Temor empresarial
La ironía es ya comentario repetido entre empresarios. Parece que después de las elecciones primarias conseguir una mesa para el almuerzo del 2 del mes próximo en Tecnópolis, donde se celebrará el Día de la Industria, es tan difícil como era reservar en El Bulli, el célebre restaurante español que cerró este año. La mesa cuesta $ 2500 e incluye diez lugares. Pero la gran demanda no es porque alguien espere allí a Ferran Adrià como chef, sino por razones menos sofisticadas: estarán la presidenta Cristina Kirchner y su gabinete.
"Nos costaba llegar a 500 invitados y después de las elecciones nos llaman de todo el país; creo que vamos a superar los 1500", dijeron en la Unión Industrial Argentina (UIA), la organizadora. Es el modo que encontraron los empresarios de canalizar el temor que les suscita, aunque lo nieguen en público, el abrumador triunfo del oficialismo en las elecciones: recomponer los lazos con el poder. La advertencia, siempre en voz baja, es que el Gobierno se radicalice y que una eventual ampliación de la diferencia termine por conformar un Congreso con ideas "antiempresa".
Un sondeo de La Nacion previo a los comicios permitió vislumbrar que, en las principales cámaras, el candidato más votado fue Eduardo Duhalde. Ahora, para peor, la amenaza se redondea desde el lugar menos pensado: encuestas que manejan algunos directorios indican que Hermes Binner podría quedar en segundo lugar. Y ni Víctor De Gennaro ni Victoria Donda prometen ser legisladores capaces de votar en contra, por ejemplo, del proyecto de ley de distribución de ganancias entre empleados, que les da a los trabajadores atribuciones sobre las decisiones de gestión. El temido proyecto Recalde. "¿Y adónde cree que van a ir los diputados del Peronismo Federal el 11 de diciembre? Ni siquiera van a tener que llamarlos", se resignó un lobbista de una compañía líder.
Las señales parecen ir todas en el mismo sentido. Algunos empresarios pymes, muchos de ellos abocados a la pesca, lo terminaron de confirmar el miércoles pasado, en Mar del Plata, durante una pequeña charla organizada por el banco Macro en el hotel Sheraton. Alejandro Catterberg, director de Poliarquía, les dijo lo que la mayoría sospecha: la posibilidad de un plebiscito para lograr una reforma de la Constitución es alentada por sectores del kirchnerismo.
¿Quién le hará frente? Muy pocos. El lunes por la mañana algunos ejecutivos comentaban, durante un almuerzo organizado por la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa en el hotel Pestana, una información publicada en Ambito Financiero que hasta ahora no fue ni confirmada ni negada por el Gobierno: el ministro de Planificación, Julio De Vido, había estado reunido con representantes de Luksic, holding chileno que mostraba intenciones de comprar los activos de Shell en la Argentina, como lo hizo con los de Chile. La condición del arquitecto, consignaba el texto, fue el despido de Juan José Aranguren, presidente de la filial, a quien De Vido viene definiendo en los últimos tiempos como "puntero de la oposición".
El lunes pasado se realizó, en el Palacio Duhau, el último encuentro de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), donde uno de los que volvió a asumir la voz cantante fue Héctor Magnetto, CEO del Grupo Clarín y a quien la mayor parte de sus pares y casi el 100% de los propagandistas subsidiados por la Casa Rosada definen como "el gran perdedor de la elección". En esa reunión, a la que fueron también Paolo Rocca (Techint), Sebastián Bagó (laboratorios Bagó), Enrique Cristofani (Santander), Luis Pagani (Arcor), Alfredo Coto (supermercados Coto), Carlos Miguens (Sadesa), Cristiano Rattazzi (Fiat Auto), Miguel Acevedo (Aceitera Gral. Deheza) y Eduardo Elsztain (IRSA), se habló de la necesidad de reconducir las conversaciones con el Gobierno.
Un creciente reproche interno es ya inevitable dentro de la entidad que conduce Jaime Campos, y diagnósticos parecidos le esperan a la Mesa de Enlace. "Acá, a veces, se ríen de Mendiguren, lo acusan de oficialista, pero la verdad es que ellos lo resolvieron bien", dijo a La Nacion un miembro de AEA.
La nueva apoteosis del empresario textil tiene en realidad un trasfondo concreto y de peso. Fue Mendiguren quien intercedió, hace un mes, para que Techint y el Gobierno llegaran a un acuerdo tras el duro enfrentamiento por los directores de la Anses. El acercamiento no ha disipado las inquietudes de Rocca, que resurgen en reuniones reservadas.
Así, el primer acto reflejo empresarial es fácilmente advertible: nadie osará criticar nunca más públicamente al Gobierno. Desde el punto de vista periodístico, no sólo se está ante el regreso del silencio o la sobreactuación corporativa delante de los micrófonos, sino que los elogios off the record tampoco son creíbles. Nunca había pasado desde 1983. El nuevo método tiene una explicación. Los hombres de negocios están convencidos de que Cristina no le debe la victoria a nadie, por lo que el poder le pertenece en exclusividad.
La única gestión válida será entonces, desde ahora, la negociación personal con ella. "Como en una monarquía", completó el miembro del directorio de una compañía del sector energético que está convencido de que el Gobierno actuará con docilidad hasta el 23 de octubre y que después vendrá "el chavismo".
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