Torres quiere cerrar su ciclo profesional
El nuevo magistrado federal no cree que haya que cambiar las leyes para combatir el narcotráfico
Sabe que su nombre y su cara dejarán de ser desconocidos para la mayoría de la gente. Pero Sergio Torres dice que la fama no le interesa y asegura que concursó para ser juez federal porteño porque ese cargo le permitirá "completar un ciclo profesional que empezó cuando ingresó como meritorio, en 1985, en ese mismo fuero".
Tiene 37 años y será el menor de sus colegas. Está casado y es padre de dos niñas, una de tres años y la otro de uno. Juega al fútbol y también al tenis; le gusta escuchar rock. Nació y vivió hasta los 15 años en Longchamps y jura que su nuevo puesto no le cambiará la vida, porque "el barrio no se pierde".
Es hijo de un jubilado ferroviario y de una ama de casa y su curriculum vitae detalla una extensa actividad docente, además de decenas de publicaciones, disertaciones y cursos de posgrado a los que asistió desde que se recibió de abogado en la Universidad de Buenos Aires (UBA), en 1987.
Desde el jueves, cuando le tomen juramento, será el titular del juzgado federal N° 12 y dejará vacante el de instrucción N° 24, que ocupó desde su nombramiento el 17 de junio de 1994.
Mientras de fondo suena un tema de Kiss, Torres prefiere no adelantar si se sumará a la minoría de jueces federales que está en contra de castigar la tenencia de droga para consumo personal o si será parte del bando mayoritario. Tampoco quiere hablar, antes de que le toque resolver, sobre la posición que tendrá frente a la Oficina Anticorrupción (OA), cuya facultad de querellar fue cuestionada por varios magistrados del fuero y ahora revisa la Corte.
-¿Le molesta llegar a un juzgado que quedó vacante cuando al juez Carlos Branca lo destituyeron, poco antes de enviarlo a prisión?
-No (silencio). Está vacante desde hace años.
-De las causas que tendrá a su cargo, ¿le preocupa alguna en particular?
-No. Todas son importantes.
-El ministro Domingo Cavallo siempre criticó a quienes serán sus colegas por la relación que tenían con el poder político, especialmente con el menemismo, que los designó. ¿Piensa que su pase al fuero federal implicará tener más relación con el mundo de la política?
-No sé. Cuando llegue, le cuento.
-¿Lo inquieta que vayan a llamarlo o a pedirle favores?
-No, porque uno no va a hacer o a dejar de hacer lo que tiene que hacer por una llamada. Uno tiene un rol institucional que cumplir, más allá de las llamadas, entre comillas, si es que las hay. En realidad, el problema no es del chancho, sino de quien le da de comer. La responsabilidad sigue siendo del juez y no tanto del que llama o pide algo.
-¿Cree que es necesario un cambio legislativo para luchar más eficazmente contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo?
-No. Creo que falta un criterio unificador en materia penal. La numerosa cantidad de leyes especiales que ha ido apareciendo ha ido descodificando el derecho penal y rompiendo la armonía que debería tener el Código Penal, y que hoy no tiene.
-Algunas personas en Tribunales y en el Consejo de la Magistratura cuestionan el concurso que usted ganó y dicen que le subieron la nota del examen porque tiene amigos en el Gobierno y en el radicalismo.
-Yo fui juez durante siete años y medio y me nombró el justicialismo. Hoy me nombra el radicalismo, y en ambos casos con acuerdo unánime del Senado.
-¿Será un juez garantista o un juez de mano dura?
-En realidad, ésa es una falsa opción. Todos los organismos, las instituciones y los jueces deben regirse por la ley. La ley es la que marca, la que debe marcar, la relación. Cada uno tiene una función, un papel que cumplir de acuerdo con las leyes.
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