"Vale la pena aprender a oír a la ciudadanía"
El asesor e ideólogo de la Auditoría Ciudadana de Control Institucional explica cómo funcionará ese organismo.
lanacionar"La idea de esta auditoría es hacer un informe anual en el que la ciudadanía evalúe a la democracia y decida qué nota le pone. Se trata de ver qué tipo de relación tiene el Estado con la ciudadanía, porque la democracia es también el encuentro cotidiano del ciudadano con el Estado y con las sociedades políticas", explicó el politicólogo Guillermo O´Donnell, flamante asesor de la recientemente creada Auditoría Ciudadana de Control Institucional impulsada por el vicepresidente Carlos Alvarez.
"Por tradición, los politicólogos se han ocupado de los grandes escenarios, pero no han hecho una antropología de la democracia: lo micro y lo cotidiano ha quedado abandonado. Y lo micro es importante. Por ejemplo, cómo te atienden en un hospital público, si la policía te trata con respeto, cómo te atienden cuando hacés un trámite o realizás una denuncia", agregó.
De este modo, O´Donnell relató a La Nación en qué consistirá la tarea del flamante organismo cuyo modelo tiene su origen en la auditoría instrumentada por Jorge Vargas Cullel y Miguel Gutiérrez Saxe en Costa Rica.
En esa oportunidad O´Donnell participó como asesor y Carlos "Chacho" Alvarez "se entusiasmó tanto con la idea que quiso hacerla aquí".
En la Argentina, la Auditoría de la Democracia será dirigida por el politicólogo Franco Castiglione y O´Donnell se desempeñará como asesor ad honórem.
-¿Qué cosas descubrieron en la auditoría de Costa Rica?
-Descubrimos las cuatro cosas que le importan a la gente, es decir, lo que la gente le pide a la democracia: que los gobiernos gobiernen y gobiernen bien; que haya transparencia y honestidad; que absolutamente todos -gobernantes y gobernados- respeten las leyes, y que haya un trato respetuoso con el ciudadano. Aunque se descubrieron muchas cosas, éstas era las demandas más fuertes.
A los ciudadanos se les hacían preguntas bien concretas del tipo "¿qué opina de tal o cual repartición? ¿Qué tipo de experiencia ha tenido usted con su municipio? ¿Se siente escuchado y respetado como ciudadano?" Algunos ciudadanos pueden tener una situación de privilegio, pero el meridiano común de la gente se encuentra cotidianamente con un Estado muy hostil, lejano e irrespetuoso.
-Los expertos afirman que cambiar el funcionamiento de las instituciones es una tarea difícil por la "inercia de la corrupción".
-Estoy totalmente de acuerdo. Esta Auditoría parte de la base de que va a haber una serie de esfuerzos conjuntos y combinados. Ella va a operar en forma convergente con la reforma del Estado, la Fiscalía y otros organismos. Esto solo no soluciona nada, pero la diferencia es que todo lo demás está hecho desde el Estado. En cambio, la Auditoría implica una visión desde la ciudadanía.
Es decir, nosotros queremos saber qué piensan y sienten los ciudadanos y usuarios acerca de lo que están haciendo los que están del otro lado del mostrador.
En primer lugar, porque vale la pena oír a la gente y, en segundo término, porque si alguien es funcionario y tiene interés en desempeñarse mejor, le va a ser muy útil saber cómo lo evalúan. Aquí hay una cuestión básica: hay que aprender a oír a la ciudadanía porque vale la pena.
Más allá de su valor instrumental -puede ser un insumo útil para mejorar el funcionamiento de algunos organismos como la Anses o el PAMI-, es un valor en sí mismo.
En definitiva, se trata de saber lo que piensa el usuario.
-¿Este programa se va a concentrar en las áreas que funcionan mal?
-No, es importante destacar que esto no es una fiscalía: no solamente queremos saber lo que funciona mal sino lo que funciona bien. No se trata de saber solamente lo que la democracia no hace o hace mal, sino lo que la democracia hace bien.
Sobre todo en un país como el nuestro y como Brasil -país en donde también se va a hacer la Auditoría- es importante rastrear y saber qué es lo que la democracia hace mucho mejor que la dictadura.
Porque si bien es cierto que hay cosas que se hacen mal, hay cosas que la democracia hace mucho mejor que la dictadura.
-¿Cree que alguien todavía piensa que hay cosas que la dictadura hacía mejor?
