El análisis de la noticia. Una apuesta a reforzar la negociación política
Por Martín Rodríguez Yebra De la Redacción de LA NACION
Como pocas veces desde que llegó a la Casa Rosada, Néstor Kirchner enfrentó en las últimas horas una decisión de política exterior capaz de sacudir la estructura de su gobierno.
La elección del futuro embajador en Cuba implicaba emitir una señal concreta en medio de la feroz disputa interna en la Cancillería que quedó al desnudo a partir del fallido manejo del caso de la disidente Hilda Molina. Pero también lo forzaba a revisar su posición ante un líder como Fidel Castro, que despierta simpatías en amplios sectores del kirchnerismo.
Darío Alessandro, que debutará como diplomático en La Habana, parece hecho a la medida de los objetivos de Kirchner. Es un político que no causará irritación en La Habana, que se lleva de maravillas con los dos sectores enfrentados en la Cancillería y que moverá las negociaciones bilaterales al ritmo que le pida el Presidente, según calculan en el Poder Ejecutivo.
El canciller Rafael Bielsa sabe que deberá reconstruir su ministerio, pese a las abiertas diferencias que lo enfrentan a su segundo, Jorge Taiana.
Por eso llevó ayer la propuesta de Alessandro a su cita con Kirchner, la primera que tuvo en persona después del golpe a su autoridad que significó la orden de remover a su principal asesor, Eduardo Valdés, culpado por el fracaso de las gestiones para que Molina pudiera salir de la isla para ver a su familia argentina.
Si hubiera dependido sólo de él, Bielsa habría enviado a Cuba a Alfredo Forti, el embajador en Honduras, que actuó como negociador de emergencia ante las autoridades castristas la semana pasada. Es un hombre de su confianza, pero la gravedad de la crisis interna requería consensos.
Kirchner había analizado varios posibles candidatos de entre su gente de confianza, pero los descartó uno tras otro: enviar a alguien que se identificase plenamente con él podía interpretarse como una concesión a Castro.
El fastidio del Presidente con el líder cubano por el rechazo a su pedido humanitario en favor de Molina es casi tan grande como el que le causaron los funcionarios que manejaron el caso hasta ahora.
El embajador saliente, Raúl Taleb, pagó el desconcierto de sus declaraciones –pues pasó de elogiar a Castro a amonestarlo, siempre sin consultar al Gobierno–. Había llegado al cargo cuando se pensaba que sería un destino calmo. El caso Molina lo encontró sin reflejos ni apoyo político alguno.
Equilibrio
Alessandro tiene fama de dialoguista y no suele acumular enemigos políticos. Desde que asumió como subsecretario de Política Latinoamericana hizo equilibrio entre las dos líneas enfrentadas de la Cancillería.
Su asunción en ese cargo había sido dispuesta por Kirchner a mediados de este año en momentos en que Taiana se quejaba porque Bielsa, Valdés y el anterior subsecretario –Eduardo Sguiglia– lo apartaban de las decisiones clave del ministerio.
No es ni mucho menos un kirchnerista puro, pero el Presidente confía en su lealtad y en su capacidad de ejecutar una negociación con aristas políticas y técnicas complejas, según explicaban anoche en la Casa Rosada. Elogian, por ejemplo, la forma en que se movió en los recientes forcejeos comerciales en el Mercosur.
Respecto de Cuba, ha sido remiso a condenar violaciones de los derechos humanos en la isla, pero sin fundamentalismos. Cuando era jefe de los diputados de la Alianza, Alessandro discutió primero y acató después el voto condenatorio del gobierno de Fernando de la Rúa ante la ONU.
Su nueva misión requerirá cintura política y sigilo. El mayor reproche de la Casa Rosada a Bielsa fue que hubiera expuesto a Kirchner a fracasar en una gestión personal ante Castro, cuando le envió una carta amistosa para interceder en favor de la disidente. La Habana rebotó ese pedido y todos los que siguieron, mucho más después de que Molina pasó una noche en la embajada argentina, en condiciones todavía misteriosas.
El caso Molina seguirá marcando la agenda con Cuba por un largo rato. Kirchner supedita a una respuesta positiva de Castro la anunciada visita suya a la isla. Algunos acuerdos comerciales podrían verse demorados, siempre sin forzar un endurecimiento explícito de las relaciones que abra más grietas en el variado espectro de dirigentes que lo acompaña en el poder.
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