Pobre Ginés, con un tirón de orejas alcanzaba
La deuda de gratitud de los argentinos con Alberto Fernández será eterna; en primer lugar, por permitirnos entrar en el Guinness por haber tenido la cuarentena más larga y como único país en el mundo con dos presidentes. También los medios le debemos un reconocimiento, sobre todo en estas horas: llevábamos días tratando de encontrarle un encuadre político, judicial y moral al escándalo del Vacunatorio VIP y él acaba de resolvernos el problema. Lo que pasó, dijo, fue un hecho "reprochable". ¡Irreprochable definición, profesor!
Claro que sí. Cuando un ministro llega media hora tarde a una reunión de gabinete es un hecho reprochable; cuando pone en riesgo la vida de decenas (¿cientos?) de personas por negarles la vacuna contra el Covid, también. Generosa palabreja esta, reprochable, que abarca un universo tan amplio.
Pienso que Alberto debería haber sido algo más coherente con ese encuadre: si fue un error menor, ¿por qué puso de patitas en la calle al pobre Ginés? Le hubiese tirado las orejas y listo. Cuentan que en realidad el viernes le pegó una biaba tremenda, ferocidad acaso aprendida de las reprimendas de las que él mismo es víctima a menudo con Cristina. Ya lo dijo el General: la violencia de arriba engendra la violencia de abajo.
Lo singular es que ese día Ginés se negó al menos cuatro o cinco veces a firmar la renuncia, según reveló ayer Jorge Liotti. Santiaguito Cafierito le decía que la decisión era irrevocable y él no lo terminaba de aceptar. ¿Con qué tipo de argumentos se habrá defendido? Imaginemos: "Che, ¿tanto bolonqui por haber vacunado a Verbitsky, que es amigo de Cristina; a los Moyano, que son amigos de Alberto, a los que ellos me mandaban, a mis amigos, a mi familia, a mi chofer y a mi perro?", "¿Por fin había encontrado cómo ser útil en el ministerio y me responden así?", "Juro que no lo voy a hacer nunca más: ahora los acomodados van a tener que hacer fila frente a mi despacho", "Estaremos atrasados con el porcentaje de población que recibió la vacuna, pero con el porcentaje del Frente de Todos venimos muy bien".
Una lástima que no hayan atendido sus muchas razones: estoy seguro de que andaba con ganas de llegar a un acuerdo con Pfizer.
Alberto también habló, con esa precisión semántica que ya es un sello de la casa, del "escarnio mediático" del que está siendo blanco el exministro. Llamo a mis colegas, y me llamo yo mismo, a una profunda reflexión: ¿no se nos estará yendo la mano? OK, moralmente la cosa no admite discusiones: salvo que te llames Cynthia García, es imposible de justificar que en las listas de primeros receptores de la Sputnik hayan tachado a médicos, enfermeras y ancianos para poner al Chino Zannini, al ministro Guzmán, al hijo de 20 años de Hugo Moyano...; políticamente, lo mismo: el Gobierno desnudó en qué lugar debemos ubicar sus promesas y prioridades, de qué madera están hechos los funcionarios que cuidan nuestra salud y nuestros intereses; y judicialmente es muy probable que estemos ante delitos flagrantes: como mínimo, incumplimiento de los deberes de funcionario público y estafa a los votantes desprevenidos (bueno, tan desprevenidos no estaban).
OK con todo eso, pero, insisto, ¿no estaremos exagerando? ¿Es tan grave que eventualmente mueran 40, 60 o 300 personas que estaban en los grupos de riesgo si salvamos a un sindicalista como Hugo Curto, a un empresario amigo del poder, o si Sergio Massa puede legislar tranquilo porque consiguió acomodar a su padre y a sus suegros? Además, si se va sabiendo que hay vacunatorios vip por todos lados, ¿por qué reparar tanto en el que regenteaba con celo el ministro? ¿Estamos acaso ante un periodismo de investigación vip que solo atiende los nombres rutilantes cuando en realidad asistimos en algunas intendencias a vacunaciones masivas de militantes de La Cámpora? Por otra parte, ¿no será cierto que la gran culpable es la secretaria? ¿Quién está averiguando los antecedentes de esa infeliz? Si se fue Ginés, ¿no deberían irse uno a uno todos los vacunados vip?
Hugo Alconada Mon contó ayer que existen otras dos formas de hacerse con la Sputnik: robarla y comprarla; ¿comprarla? ¿Hay delincuentes que lucran con la pandemia? ¿Hay funcionarios involucrados en el tráfico de la vacuna? Resabios del macrismo, qué duda cabe.
Por suerte, Alberto pudo tomar distancia del escándalo con su oportuno viaje a México (en un avión de súper lujo que le alquiló a Messi); no mucha distancia, porque llama cada cinco minutos para saber cómo sigue la cosa. El problema es que su gran amigo López Obrador, el presidente mexicano, le hizo una zancadilla fea: poco antes de recibirlo se mostró totalmente indignado con la "vacunación secreta para los de arriba". En su país, dijo mientras Alberto se disponía a abrazarlo, "no hay preferencias para nadie". Un pésimo anfitrión.
Profesor, declárese ofendido y vuelva. Y en poco tiempo complete la vendetta: mándele a Ginés de embajador.