Un diseño ideal para alcanzar la mayoría
"¿Lo que quieren es cambiar las mayorías del Consejo? ¿Van a hacer que alcance la mayoría simple para echar jueces?", preguntó LA NACION a un funcionario con acceso a Olivos después del primer anuncio de la Presidenta del "plan democratizador", cuando su contenido era todavía un misterio y ella sólo había dicho que incluiría una reforma en el Consejo de la Magistratura. "De ninguna manera. Sería una locura. No tenemos la mayoría asegurada. ¿Cuánto nos durarían los jueces kirchneristas?", respondió.
El razonamiento del funcionario era lógico. Si bien terminar con la exigente mayoría de dos tercios -que rige hoy- los hubiera dejado muy cerca de ganar cualquier votación, era un peligro. También la oposición quedaba cerca de conseguir la nueva mayoría y podían volverse vulnerables los jueces amigos del Gobierno.
Pero el kirchnerismo encontró un diseño superador: bajar las mayorías necesarias y, al mismo tiempo, agrandar el Consejo con tropa propia.
Si se aprueba la reforma, será más fácil que nunca remover a un juez. Incluso, mucho más fácil que antes de la reforma constitucional que creó el Consejo de la Magistratura, cuando para echar a un juez era necesario un juicio político donde la Cámara de Diputados los acusara y el Senado los removiera.
La función que tenía Diputados es la que ahora tiene el Consejo, pero Diputados necesitaba para acusar una mayoría de dos tercios. Ese mismo régimen sigue vigente para echar a jueces de la Corte y a miembros del Poder Ejecutivo. Por eso, ni los miembros del máximo tribunal ni ninguno de los ministros (por ejemplo, Amado Boudou, lleno de denuncias) corren peligro de que el Congreso los remueva.
Esta facilidad para someter a los jueces a juicio la heredarán los próximos oficialismos de turno. Como los consejeros se elegirán junto con el presidente, es impensable que el partido que gane las elecciones presidenciales no se lleve, además, más de la mitad del Consejo de la Magistratura.
La cotizada llave
Por el momento, la reforma le dará la llave del Consejo de la Magistratura al kirchnerismo. Ya no serán 13 miembros, sino 19, con cinco académicos y un abogado más. Y todos los jueces, abogados y académicos serán elegidos por el voto popular dentro de las boletas de los partidos políticos.
Para el kirchnerismo eso es muy bueno. En las últimas elecciones de consejeros jueces y abogados, los jueces y abogados eligieron para que los representaran en el Consejo a los candidatos más críticos del Gobierno. Todo indica que trasladando la elección a toda la ciudadanía le irá mucho mejor.
Hoy, el organismo tiene 13 miembros y para suspender a un juez y someterlo a juicio político -así como para formar una terna de candidatos a jueces- es necesaria una mayoría de nueve votos, que el oficialismo no tiene por sí mismo. Necesita acordar con algunos de los jueces, los abogados o los opositores para alcanzarla, y últimamente eso no venía resultándole fácil. Sobre todo, después del caso Clarín, que unió a la oposición del Consejo como no lo había hecho ningún otro tema.
Hoy, el kirchnerismo tiene, seguros, seis de los 13 consejeros (cuatro legisladores, el representante del Poder Ejecutivo y el académico) y siempre había conseguido algún voto más. Por eso, fue todos los años el oficialismo quien ganó, por ejemplo, las votaciones para elegir al presidente del Consejo y a las autoridades de las comisiones, para lo que no se requieren mayorías agravadas.
Pero algo cambió. La última reunión plenaria lo dejó en evidencia. Opositores, jueces y abogados, impulsados por la Corte Suprema, nombraron a un secretario de la Comisión de Administración que no era el que quería la Casa Rosada. Consciente de que sería derrotado, el oficialismo faltó a la reunión.
Por eso, el temor del funcionario estaba bien fundado.
"Al final cambiaron las mayorías", dijo LA NACION cuando volvió a hablar con él, la semana pasada. "Es un cambio mucho más amplio. Cambia toda la composición", respondió el funcionario. Habían dado con una solución mucho más segura.
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