Regresa el fantasma más temido por Cristina
El autoacuartelamiento de policías en Santa Cruz en demanda de aumentos salariales es sólo un indicador del crecimiento de la conflictividad social que se viene registrando con más fuerza en el segundo semestre de este año, de la mano de una inflación que no cede, junto a una economía que no crece. Expresa el fantasma más temido por el gobierno de Cristina Kirchner, que no es otro que la movilización social alimentada por la recesión.
Por el momento, la Presidenta está intentando frenar ese proceso con más relato. Se vio anoche, durante su alocución ante jóvenes de la industria metalúrgica en Parque Norte, cuando volvió a negar que el país estuviera mal y atribuyó tal sensación a un "ánimo mediático por instalar malas expectativas" y a un "discurso apocalíptico", que sólo busca justificar un futuro ajuste. "No estaremos en Disneyworld, pero que no nos quieran plantear escenarios que no existen", exclamó.
Con una inflación proyectada del 35 al 40 por ciento, todo indica que las demandas sociales se potenciarán en lo que resta de 2014. También, una pugna distributiva por lo poco que queda. Es que así como el Gobierno resolvió disminuir las retenciones a las exportaciones de petróleo para compensar a las empresas por la baja en su precio internacional, el sector rural también comenzará a reclamar a viva voz un tratamiento similar frente a la fuerte caída de la soja, aunque la probabilidad de que la Casa Rosada escuche ese reclamo es prácticamente nula.
La posibilidad de una reunificación sindical, o al menos de la constitución de una suerte de mesa de enlace entre algunas de las cinco centrales obreras existentes, representa una amenaza para un gobierno acostumbrado a sembrar divisiones en el gremialismo. El verdadero problema de Cristina Kirchner es que la caja del Estado está exhausta y la disponibilidad de fondos para calmar las inquietudes sindicales es cada vez menor.
Cristina Kirchner buscará ganar tiempo recurriendo a su particular dialéctica, pero enfrenta un gran problema al que deberá dar respuesta a poco de iniciado 2015: las restricciones externas para afrontar vencimientos de deuda por unos 14.900 millones de dólares, sin contar servicios de deuda que deben afrontar las provincias, ni importaciones de energía, ni las divisas para atesoramiento, cuya demanda crece mes tras mes, motorizada, según la propia Presidenta, por una mayoría de "obreros en relación de dependencia". Esta dificultad da cuenta de lo imperioso que resulta incentivar el ingreso de capitales, vía inversiones que difícilmente lleguen en lo inmediato o de un regreso de la Argentina al mercado de crédito internacional.
Amigarse con el mundo exigirá solucionar el default. El verdadero dilema, del que detestan hablar en el kirchnerismo, no es otro que arreglar con los fondos buitre o profundizar la recesión. Sonará odioso en el oficialismo, pero las últimas encuestas indican que la mitad de los argentinos cree que los problemas de empleo aumentaron desde que la Argentina entró en cesación de pagos y que la consigna "Patria o buitres" pierde fuerza cuando la economía ataca los bolsillos.