva, sus ciudadanos pudieron determinar quiénes habrán de ejercer el gobierno, y la democracia va haciéndose una muy auspiciosa rutina.
No quedó afectada la Alianza
Por Fernando de la Rúa
Las urnas siempre tienen un mensaje y hay que asumir con respeto la voluntad del pueblo de Córdoba, que ha optado por el cambio. Es necesario analizarlo detenidamente. Felicito a De la Sota por su triunfo y saludo con simpatía y afecto a Ramón Mestre, un gran gobernador, honesto y eficiente. Sacó a la provincia de una situación difícil y desplegó un importante programa de obras. Quizás, esto muestra que además de las obras hace falta una campaña que las explique. Es necesario trabajar siempre escuchando a la gente, en sus expectativas, sus necesidades, sus reclamos, sus esperanzas.
En el orden nacional, esto no afecta el optimismo de la Alianza. La gente quiere también un cambio en el orden nacional y, como futuro presidente -estoy convencido de que triunfaremos en 1999-, tendremos las mejores relaciones con el gobernador De la Sota.
Estuve en Córdoba durante la campaña. Fui con muchísimo gusto y profunda convicción. Como a otras partes adonde la responsabilidad me convocara. De mis innumerables encuentros en Córdoba me queda la certeza de que el futuro de la Alianza no se verá afectado y mantiene un apoyo mayoritario. Lo confirman las encuestas y se va a mantener e incrementar.
Desde luego, el justicialismo festeja, y está bien que lo haga. La gente opta con libertad por los cambios que le parecen adecuados. Esto demuestra, asimismo, la necesidad de una más intensa comunicación y una mayor capacidad de escuchar a la gente y transmitirle y explicarle bien la gestión de gobierno.
Cada resultado da triunfadores y vencidos. En este caso, me pongo con el radicalismo cordobés. Pero no hay que extender sus efectos más allá del alcance local. La expectativa de cambio en el orden nacional, las ganas de que se hagan las cosas bien, de que venga una nueva política, siguen plenamente vigentes en todo el país.
Muchos analistas observan que aún hay señales confusas con relación a intentos reeleccionistas. Es peligroso que se replantee el tema, pero hay que prevenir la intención. Volver a ese debate sin sentido sería una gravísima regresión para el país.
En Córdoba, la Alianza debió haberse constituido antes, pero se respetó la decisión local. Hay que crear las condiciones para que sea posible. Mi convicción es que hay que extenderla en todo el país. Hacer todos los esfuerzos, porque es el gran signo convocante, y tendrá el protagonismo del cambio en 1999.
Tomaron nuestras banderas
Por Domingo F. Cavallo
Luego de las ininterrumpidas administraciones radicales de Eduardo Angeloz y Ramón Mestre, Córdoba se convirtió en una isla gobernada por hombres que optaron por la soberbia y el encierro, antes de recibir los beneficios que cosechó el país en la última década.
Aún hoy, la economía provincial sigue girando en torno del endeudamiento, el Banco de Córdoba prácticamente no da crédito y los caminos están mal conservados. Mucha propaganda de obra y poca calidad de vida.
Para colmo de males, el radicalismo ni siquiera permitió implementar -tal cual sucedió en el resto del país- una reforma ejemplar como la que se dio en el sector energético, que posibilitó bajar el costo eléctrico.
El primer triunfo del justicialismo fue haber logrado una polarización inusual: se presentó diluyendo su identidad partidaria y prometiéndoles a los cordobeses lo que el gobierno menemista le niega al resto de los argentinos.
Con un despliegue inusual en materia de publicidad, aunque también con inteligencia para detectar los focos de preocupación de los cordobeses y el hartazgo frente a la ineficiencia del radicalismo, De la Sota supo tomar banderas que nuestros candidatos enarbolaron desde un principio: "Menos impuestos y más trabajo".
Por eso no creemos que hayan sido derrotadas nuestras propuestas, sino que, por el contrario, fuimos víctimas de la fuerte maquinaria propagandística del oficialismo, que pregonó estas ideas mientras en el orden nacional crean nuevos tributos y reimplantan otros que habían sido suprimidos durante mi gestión como ministro de Economía.
Aun así, si cumplen con su palabra, hará falta un gran ingrediente: coraje para luchar contra la corrupción y desmantelar las estructuras burocráticas.
No nos sentimos perdedores. Nadie pierde cuando el pueblo elige. El hecho de haber participado en las elecciones, obteniendo el tercer lugar, implica un triunfo para quienes hace muy poco decidimos lanzarnos con una estructura nueva.
Acción por la República es un partido muy joven, su recorrido recién comienza; habrá triunfos y habrá derrotas, pero nuestro rumbo y nuestras convicciones se juegan en el contacto cotidiano con la gente.
Nosotros nos sentimos satisfechos por haber dado esta batalla. Vamos a seguir perseverando y vamos a estar mejor preparados para la que nos tocará dar el año próximo.
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