El palacio. River y Boca, o el amor por la camiseta
De fútbol, sorpresas y explicaciones
- Fútbol de primera. El nuevo embajador de Israel en Buenos Aires, Rafael Eldad, tiene en mente superar en materia futbolística a su antecesor, Benjamin Oron: "Más que el fútbol, me encanta ver al público en las tribunas", dijo a LA NACION. Quiere organizar un partido por la paz en Medio Oriente y en el mundo todo ("entre River y Boca", especuló) del cual mandaría hacer aquello que muchos creen imposible: aunar los colores en una camiseta alusiva.
El proyecto, dijo, no es por ahora más que un deseo, pero, en su caso, no se trata sólo de la buena voluntad de un recién llegado: estuvo varios años en el país, como consejero y ministro de la embajada, en coincidencia con los atentados de 1992, contra la embajada, y de 1994, contra la AMIA. Oron entregó en su momento una copa a Vélez Sarsfield, y quedó inscripto como socio de honor del club de Liniers. Lo mismo sucedió con el embajador de Gran Bretaña, Robin Christopher, es socio de honor de Talleres de Córdoba.
En su caso, la pasión por el fútbol no llegó a transformarlo en un fanático, como su antecesor William Marsden (de Boca; iba en colectivo a la Bombonera) o como el norteamericano James Cheek (de San Lorenzo; iba con camiseta a la cancha), pero instaló una gran pantalla en la remozada mansión Madero Unzué en ocasión del cumpleaños de la reina Isabel: jugaban River y Boca.
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- Sorpresa. Superado el conflicto del gas con Chile, el socio estratégico de Néstor Kirchner en la región, Lula, dijo en Santiago, durante una visita a su par Ricardo Lagos, que la empresa estatal Petrobrás estaba en condiciones de suministrar el fluido al mercado trasandino por medio del puerto de Antofagasta. En una reunión con el poderoso gremio empresarial Sociedad de Fomento Fabril (Sofoca), de Chile, Lula dejó entrever que el acuerdo con el presidente de Bolivia, Carlos Mesa, del cual se nutre Brasil, buscaba crear un polo gasífero en América del Sur.
En la Cancillería argentina, fuentes consultadas por LA NACION descontaban que Kirchner no estaba al tanto de la propuesta de Lula. En especial, por la condición impuesta por Mesa en el acuerdo de importación de gas a la Argentina: ni un metro cúbico a Chile, cual demanda por la pérdida de la salida al Pacífico desde la de 1879-1883. Tampoco sabía Kirchner, hace unos meses, del aval que iba a dar Lagos en Brasilia al anhelo brasileño de ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU; la Argentina pretende que esa banca sea regional y rotativa.
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- Explicación. En medio del conflicto con Chile, Kirchner dijo al ministro del Interior de ese país, José Miguel Insulza: "El gas está en Bolivia". Fue una frase reveladora, según confiaron a LA NACION fuentes diplomáticas chilenas. Sobre todo, dijeron, porque "quedó claro que su preocupación era cumplir con los metros cúbicos que necesitaba la Argentina". En la reunión estaban el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el embajador chileno en Buenos Aires, Juan Gabriel Valdés, antes de ser nombrado representante de la ONU en Haití. La mera mención de Bolivia, dijeron las fuentes chilenas, significaba un giro trascendente de Kirchner: terminaba la etapa de la Argentina como exportadora de gas. Por los malentendidos, la derecha chilena, encarnada en Joaquín Lavín, creció con su prédica contra la Argentina, prometiendo demandarla ante foros internacionales por incumplir el protocolo de 1995, y la Concertación, encarnada en Lagos, se vio perjudicada por exposiciones "demasiado costosas" de una de sus presidenciables, la canciller Soledad Alvear, que terminaron favoreciendo a la otra, Michelle Bachelet, ministra de Defensa.