Un ex juez que disfruta de los medios
El nuevo abogado de Menem fue socio de Urso y de Galimberti, dueño de radios y, como magistrado, encarceló a Massera
lanacionarEl primer consejo que le dio a su nuevo defendido fue: "La principal batalla hay que darla en los medios". Carlos Menem, en su encierro, no se sorprendió.
Por algo había decidido contratar como abogado a Oscar Salvi, que cuando era juez inauguró la moda de los magistrados que dan la cara ante las cámaras. Que fue dueño de la radio con mayor audiencia. Y que lleva 15 años representando a famosos con complicaciones en los tribunales.
Hincha fanático de Racing, empresario exitoso y multifacético, pianista amateur, Salvi aceptó gustoso a sus 51 años el desafío más importante de su carrera desde los lejanos días en que irrumpió en la escena política nacional.
Salvi había sido nombrado juez federal en los primeros días de 1983, durante la presidencia de facto de Reynaldo Bignone. En junio de ese año su nombre saltó de golpe a los titulares de todos los medios cuando ordenó detener y procesó a Emilio Massera, integrante de la primera junta del Proceso.
Tras una primera reacción de incredulidad, Massera pisó la cárcel por primera vez el 17 de junio de 1983, en el contexto de la causa por el presunto homicidio del empresario y ex socio del marino Fernando Branca, desaparecido en 1977. Por primera vez, un integrante de la cúpula militar terminaba detenido. Y no volvería a estar libre hasta 1990, cuando Menem dispuso su indulto.
La carrera de Salvi en la Justicia terminó pronto. Apenas un año después de haber asumido como juez, se fue dando un portazo, molesto por el trato que el gobierno de Raúl Alfonsín dio a los magistrados nombrados durante la dictadura. "Hubo un gran manoseo y no se reconocieron méritos a nadie", se quejó.
Desde esa época de juez recio con aires juveniles hasta la del abogado que pretende devolverle la libertad al ex presidente detenido por tráfico de armas, Salvi se transformó en un profesional altamente cotizado, fue ejecutivo de Toyota, se asoció con el ex montonero Rodolfo Galimberti en una agencia de seguridad, fue dueño de un teatro y presidió el Tribunal de Conducta de Racing.
Fue titular de cátedras de Derecho y directivo del Zoo porteño cuando su amigo Gerardo Sofovich se hizo cargo de la empresa. Fue un ferviente defensor de la reelección de Menem, en 1994, y consiguió (luego de un trámite cuestionado ante la Justicia) la licencia para explotar junto con Daniel Hadad la ex radio Municipal, convertida en Radio 10.
Al mismo tiempo, en los tribunales, representó a Susana Giménez, a Sofovich, a Franco Macri, a Bernardo Neustadt, a Julio Ramos y a César Menotti, entre otros.
Un muchacho de pueblo
Salvi nació en Colón, Entre Ríos, y vivió allí hasta los ocho años. Su familia se mudó a Arrecifes, Buenos Aires, porque al padre lo habían nombrado comisario del pueblo.
Entonces empezó a forjarse su destino, en las butacas de un cine, fascinado con las películas de hábiles fiscales que mandaban presos a poderosos mafiosos, tras desplegar argumentos inapelables.
A los 13 años llegó a Buenos Aires. Recibido de abogado con notas sobresalientes en la Universidad Católica Argentina, empezó desde pinche su carrera en los tribunales.
Embebido del espíritu de las películas de su infancia, llegó a fiscal y participó en resonantes casos, como el inicio de la investigación del asesinato del general chileno Carlos Prats y de su esposa, ocurridos en 1974. Cinco años después, Salvi acusó a Pinochet y al mercenario norteamericano Michael Townley.
Así, con sólo 33 años, llegó a ser juez federal. En su nuevo cargo conoció a un juvenil Jorge Urso, que fue su secretario. El hombre que 18 años después decidió, desde el puesto de su ex jefe, la detención de Carlos Menem trabó amistad con Salvi.
El día que dejó la carrera judicial, el 10 de abril de 1984, Salvi recibió la llamada de un hombre que le pedía que defendiera a su hijo. En dos semanas, el caso se había resuelto y el abogado cobró 10.000 dólares. Fue el impulso ideal para su flamante estudio. Donde lo acompañaba su socio: el ahora juez federal Urso.
Los amigos seguirían juntos hasta 1988. En Tribunales siempre se dijo que se habían peleado por dinero, pero ellos lo desmienten. Con el tiempo han restablecido su relación.
La conversión
A principios de los 90, Salvi era considerado "el abogado de moda". Por sus clientes y por el éxito de sus negocios, que incluían su primera participación en medios, como directivo de Radio del Plata. Hasta entonces había evitado involucrarse en política, pero desde el comienzo del menemismo empezó a acercarse a dirigentes y a amigos del poder.
También participó en algunos negocios controvertidos, como la concesión de la frecuencia de la ex Radio Municipal. Un discutido decreto de Menem permitió que la frecuencia fuera adjudicada a una sociedad formada por Daniel Hadad, Marcelo Tinelli, Salvi y Raúl Fernández. Hubo un pleito judicial de casi tres años hasta que Radio 10 pudo empezar a operar.
En 1999, en pleno éxito de la emisora, Salvi vendió la mayor parte de sus acciones. Ese mismo año, el abogado apareció como directivo de Universal Control, una agencia de seguridad ideada por Galimberti.
Su relación con el controvertido ex dirigente de la JP llevaba casi una década. Lo defendió en el escándalo de las supuestas estafas en el concurso televisivo del programa de Susana Giménez (Galimberti era socio de la empresa encargada del sistema cuestionado).
Al mismo tiempo integraba el equipo que investigó las irregularidades cometidas por los dirigentes de Racing, durante la intervención del club.
Hoy, Salvi arma un comité de crisis que peleará la libertad de Menem en todos los frentes. Lo hace con una certeza que le dejaron los personajes admirados en su infancia, como Perry Mason, y que es una de sus frases de cabecera: todo es posible.