Una explosión sólo comparable con el día que ganó la presidencia
Río Gallegos, la ciudad natal de Kirchner, vivió conmocionada una jornada única en su historia
RIO GALLEGOS.- Después de dos días de relativa calma y pena contenida, ayer la ciudad explotó en una conmoción nunca vista ni vivida aquí, apenas comparable con el regreso triunfal de Néstor Kirchner como presidente electo en el año 2003. Nadie se quiso perder ese momento, tener la foto, ser testigo directo, sentirse por unos segundos parte de la historia.
"Queremos que sea espontáneo, no organizado desde el partido", había confiado el día anterior un militante de una unidad básica. Y lo lograron. El jueves a la noche, y por orden del gobierno provincial, se suspendió la contratación de 25 colectivos que llegarían desde El Calafate. Lo mismo sucedió en varias localidades.
La llegada de gente del interior provincial empezó a las 6 de la mañana. "No damos abasto", relató un playero de una YPF al mediodía, atendiendo las largas colas de autos que llegaban a abastecerse. Lo mismo se vivía en los pocos restaurantes abiertos. Otros se trajeron la vianda y almorzaron a la orilla de la ruta por la cual pasaría Kirchner por última vez.
El día ayudaba y en cada hogar, bar o café abierto se seguía minuto a minuto por televisión los funerales de la Casa Rosada. La gobernación fue ayer el lugar de encuentro de la dirigencia local y también el lugar de referencia adonde llegaban desde Río Turbio (280 kilómetros) o Los Antiguos (a 1029 km) de aquí. Todos querían saber a qué hora estaría llegando el avión. "Viva Lupín, vamos Cristina", fue el grito conmocionado de Daniel Peralta, que no ocultó las lágrimas.
La ciudad volvió a vivir ayer el vértigo del 2003, con los camiones satelitales y equipos de televisión y radio dando vuelta las calles buscando el detalle, la historia, el recuerdo más insignificante ayer se volvía trascendente. Cualquier huella que Kirchner hubiera dejado en los habitantes y todos querían hablar de él. La peluquería Rafael, el origen de su apodo que nunca perdió. "Lupo, querido, el pueblo esta contigo", fue el grito que más se repitió.
La Cámara de Comercio local invitó a los negocios a cesar actividades por algunas horas para acompañar el cortejo, y en todos los negocios pegaron letreros en los que adherían al luto. La llegada inicial de las 3 de la tarde empezó a extenderse, pero ésa fue la hora en la que la autovía 17 de Octubre se pobló de autos a la vera del camino. La elección era llegar al cementerio o bien acomodarse en la ruta. Algunos eligieron las dos opciones.
La enorme plazoleta de varias cuadras ubicada frente al cementerio se cubrió de gente, mientras esperaban la vigilia se tomaba mate y se recordaba al "Lupo".
"Gracias a él le pude hacer el primer trasplante de riñón a mi marido, le debo la vida", contaba una mujer desconsolada.
Algunos protestaban que Kirchner no haya tenido su velatorio aquí. "En Buenos Aires lo tuvieron dos días, acá nos dan apenas media hora" se enojaba una mujer bajita, que a los empujones quería llegar a tocar el coche fúnebre. "Cristina dijo que podíamos tocar el auto", se enojaba otra con un gendarme.
Ayer se vivió aquí una explosión de emociones, que mezcló la pena profunda con gritos eufóricos de despedida al líder. "En tu memoria haremos patria", rezaban algunos pasacalles hasta los cantos entonados por los militantes locales y porteños de La Cámpora, "Escúchelo, escúchelo, Kirchner no se murió, vive en el pueblo". Los enojos quedaron de lado por unas horas. Y tampoco faltaron algunos curiosos atraídos por la multitud, que no podían dejar de ser parte de semejante evento.
Nunca aquí se vio semejante homenaje. Incluso los que nunca militaron con él y fueron sus acérrimos opositores. Tal el caso del ex diputado radical Roberto Giubetich, que trabajó desde el municipio en el cementerio para ultimar detalles. La frase repetida "fue el santacruceño que llegó mas lejos".
La despedida tuvo fervor y devoción. Y gritos sin rubores. Aquí no se despidió a Kirchner: aquí se despidió al "Lupo".
EL DOLOR DEL AMIGO QUE HACIA LOS ASADOS
RIO GALLEGOS (De nuestra corresponsal).- Héctor "Batata" Mansilla estaba devastado. Es el hombre que le hizo los asados de cábala antes de cada una de las elecciones de Néstor Kirchner en su taller mecánico, que lo conoció cuando tenía menos de 10 años y acunó una amistad de 50 años. "Yo recuerdo a mi hermano, a mi amigo", afirmó ayer a LA NACION en el aeropuerto mientras esperaba la llegada del avión que traería los restos del ex presidente. Eran vecinos. Vivían a 300 metros y se hicieron amigos en el potrero. "Apenas lo supe, creía que no era verdad; a Néstor lo mataron mil veces. Pero después nos cayó la ficha. Fue muy fuerte. Nunca lo voy a olvidar", afirmó.
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