Opinión. Un debate demorado sobre qué Ejército necesita la Argentina
En 1910, con motivo de la conmemoración del Centenario, LA NACION publicaba un documentado artículo del teniente general Augusto Maligne, un reconocido intelectual del Ejército, en el cual sostenía que uno de los problemas que presentaba la estructura militar era el exceso de la estructura de los jefes y oficiales superiores respecto de los oficiales subalternos, suboficiales y tropa.
Para ese año, con el sistema de servicio militar obligatorio, el Ejército había incorporado 15.000 soldados, aproximadamente la misma cantidad que tiene hoy con tropa voluntaria, para unos 14 generales. Hoy suman 55. Entonces había un general cada algo más de 1000 soldados y ahora uno por cada 309.
Si bien en el segundo gobierno de Perón y hacia el final del último gobierno militar había más generales que ahora, la relación por cantidad de soldados era entre cuatro y seis veces mayor que la actual. Se da la menor cantidad de soldados por un general de toda la historia.
La comparación con los restantes países de América del Sur, de acuerdo con el Balance Militar de América del Sur 2013 publicado por el Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, muestra que la Argentina es el país de la región con menos soldados por general.
Para la cantidad actual de oficiales superiores se necesitarían entre cuatro y seis veces más soldados que los que existen hoy y, viceversa, para una cantidad de soldados como la de hoy, una cantidad de generales sensiblemente menor.
Puede argumentarse que hay una cantidad de generales que se hace imprescindible cualquiera sea la cantidad de soldados y esto es parcialmente cierto. También, que la sustitución del servicio militar obligatorio por la tropa voluntaria permite ahorrar cantidad de soldados al tener al personal siempre en pie de instrucción. También, que la modernización de los sistemas de armas permite disminuir la cantidad de tropa necesaria. Son todos argumentos atendibles, pero lo cierto es que al restablecerse la democracia había un general por cada más de 1000 soldados y ahora uno cada menos de la tercera parte.
Planteado en estos términos, ¿sobran generales o faltan soldados?
Si se mantuviera la actual cantidad de generales, sin duda faltarían. Pero si su ampliación anticipara una política de incremento gradual de soldados -algo que nadie ha planteado-, podría ser razonable.
El Ejército tiene hoy, en mi opinión, una escasa cantidad de soldados. Un país como la Argentina, con amplio territorio, necesitaría, para estar en relación con los demás ejércitos de la región, un mínimo de aproximadamente 40.000 soldados, lo que remitiría tener las unidades con una capacidad operativa mínima, que hoy no tienen en términos de cantidad de personal.
Al mismo tiempo, posiblemente la cantidad de generales necesaria debería ser algo menor que la actual, retornando a aproximadamente 40, la cantidad que existía aproximadamente hasta los recientes ascensos. En esta hipótesis, el Ejército tendría un general cada 1000 soldados, una relación razonable.
Alguien puede argumentar que por razones presupuestarias no se pueden aumentar los soldados. Pero en la última década se ha agregado un millón de empleados públicos más, sumados los niveles nacional, provincial y municipal. Llevar el Ejército a 40.000 soldados hubiera requerido sólo que el 2,3% de aquéllos hubieran sido destinados a este sector del Estado nacional.
En conclusión, el fuerte desequilibrio entre la cantidad de generales y de soldados -también respecto de los suboficiales y los oficiales subalternos- hace necesario plantear un demorado debate, desprovisto de ideología y prejuicios, sobre las misiones y necesidades básicas de las Fuerzas Armadas.
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