Un nuevo estilo de conducción y un alivio para el Gobierno
El reemplazo de Ricardo Lorenzetti por Carlos Rosenkrantz como presidente de la Corte Suprema es, como medida interna, el gesto de cambio más radical que podría haber mostrado el tribunal.
El nuevo presidente es la antítesis de su antecesor. Lorenzetti era el gran conductor, nucleaba la representación política de la Corte, tenía una exposición pública alta, apostaba a instalar desde la Justicia "políticas de Estado" y seguía muy de cerca –personalmente- la marcha de las causas de Comodoro Py más sensibles para el poder. Decía que cada etapa de la Corte debería ser recordada, como en Estados Unidos, por el nombre de su presidente.
Rosenkrantz, de perfil técnico, le huye a las cámaras. Era el candidato ideal para una Corte que hoy quiere presentarse como más horizontal en el reparto del poder y "más jurídica". Que, a la vieja usanza, hable "por sus sentencias" (Lorenzetti, en cambio, hizo de la comunicación una de sus políticas centrales). Pero Rosenkrantz es, también, un juez elegido por Mauricio Macri .
"Para el Gobierno esto es un gol de media cancha", dijo a LA NACION un alto funcionario. Más allá de que Lorenzetti deja la presidencia por decisión de Rosenkrantz, Horacio Rosatti y Elena Highton, en el entorno de Macri venían jugando sus fichas para que esto pasara. Elisa Carrió se erigió hoy como verdugo, pero no menos méritos les reconocen puertas adentro a hombres como Fabián Rodríguez Simón y el ministro Germán Garavano. "Es algo que ni siquiera Cristina consiguió, con todas sus mayorías", dijo, exultante, un hombre de Macri cuando la noticia, que él admite haber tenido de antemano, acababa de hacerse pública. Rápidamente agregó: "No fuimos nosotros. Fue una decisión ciento por ciento de la Corte". Ahora, en el Gobierno dicen que están esperando "las represalias".
Rosenkrantz, a quien Macri dijo no conocer cuando le acercaron su nombre por primera vez, es el más nuevo de los jueces del alto tribunal. Asumió como ministro en agosto de 2016, después de un intento fallido del Gobierno de nombrarlo por decreto, en comisión. Él había aceptado su designación así y esa fue una de las críticas centrales de la oposición. Finalmente, la Casa Rosada desistió de ese camino.
El futuro de la relación entre la Corte y la Casa Rosada dependerá ahora de cómo se reacomoden las piezas en el alto tribunal de aquí en más. ¿Es esta una nueva mayoría? El Gobierno no lo tiene para nada garantizado. Se trata, paradójicamente, de la misma mayoría que aplicó el beneficio del 2x1 a un condenado de delitos de lesa humanidad cuando Rosenkrantz y Rosatti acababan de desembarcar en la Corte. Las críticas a aquella decisión fueron furibundas. Las intrigas palaciegas decían que ese fallo, al golpear a los nuevos, había fortalecido el liderazgo de Lorenzetti y garantizado su continuidad como presidente.
Este año, Lorenzetti encabezó desde la Corte un ambicioso proyecto de reforma judicial, que incluía reclamos a los otros poderes y no prosperó. Después, el Gobierno decidió modificar su forma de reunión con el tribunal: ya no haría encuentros sólo con el presidente de la Corte, sino con todos los ministros. Fueron gestos que adelantaban cambios.
¿Cómo va a ejercer Rosenkrantz su presidencia en una Corte que lleva el sello de su antecesor? Fue más de una década de conducción de Lorenzetti. Lo primero será ver cómo van resolviéndose los casos pendientes. El tribunal tiene a estudio qué fórmula debe usarse para los reajustes de pagos a los jubilados y varios casos vinculados con los aumentos de tarifas; tendrá además, en el corto plazo, causas que cuestionarán medidas económicas, como las nuevas retenciones; todos temas sensibles para el Gobierno.
Más leídas de Política
Mayo, el límite para Macri. La crisis ya golpea la caja de la Ciudad y crece la presión sobre Milei por los fondos
LN+. Menem dijo que no sabe si regresaría a las AFJP pero advirtió que el sistema de reparto fracasó
"Reivindicación soberana". Una provincia propuso cambiarle el nombre a las islas Georgias y Sándwich por estar en inglés