Un joven emprendedor cuenta cómo fue el encuentro con Barack Obama en la Usina del Arte
Juan Francisco Baroffio participó del coloquio en el barrio porteño de La Boca
Tener la posibilidad de participar de un coloquio con un líder mundial es una rara fortuna. Ni pensar en poder hacerle una pregunta.
En el coloquio convocado en la Usina del Arte (CABA), Barack Obama se reunió con jóvenes de todo el país. El town hall meeting es evento muy común en los Estados Unidos. Es la reunión de la ciudadanía con sus líderes, en donde los primeros pueden preguntar y expresar sus inquietudes. En este caso no fueron los vecinos los que nos reunimos. Fuimos jóvenes emprendedores, según la convocatoria, procedentes de distintas latitudes y distintas áreas. Había del ámbito empresarial, del científico, del de las ONGs y, como en mi caso, de la cultura.
Fuimos invitados por la Embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires, única organizadora y responsable del evento. Obama, fiel a ese estilo descontracturado que ha ayudado a imponer a los políticos jóvenes, se presentó sonriente ante el auditorio principal de la Usina del Arte.
Dio un discurso breve, orientado a la participación de los jóvenes en las distintas áreas del quehacer público, y sobre cómo las nuevas tecnologías pueden ayudar a mejorar el rendimiento y efectividad de nuestros trabajos. También dijo que la tecnología puede ser una herramienta de inestimable valor para lograr cooperación internacional. "Achievement" e "improve" ("logro" y "mejora", en inglés) fueron las palabras destacadas de su mensaje. Elogió a la Argentina y mencionó cariñosamente al papa Francisco .
Lo más interesante, sin embargo, fue la posibilidad de hacerle preguntas. Sin filtros. Sin condiciones. Mano a mano. Es difícil imaginarlo sin haberlo vivido. El hombre más poderoso del mundo; el líder de la nación con mayor poder económico y militar de nuestro tiempo, tal vez de toda la historia. Porque, aunque durante el segmento de las preguntas estuviera sin saco, con la camisa arremangada y hablando con micrófono en mano, uno no podía sacarse de la cabeza ante quien estaba.
Respondió sin perder la serenidad ni la sonrisa. No se perturbó ante preguntas que exigían una toma de postura. Parecía hablar con franqueza. Era llano y divertido. No dudó en meterse en temas peliagudos, como la situación política de Israel y Palestina. Hasta se permitió bromear con una jovencísima becaria de 16 años, y sobre que hasta ahora no pudo conocer a Messi .
La sorpresa
Algo que me sorprendió, debo decirlo en rigor de la verdad, es que tomara una postura tan firme sobre la política Argentina. No dudó en decir que Mauricio Macri había recibido una herencia tan pesada y complicada como la que él había recibido de manos de George W. Bush . Una afirmación fuerte para un político extranjero. Tal vez, la carga de la política se hace más liviana cuando ya no tiene que pensar en encuestas de opinión y electorado. En nueve meses pasará a ese ostracismo tan común en los presidentes de Estados Unidos. Incluso se permitió bromear con esto, al afirmar que consideraba poco probable que en los próximos nueve meses pudiera resolver el conflicto de Palestina para ser recordado por eso.
Obama, jovial, distendido y carismático, parecía cercano aunque uno viera, como en las películas, la incontable cantidad de agentes que cuidaban su persona.
El punto bajo
Hubo un punto bajo. Le hicieron una pregunta en español sobre qué opinaba sobre la campaña de Donald Trump y si podría llegar a la presidencia. La traductora, tradujo una pregunta un poco distinta y mucho menos comprometedora. El público, muy argentinos todos nosotros, abucheamos a la traductora. Hubo silbidos también. Obama, sin perder la frescura siguió adelante y respondió lo que le habían traducido. Tal vez un presidente en salida no deba involucrarse de lleno en las campañas políticas. No recuerdo haber visto actos donde Obama exhiba a candidatos de su partido, como si fueran una mercadería. Finalizó su respuesta con algo que no estamos acostumbrados a escuchar en Argentina. Dijo: "En última instancia, confío en el pueblo de mi país". Y, aunque le tiró un palito a los Republicanos, su respuesta fue conmovedora. Él, que es el que nos parece poderoso, reconoce su lugar de servidor.
Este último punto fue otro de los mensajes en los que hizo hincapié. "Cuando me dicen que la Oficina Oval es el sitio de mayor poder, yo les digo que no. El sitio de poder está en la oficina de la ciudadanía". En Estados Unidos el símbolo del poder es la Oficina Oval, como aquí es el Sillón de Rivadavia. Agregó: "Si ustedes quieren que los líderes hagan algo en un sentido, márquenles el camino". También se refirió a que la ciudadanía tiene que ser consciente de las concesiones que tiene que hacer, para que se logren los fines que le exige al gobernante. En concreto se refirió a los impuestos. "A nadie le gusta pagar impuestos" bromeó. Pero dijo que si entendemos que con ese aporte estamos ayudando a que una persona con problemas económicos pueda obtener una mejor educación, pueda crecer y desarrollarse en la sociedad, el precio a pagar es pequeño en comparación. Sostuvo que la ciudadanía, no debe esperar soluciones mágicas y que hay que mirar a largo plazo.
La responsabilidad de los jóvenes
Otro punto a destacar, fue cuando habló de la responsabilidad de los jóvenes para lograr el cambio mundial que se necesita. Afirmó que las discusiones de la derecha y la izquierda, si bien interesantes, no son realistas ni prácticas. "Ustedes ya saben qué funcionó y qué no de cada una de estas posturas. Sean prácticos. Elijan lo que hay de bueno en cada una de ellas y construyan".
Recuerdo ahora que uno de los íconos de la exitosa campaña presidencial de Obama había sido la palabra hope (esperanza). Y la visita fue vista, por muchos, con esperanza. Espíritus prevenidos hacen bien en recordarnos lo perjudiciales que pueden ser las relaciones carnales. Argentina ya las tuvo, incluso con Gran Bretaña y con Venezuela. Las visitas de Obama, Hollande y Renzi son un gesto claro de que los tiempos están cambiando. Tanto están cambiando que, en estos días, se aceleró el descongelamiento del último resabio de la Guerra Fría. Tímido paso, es cierto. Pero lleno de esperanza. Nuevamente esta palabra. Uno de los slogans de campaña de Obama fue we can (nosotros podemos). Hope y we can podríamos decir que, en cierto punto, le dieron el triunfo.
Los argentinos tenemos que poner nuestras esperanzas en nosotros y en nuestra capacidad de arremangarnos y trabajar juntos. Tirar todos del carro hacia adelante, diríamos en clave bergogliana. Nosotros también podemos.
Por Juan Francisco Baroffio
Director de Seminarios del Instituto de Cultura del Centro Universitario de Estudios (CUDES)