-Realmente no sé y creo que es un tema para investigar. Pero es importante que las generaciones jóvenes sepan que aunque esto está muy mal, antes han sucedido cosas horribles. La idea básica que a veces la gente olvida es que la democracia es nuestra, no es algo de los políticos. Si la democracia no es nuestra, no va a andar nunca.
-¿Cómo se cambia la imagen de un Estado ineficiente y corrupto a un Estado "amigo", servicial y a disposición del ciudadano?
-Nosotros venimos de un período de destrucción violenta como fue la época de Martínez de Hoz y los militares. Ellos hicieron del Estado un Estado delincuente, destructor y enemigo por antonomasia: un Estado que suprime tanto lo público que privatiza el asesinato.
Después se produjo esta furia antiestatista, neoliberal o neoconservadora en donde el Estado, por acción u omisión, ya no es el victimario sino el blanco de todo lo malo. Entonces, como partimos de una situación complicada, es importante incorporar lo que el ciudadano siente y percibe. Esta es sólo una pequeña contribución.
Cualquier cosa que signifique un avance, por más lento y leve que sea, es bueno. Si uno tiene una actitud pasiva, estos errores se van a seguir repitiendo impunemente.
-Esta insatisfacción de los ciudadanos con respecto al funcionamiento de las instituciones y esta fuerte sensación de malestar, ¿puede terminar en rebrotes autoritarios?
-Sin duda. Yo estoy muy preocupado porque ese Estado lejano y hostil es una invitación a un rebrote autoritario. En esta sociedad hay bolsones autoritarios importantísimos en empresas, sindicatos... Desde diversas organizaciones hasta la familia. El autoritarismo recorre e impregna toda la sociedad y eso, sumado a una percepción de un Estado corrupto y hostil, se convierte en el semillero ideal de reacciones autoritarias.
-Nuestra democracia, al igual que otras, se ganó una larga lista de adjetivos: precaria, frágil, incompleta e imperfecta. ¿Cuáles son los adjetivos que mejor califican a esta democracia argentina de hoy?
-Yo fui, de hecho, uno de los que le puso adjetivos a esta democracia cuando hablé de "democracia delegativa". Es decir, una democracia plebiscitaria, en la que quien resulta elegido puede hacer y deshacer según su antojo y todo lo que sea control institucional es una molestia.
Las instituciones son estorbos y hay que tratar de eliminarlas, cooptarlas o anularlas porque entorpecen la actividad del elegido y la de su grupo. Yo la llamé "delegativa" para marcar la contraposición con la democracia "representativa", una democracia en la que se acepta de buena gana que hay división de poderes, órganos de control y mecanismos institucionales que establecen límites a la autoridad.
La democracia representativa es una democracia en la que la circulación del poder está basada en límites, y esto es algo que (Fernando) De la Rúa y (Carlos) Alvarez conocen y aceptan muy bien.
-¿Entonces se estaría dando un cambio en la concepción de la democracia?
-Creo que en estos momentos no solamente ha ocurrido un cambio de gobierno sino que también se está produciendo un cambio de régimen. Es decir, mi esperanza es que estemos pasando de una democracia delegativa a una democracia representativa.
No me refiero solamente a los grandes escenarios, es decir, al poder judicial y la relación con el legislativo, al funcionamiento de la Sindicatura y al rol del ombudsman. Cambiar eso sería un gran progreso, pero además tiene que tocar el espacio de lo cotidiano porque todavía queda mucho por hacer a nivel micro.
Si conseguimos una democracia representativa pero sólo al nivel de esas grandes escenas de la política, va a ser muy insuficiente.
-¿Qué sucede si este gobierno defrauda las expectativas de la gente y gasta ese capital de confianza que la gente depositó en él?
-Tiemblo. Esta sociedad está tan enojada y castigada que una desilusión grave sería peligrosísima.
La experiencia brasileña
Vilmar Faría, jefe de asesores del presidente Fernando Henrique Cardoso, instrumentará la Auditoría de la Democracia en Brasil. O´Donnell cuenta que al vicepresidente Alvarez se le ocurrió proponerle a Brasil que también hiciera la auditoría porque eso "le daría una marca al Cono Sur, que no sería nada más que zapatos y autos sino que instalaría una demanda de ética y transparencia. La idea de que el Cono Sur acepta auditar su propia democracia es una marca republicana. Aunque la situación de Brasil es diferente, hay una clara intención de trabajar juntos.
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