Quejas, ausencias e ironías en el congreso peronista
Un entusiasta puñado de militantes tiró papelitos al aire cuando lo vio entrar a Néstor Kirchner. "¡Somos de la gloriosa Juventud Peronista...!", cantaban a los gritos. Un peronista del conurbano se dio vuelta y se hizo el irónico: "Esa es la única marchita que saben". Más allá, otro miró desde abajo al ex presidente, que saludaba sonriente desde el escenario: "La gente está cansada de todo este folklore".
Un clima de inocultable incomodidad ayer se desparramaba entre varios congresistas en el Polideportivo de Caseros. Un incipiente malestar combinado con cierta iniciativa conspiradora, el caldo de cultivo de una rebelión, todavía gestual, que parece propagarse entre un grupo de caciques que desafia la conducción irrestricta del ex presidente.
Ayer se notó en los detalles. Faltaron al menos 250 congresistas; escaseó el habitual paseo de militantes de base y, sobre todo, no estuvieron buena parte de los intendentes del Gran Buenos Aires, que suelen tener asistencia perfecta a este tipo de eventos. Hubo sólo 10 de los 30 hombres fuertes del conurbano.
Algunos confesaron ante LA NACION que están pensando en 2011. Sabían que iba Kirchner y prefirieron "evitar la foto". Tras el 28 de junio, temen ahora ir camino a una condena de la mano del santacruceño. En palabras de un intendente del Norte: "Kirchner nos está dejando sin oxígeno".
Por eso, y por el simple hecho de contrariarlo, varios intentaron acordar quejas. Sobreactuaron enojos cuando les contaron que Kirchner quería como presidente del congreso al diputado a José María Díaz Bancalari, y propusieron a Horacio González, jefe de la Cámara de Diputados provincial. Pretendían forzar "gestos de cambio y renovación".
A eso se sumó otra pelea, entre Kirchner y el vicegobernador Alberto Balestrini. El jefe del PJ bonaerense ya no le perdona a su líder la intromisión permanente en el futuro del PJ provincial. Sus discusiones son cada día más ásperas. Algunos sostienen que el jefe de Gabinete bonaerense, Alberto Pérez, trabaja para agigantar la distancia. Los tres ayer estuvieron juntos. Los saludos fueron tibios.
Kirchner anteayer intentó calmar los ánimos y mandó decir que habría gestos, pero a última hora impuso su criterio. El presidente fue Bancalari. Controló todas las designaciones. "Menos mal que no está Manolo Quindimil [histórico intendente de Lanús, ya fallecido], si no también lo ponía a él", se quejó un intendente del sur del conurbano. "Necesitamos volver a enamorar. Y Kirchner no cambia", dijo otro. Todos piden reserva por su "dependencia" del Gobierno. Pero siguen conspirando, como si estuvieran seguros de que van camino a una traición.
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