El escenario. Un obediente soldado del poder kirchnerista
Fue amo y señor de todos los rincones del Estado donde había fondos públicos para gastar, y desde allí dominó la escena de poder del kirchnerismo como pocos. Quizás haya sido por eso que el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, siempre evitó con cintura de acróbata los enredos judiciales.
Pero nada es eterno. Justo cuando la presidencia de Cristina Kirchner se encamina a vivir la retirada del poder, el hombre que supo ser depositario de una confianza plena de Néstor Kirchner tendrá que empezar a dar explicaciones a los jueces.
Por su escritorio pasaron los subsidios a los transportes que se pagaron hasta que, poco después de la tragedia de Once, el Gobierno decidió mudar esos ceros al despacho de Florencio Randazzo. La decadencia ferroviaria con la que se topó su colega fue la resultante de la gestión de De Vido y sus secretarios, Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi. Justamente éstos están procesados por el accidente de Once. De Vido jamás fue citado por estos hechos, pese a ser el jefe de ambos.
Es el responsable de toda la obra pública de la Argentina kirchnerista. Cada peso que se gastó y se gasta en viviendas, rutas, puentes o centrales hidroeléctricas tiene que ser refrendado por De Vido. Acumuló anuncios como pocos: el tren bala, Atucha II -que aún no genera energía-, las pluranunciadas represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, el soterramiento del tren Sarmiento, autopistas y hasta se animó con el "Hugoducto", un gasoducto que llegaría desde Venezuela con gas de ese país al atravesar varios países y la selva amazónica. Desde su área se manejó, y se maneja, la oscura relación bilateral con Caracas. Y como corolario, es el máximo responsable de la política energética que llevó en una década a perder el autoabastecimiento y depender de la energía importada. A diario, el Banco Central se acuerda de su gestión cuando los dólares de las reservas vuelan para pagar los millones de la factura energética.
Fue uno de los empleados más obedientes de su jefe político: Néstor Kirchner. Siempre abandonó sus aspiraciones políticas para quedarse al lado del hombre que lo llevó a la política.
Dueño de la caja y de la confianza de su jefe, se convirtió en el principal operador político del ex presidente. A fuerza de fondos públicos, tejió una férrea relación con los intendentes del conurbano, con los gobernadores y con el sindicalismo.
Ese romance con el poder pleno se opacó en los últimos años. El ascenso de La Cámpora y las consecuencias de políticas erráticas, especialmente en energía y transporte, lo desdibujaron. Ahora se reabre una causa judicial que le devolverá protagonismo. Tendrá que estar atento a las llamadas de los jueces. Justo en el momento en que los teléfonos celulares, otra de sus áreas de gestión, distan bastantes de ser aparatos confiables.
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