Queda en evidencia el temor a perder el poder

La campaña del miedo parece ser una buena estrategia del kirchnerismo: hacerle creer a la gente que puede perder las cosas buenas que obtuvo en estos años. Así, para evitar el miedo, la oposición cae en la trampa y también recuerda lo bueno que nadie va a perder, cuando debería dedicarse más a dar forma a sus propias propuestas. Sin embargo, la reciente elección ayuda a Cambiemos: María Eugenia Vidal, por ejemplo, no parece la bruja de un cuento ni Aníbal Fernández el hada madrina...

La imagen siempre es muy importante en una elección popular.

En la Argentina, ni la agresión al adversario ni "meter miedo" han tenido buenos resultados en campañas electorales donde, por supuesto, no todo se reduce a los spots publicitarios. Quizás el mejor ejemplo sea cuando Herminio Iglesias -en la campaña presidencial que ganó Raúl Alfonsín- quemó un cajón con el símbolo radical en el palco que compartía con el candidato Ítalo Luder. Sin duda, Luder, un hombre pacífico y un político tradicional, no aprobó la quema, pero no deja de ser cierto que quien no puede gobernar un palco no puede gobernar un país. Y Herminio Iglesias "metía miedo".

Hoy, si María Eugenia Vidal fuera hombre, nadie se preguntaría si tiene la fuerza para gobernar la provincia de Buenos Aires. Luego de su sorprendente triunfo, irónicamente, la ayuda la existencia de otra mujer: la actual presidenta.

En lo que se refiere a la campaña del miedo, sería bueno recordar los verdaderos miedos de los argentinos: el miedo a la constante alza del costo de vida; el miedo a la inseguridad, que es otro tremendo costo de vida; el miedo al narcotráfico; el miedo a quedarse sin trabajo, y el miedo a opinar públicamente en contra del Gobierno. Ese mismo gobierno que, a veces sutilmente y otras abiertamente, fogonea ese temor al cambio. En el fondo, esta campaña sólo refleja el miedo a perder el poder, a perder bancas y a perder las próximas elecciones.

El autor es publicista

Gabriel Dreyfus