La gira del jefe del Estado: inaugurará en Alemania un monumento del Libertador. San Martín llevó a De la Rúa a Berlín
Además se reunirá con el canciller Schröder para hablar de la crisis y de terrorismo
BERLIN.- El motivo de la gira que el presidente De la Rúa comienza y termina aquí hoy se yergue de pie, flamante, 2,55 metros sobre un pedestal de cemento, una nueva alteración en el paisaje urbano de una ciudad en cambio permanente.
Es un San Martín de bronce con falucho bajo el brazo. Llegó hace diez días en un barco desde Buenos Aires, y cuando De la Rúa lo descubra y unos granaderos lo saluden con sus clarines esta tarde, quedará oficialmente (¿y para siempre?) incorporado al centro berlinés, frente al Instituto Iberoamericano, entre la Filarmónica, la National Galerie y el Kulturforum.
San Martín fue la razón de este viaje, que el Presidente emprende en el momento más delicado de sus 23 meses de mandato, pero no será su aspecto más importante. Ya que venía, explicó el embajador argentino en Alemania, Enrique Candioti, a LA NACION, se resolvió pedir un encuentro al canciller Gerhard Schröder, que "aceptó encantado".
A las 12.15 (8.15 en la Argentina), durante al menos treinta minutos, Schröder recibirá a De la Rúa en la sede de la cancillería federal, el palacio de gobierno, para hablar de asuntos que poco tendrán que ver con San Martín y con las estatuas. Aunque no hay una agenda preacordada, se descuenta que la guerra en Afganistán y la frágil situación financiera argentina serán los temas de conversación.
Sobre lo primero, será el alemán quien tenga más para decir, ya que su decisión de enviar tropas a combatir a los talibanes -que espera confirmación parlamentaria- levantó un fuerte debate interno que amenaza su coalición de gobierno.
De la Rúa, por su parte, podrá repetir lo que acaba de decir en la cumbre de las Naciones Unidas, en Nueva York, sobre la condena de la Argentina al terrorismo y su voluntad de participar en la coalición internacional que lideran los Estados Unidos. También podrá comentar a Schröder sobre su oferta para enviar tropas de paz (cascos azules) cuando la guerra en Asia haya terminado.
En cuanto a la crisis argentina, el Presidente podrá agradecer el reciente apoyo de Alemania como integrante del Grupo de los 7 (los países más avanzados del mundo, con voz determinante en el Fondo Monetario Internacional) al plan de reestructuración de la deuda, pero no tendrá mucho para exhibir.
La prensa alemana ha reportado con intensidad sobre la situación argentina, con una visión crítica y pesimista. Su situación ha empeorado con respecto a su encuentro del domingo con George W. Bush: a la demora en la firma del acuerdo con los gobernadores del PJ se suma la renuncia de la ministra Patricia Bullrich, a quien no podía sino considerarse delarruista.
En cualquier caso, aseguró Candioti, la charla será "amable, amistosa, sin temas espinosos de por medio".
La estatua
Con San Martín no habrá problema ninguno. Su llegada a Berlín es festejada en la embajada casi como un hito histórico, un "gesto patriótico", según el embajador: otras capitales europeas (Londres, Roma, Madrid) tenían su San Martín, supremo prócer nacional, pero Berlín nunca había tenido el suyo.
La culpa fue de Simón Bolívar, que se eleva desde hace tiempo, imponente y orgulloso, frente al Instituto Iberoamericano, monopolizando la representación de América latina.
El senador peronista Eduardo Menem notó ese desequilibrio dos años atrás, en octubre de 1999, durante una visita oficial. De regreso en Buenos Aires, envió una carta a la Cámara de Comercio alemana "llamando la atención sobre la asombrosa circunstancia", explicó a LA NACION Thomas Leonhardt, coordinador de la operación del monumento para la Federación de Asociaciones Argentino-Germanas (FAAG), que reúne a todas las instituciones alemanas en Argentina.
Leonhardt, que integra la Cámara, resolvió que San Martín no era un asunto comercial, que toda la comunidad alemana en la Argentina debía participar del asunto. Inició una colecta, a un peso por persona, en los colegios, los clubes, las asociaciones culturales.
Pronto se dio cuenta de que la colecta era "un drama": reunió con dificultad 18.000 pesos: necesitaba 45.000. De a un peso por persona, no llegaría nunca.
Decidió abreviar. Recurrió a la compañía petrolera alemana Wintershall Energía SA, con intereses en la Argentina, que aceptó cubrir el resto de los costos.
Consiguió que una naviera alemana transportara gratis a San Martín hasta Berlín y también logró que Lufthansa pagara el pasaje hasta aquí a Valeria Cedeira, una alumna de 7° grado de una escuela municipal de Villa Urquiza, que ganó un concurso de composición sobre San Martín que el propio Leonhardt ideó junto con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para promocionar todo el asunto en la Argentina.
"Mi objetivo era que la comunidad argentina se enterara de que la comunidad alemana hacía una cosa así", explicó.
El pedestal fue donación del Instituto Iberoamericano, es decir, de la Fundación de Posesiones Culturales Prusianas, que financian el Estado alemán y la ciudad de Berlín. Costó 30.000 dólares, incluido su zócalo de mármol.
Todos los detalles
Leonhardt no quería dejar ningún cabo suelto, así que pidió al Instituto Sanmartiniano que supervisara la rigurosidad histórica de cada detalle de la escultura. El artista, Carlos María Toto, supo exactamente cuántos botones tenía la verdadera chaqueta del prócer, cómo era la charretera, etcétera.
Un último detalle distintivo de este San Martín fue resultado de un consejo de la embajada: no debía llevar sable, ya que Bolívar había perdido varias veces el suyo a manos de jóvenes vándalos berlineses. Mejor, que llevara bajo el brazo su falucho.
La estatua fue despedida de Buenos Aires el 3 de octubre último en un acto público en la plaza Alemania. Los granaderos que la saludaron entonces volverán a hacerlo hoy. Berlín tendrá finalmente su San Martín.
Leonhardt espera una sola cosa más: que todo el que pase por delante aprecie que San Martín mide cinco centímetros más que su vecino Bolívar.
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