Resignación en Washington ante los vaivenes en la relación
Washington.- Desde la agenda de viajes de Barack Obama hasta los habituales informes del Departamento de Estado, el canciller Héctor Timerman ha hecho una costumbre la escalada verbal contra el gobierno de Barack Obama.
En los últimos 36 meses, y particularmente desde la "enorme perplejidad" que públicamente generó en el Departamento de Estado su decisión de confiscar la carga de un avión norteamericano, los dichos y actitudes del canciller se tomaron en medios diplomáticos locales casi como una "particularidad" a la que se asistía con paciencia.
Pero si por algo llama la atención esta nueva escalada verbal, es por la oportunidad en que sucede. Cuando la Argentina golpea en sigilo a las puertas de la administración de Barack Obama para pedir "ayuda y comprensión" en el litigio crucial con los llamados fondos buitre.
Una instancia definitiva que podría poner al país al borde de un nuevo default y que, según se prevé, comenzará su tramo final en pocas semanas más.
Para ese momento, el gobierno de Cristina Kirchner espera haber logrado apoyo del gobierno de Obama para que intervenga ante la Corte de Justicia norteamericana, dando una opinión favorable al reclamo de la Argentina.
La presentación que hizo ayer la administración de Obama responde a una causa paralela. Pero no a la de fondo.
"Lo que nos piden es paciencia, comprensión y todo el apoyo que podamos dar", reveló días atrás a LA NACION una fuente diplomática familiarizada con las relaciones bilaterales.
Sobre ese escenario, en medios locales no deja de llamar la atención la oportunidad en la que el canciller insiste en su habitual escalada. Una prosa que, a lo largo de los más de tres años que lleva al frente de la Cancillería, lo llevó a embestir con la crítica para luego desandar lo dicho en forma sigilosa.
Eso ocurrió, por caso, con el famoso "incidente del avión". Tras reclamar la "necesidad" de que Estados Unidos "se disculpe y diga públicamente que se equivocó", el gobierno de Cristina Kirchner reintegró, en modo reservado, toda la carga incautada luego de que el canciller lideró su revisión en el aeropuerto de Ezeiza.
Es el mismo canciller el que acusó al gobierno de Barack Obama de "ceder ante la presión de los fondos buitre" cuando suspendió beneficios arancelarios a la Argentina como represalia por su resistencia a pagar laudos favorables a empresas norteamericanas. Para luego pedirle "ayuda" frente a esos mismos fondos.
La embestida llega también en momentos en que numerosos medios locales e internacionales señalan problemas en la Argentina.
Ésta es una tendencia que se agudizó con el aumento de la inflación y el reconocimiento de los fallidos indicadores oficiales a partir del reciente lanzamiento del nuevo indicador de alcance nacional, presentado por el ministro de Economía, Axel Kicillof.
"¿Habrá que creerle ahora a la Argentina?", fue la pregunta retórica que se repitió por entonces.
Hace poco, en la única reunión a solas que mantuvo con la ex secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton en esta ciudad, Timerman aprovechó los prolegómenos del encuentro para agradecer públicamente los informes del gobierno norteamericano que en el pasado ayudaron a salvar vidas de detenidos por el gobierno militar.
Son informes habituales, que -bajo distinta forma- se producen todos los años, como consecuencia de tratados e instrumentos legales que los Estados Unidos aplican desde 1961.
En algún momento, cayeron bien. Ahora, molestan. Lo mismo parecería ocurrir con el referido a tráfico de drogas y lavado de dinero.
Las reacciones del canciller no caen bien en todos los ámbitos y queda la enorme duda de si ayudan. Más claro queda que, a esta altura, no parecen sorprender mucho.
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